Cita a ciegas

3.9K 42 14
                                    

No debí aceptar sus condiciones.

Es una locura.

Puedo pasar lo de tener una cita a ciegas. Pero, tenerla a ciegas de verdad, con una venda en los ojos y para colmo en ropa interior, es demasiado desde cualquier punto de vista.

Si me quedase un mínimo de sentido común daría la vuelta ahora mismo. Y sigo sin saber por qué no estoy haciendo justamente eso, dar la vuelta.

Nuria me asegura que me va a gustar. Insiste en que es algo muy distinto. Una cita especial. No lo tengo claro, solamente me ha dicho que es alguien que conoce del gimnasio.

Tras vendarme los ojos, me conduce de la mano con cuidado por el pasillo hasta dejarme justo delante de la cama.

-Tu cita a ciegas te está esperando -susurra.

-Nuria, por favor, quédate en el salón -solicito temblando.

-No te preocupes, y aunque hables bajito, te está escuchando -bromea.

Me acerco con cuidado mientras escucho los pasos de Nuria saliendo de la habitación y alejándose. Extiendo los brazos sin saber con quién me voy a encontrar. Al menos, para no chocar con mi cita misteriosa. Lo último que nos faltaba es darnos un cabezazo antes de empezar

Extiendo la mano y toco un hombro desnudo, es bastante pequeño, pero fuerte. Siento una mano rozando mi antebrazo, coge mi codo con delicadeza. Es una mano suave, nada posesiva, pequeña.

Estoy desconcertada. Quiero quitar la venda que cubre mis ojos y escapar, pero se apodera de mí un sentimiento mezcla de curiosidad y excitación que impide que me mueva.

Coloco las manos en sus hombros, palpando la melena lisa que cae por su cuello. Percibo su olor; suaves notas florales y jazmín. Ella acaricia mis brazos con suavidad, deslizando la punta de los dedos por mi cuerpo hasta llegar a mi cintura.

No me atrevo a hablar. No puedo moverme. Mis manos continúan sobre sus hombros, inmóviles. De rodillas sobre la cama, siento a mi cita a ciegas pegada a mí, acariciando mi espalda, acercándose un poco más. Su aliento en mi cuello.

Deslizo la mano derecha por su pelo sedoso. También lleva una venda. Acaricio el nudo del paño de seda tras su cabeza, tan suave como su pelo.

¿Qué se supone que tengo que hacer? Ni siquiera puedo verla. Quiero seguir explorando, pero no soy capaz. Mis manos siguen inmóviles, atenazadas, una sobre su hombro, la otra acariciando su pelo.

Ella recorre mi espalda con la punta de los dedos. La acaricia con suavidad, recreándose en cada caricia. Se desliza por mi columna vertebral consiguiendo que se me ericen los pelos de la nuca.

Todavía incapaz de moverme, me concentro en esas caricias. Son maravillosas. Imagino que al no tener el sentido de la vista, el placer de cada roce se magnifica.

Acaricia mis nalgas por encima de la ropa interior. Las recorre como queriendo adivinar su tamaño, su forma. Se acerca más a mí. Sus pechos rozan los míos. Su nariz en mi mejilla.

-¿Esperabas a una mujer?

-Ni siquiera sé lo que esperaba -admito con un hilo de voz.

-Yo tampoco sabía lo que me iba a encontrar, Nuria no me lo quiso decir, pero me alegro. Si llegas a ser un hombre ya me habría ido -susurra junto a mi oído.

Suspiro al escucharla. Su voz es sensual. Acaricio su mejilla con el reverso de la mano. Es una piel suave, tersa. Debe tener un cutis perfecto. Su mejilla roza la mía. Su boca en mi oído. Su respiración se acelera un poco, la mía también.

Alas de mariposa. Relatos lésbicosWhere stories live. Discover now