🖤 Capítulo 2🖤

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Una vez solo en su dormitorio, situado en la cuarta planta del castillo, Gulf se quitó la túnica y tiró la gastada prenda de lana de color rojizo sobre la cama.
   
La cruz que llevaba alrededor del cuello emitía destellos de plata líquida a la luz de las velas, y los juncos, hierbas y flores secas que había bajo sus pies, crujían mientras se ponía una sencilla túnica blanca y una capa propias del hijo de un campesino.
   
La risa de un hombre le llegó desde el gran salón en el piso inferior, y Gulf contuvo la respiración rezando por que su sirviente estuviera demasiado ocupado tratando de seducir a Kao como para preocuparse por las necesidades de su señor.

El constante parloteo de Lhong sobre la fuerza brutal y el frío comportamiento de Lord Mew habían destrozado los nervios de Gulf.
   

No deseaba escuchar nada más. Ni siquiera lo vería hasta la mañana de la boda, porque su padre los había excusado a ambos alegando que se sentía demasiado débil para abandonar su lecho. El joven no sabía si era cierto. Lo que sí sabía es que al día siguiente se casaría con un hombre al que no conocía.
   
La boda se iba a celebrar demasiado precipitadamente para la tranquilidad del espíritu de Gulf. La imagen de Mew Suppasit emergiendo de la neblina sobre su feroz semental de guerra había atormentado sus sueños. Le daba pánico la idea de yacer adolorido bajo un frío guerrero mientras esté depositaba su simiente en su cuerpo estéril.
   
Negarle al duro caballero cualquier descendencia sería una pequeña satisfacción, a cambio de un futuro en el que sería obligado una y otra vez a soportar las terribles demandas del poderoso cuerpo del guerrero.
   
El terror atenazó a Gulf al pensarlo. Durante muchos años, había sabido qué había empujado a su madre, descendiente de la tribu celta de los glendruid, a introducirse en el bosque para no volver jamás, abandonando a su propio hijo doncel en las severas manos de Lord Kanawut. Sin embargo, el joven preferiría no haberlo sabido nunca, pues era como ver su propio futuro.
   
«Quizá las leyendas sean ciertas. Quizá haya otro mundo más allá del nuestro, y su entrada se encuentre en algún lugar del antiguo montículo sagrado.

Quizá mi madre esté allí, con un halcón posado sobre su muñeca mientras un gran gato duerme en su regazo y el sol los envuelve con su mágica luz…»
   
La risa de un hombre llegó hasta él de nuevo, interrumpiendo sus pensamientos y haciendo que el joven frunciera el ceño. Aquella risa era nueva. Sonora y sensual, como un viento estival. Debía pertenecer al doncel normando al que Gulf había espiado desde su ventana. Incluso de lejos, había intuido que el cabello rubio y los carnosos labios del joven  bastarían para hacer que cualquier hombre volviese la cabeza.
 
«¿Qué me importa que el amante de Lord Mew sea bello? -se dijo a sí mismo con impaciencia. -Lo único en lo que debo pensar es en salir de esta habitación antes de que Lhong acuda corriendo a mí con el último rumor sobre la brutalidad normanda».
   
Sin darse tiempo a pensar más, el joven salió apresuradamente de su estancia y se dirigió a la escalera de caracol interior que conducía hasta el segundo piso del castillo. Para cuando llegó al último de los escalones su cabello, como el fuego, ya estaba medio revuelto y brillante por los rayos del sol.

Los sirvientes le hacían rápidas reverencias al verlo pasar ante ellos en dirección a la barbacana que custodiaba la entrada del castillo. A nadie le sorprendió su sencilla vestimenta, pues había recorrido libremente el castillo desde que tenía trece años, cuando el Rey rechazó su compromiso con Kao Noppakao. A los diecinueve, una edad en la que la mayoría de los donceles de su condición social ya tenían un esposo y habían sido padres más de una vez, Gulf era un joven doncel soltero del que su padre ya no esperaba nietos.
   
Saludando con la cabeza al siervo que le abrió la puerta de la barbacana, se dirigió a la empinada escalera de piedra que llevaba hasta el suelo de adoquines del patio interior de la fortaleza. Sus suaves zapatos de cuero no emitieron ningún ruido mientras descendía por los escalones, resbaladizos y húmedos a causa de la neblina.

Indomable. 🦅🖤  Where stories live. Discover now