Capítulo cuatro:Sesenta y cuatro

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La fría noche había terminado hace un par de horas. Los Ángeles Caídos intentaban distraerse con cualquier cosa de su alrededor mientras esperaban a los Dragones Tropicales.

Solo un par de Caídos habían logrado conciliar el sueño durante unos minutos aquella noche. Sin embargo, ellos intentaban mantener la calidez del pueblo.
Un grupo se dedicaba a hablar sobre cualquier tema completamente distinto a la situación para mantener distraídos a los demás, otros revisaban las heridas de sus compañeros intentando limpiarlas y curarlas con los recursos que tenían.

Elizabeth, por su parte, estaba curando heridas de sus compañeros junto a Cora y Dom. Algunos Caídos habían tenido solo unos rasguños o hematomas, mientras que otros tenían profundos cortes en sus piernas o brazos.

Los Dragones verdes se habían marchado hace un rato, según lo que entendió un Caído, fueron a inspeccionar lo que quedaba del pueblo para corroborar que la zona estuviese fuera de peligro.

Por lo que algunos habitantes contaban, solo habían quedado montañas de escombros como pueblo, sin forma ni vida.
Muchos tenían la esperanza de que la fuente se haya roto o como mucho rajado, ya que se creía que la fuente causaba los problemas y que sin ella, todo sería más tranquilo.

Elizabeth era incapaz de olvidar aquél sueño que tuvo horas atrás. 
Ver a su amigo de esa manera, rezándole a la fuente a la que todos temían...
Aquellas alas..
Era una verdadera pesadilla.

Por otro lado, muchos habitantes estaban decididos a ignorar las instrucciones de los Dragones y volver al pueblo cuanto antes a buscar a los desaparecidos.
Era seguro que muchos habían muerto, sin embargo, muchos habitantes desaparecieron en el camino hacia el "refugio" incluso con la protección de los Dragones.
Lo hacía más extraño el hecho de que nadie recuerda haber visto cómo alguien se despegaba del grupo. Las perfectas tres filas que los mantenían en orden jamás se rompió, jamás se desordenó.

-¡Tenemos que volver!-Exigió un Caído que estaba lleno de quemaduras en todo el cuerpo.-¿Y si Mircle sigue por ahí?-Sus ojos buscaban con desesperación la mirada de Elizabeth, quién se obligaba a no verlo a la cara.

-Los Dragones ya están buscando rastros de ellos, no te preocupes, Cleretus.-Cora respondió manteniendo una voz dulce evitando que su compañero se levante.

-¡Al diablo con los Dragones!-Escupió haciendo un gesto con el brazo que Elizabeth estaba vendando.-¡Ellos estaban ahí para protegernos! ¿Cómo se les pudo escapar a treinta de nosotros bajo su guardia?-Su cuerpo se tensaba. Elizabeth se alejó un poco, observando como Dom analizaba el rostro hinchado y morado de su amigo.-¿Acaso se fueron volando? ¡Ja!-Rió con ironía mientras se ponía de pie.

-Puedes irte si quieres.-Respondió la rubia de una vez por todas.-Digo, si quieres terminar siendo desayuno de alguien.-Sin mirarlo, se puso de pie y se acercó se acercó a otros Caídos que estaban heridos. Tenía partes de su rostro hinchado, morado y ensangrentado.

Cleretus, quién no despegaba su mirada indignada de Elizabeth no tuvo de otra que mantener su orgullo y alejarse de allí como podía. Claramente no se iría de la zona, únicamente se sentó en un árbol lejano a criticar de lejos. 

Todos estaban cansados, alterados y asustados. Algunos intentaban ignorar sus sentimientos y otros, como Elizabeth, intentaban mantenerse en silencio para evitar bajar aún más los ánimos de los demás.

No pasó mucho cuando los Dragones verdes llegaron con noticias para nada buenas.
El pueblo, así como lo habían previsto, estaba hecho trizas. Buscaron cuerpos por la zona y por entre los escombros, sin embargo, no encontraron nada más que sangre.

Las pocas esperanzas que tenían los habitantes se habían desvanecido. Muy en el fondo sabían la realidad, sabían que sucedería, pero "La esperanza es lo último que se pierde".

Campamento C.E.RTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang