Sorpresa inesperada

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-¡Joder! -se me escapa nada más abrir la puerta.

De todas las personas de este planeta, incluso de la entera galaxia, me voy a encontrar delante de mis narices a la que menos me esperaba. Mi mundo entero se derrumba cuando me pierdo en esos ojos azul claro que me han quitado el sueño en tantas ocasiones.

-¿Patri? -pregunto, frunciendo el ceño sin creer lo que ven mis ojos.

Ha cambiado un poco, lleva el pelo más corto, pero no hay duda de que es la misma rubia de interminables piernas, con unos deliciosos ojos azules de los que ahora caen pequeñas lágrimas como si fuesen diminutos diamantes.

-¿Cómo estás? -pregunta con un hilo de voz, sus ojos algo rojos de haber llorado durante un buen rato.

-¿Qué...qué haces aquí? -inquiero, todavía intentando discernir si es realmente Patricia la que está delante de mí.

-Necesitaba verte -admite tragando saliva y encogiéndose de hombros.

Tomando una gran cantidad de aire, lo dejo escapar lentamente antes de contestar. Mi cabeza da vueltas en todas las direcciones, mi mente es un avispero de ideas que no soy capaz de gestionar. De pronto, me invade un fuerte sentimiento de rabia.

-¿Cómo te atreves a plantarte aquí después de desaparecer de mi vida? -chillo con el cuerpo temblando.

-Lo siento.

-¿Lo sientes? ¿Qué sientes? -increpo sin importarme que los vecinos puedan escuchar mis voces-. ¿Sientes haberme abandonado? ¿Sientes haberlo hecho sin dar ni una sola explicación? ¿O quizá sientes que no haya sabido nada de ti en varios meses y haya tenido una depresión por tu culpa?

-No lo entiendes, Ana -se disculpa apartando la mirada.

-No, claro que no lo entiendo, ni yo ni nadie -espeto con un pequeño golpe sobre su pecho, mi corazón latiendo tan fuerte que puede escucharse a kilómetros de distancia.

-Te debo una explicación.

-¿Una explicación? Estábamos increíblemente bien juntas. Un día me marcho a trabajar, me despido de ti tras hacer el amor, y al volver me encuentro con que ya no estás. ¿Qué coño de explicación quieres darme? -ladro sin poder controlar mi genio-. Todo tu derecho a darme una explicación se ha cancelado hace meses, ahora no quiero ni verte.

Había imaginado millones de veces este momento: la remota posibilidad de que un día Patricia apareciese en la puerta de mi casa pidiendo perdón. Había repasado una y otra vez mi respuesta, recreado esa rabia, pero lo que estoy sintiendo va mucho más allá. Mi cuerpo tiembla, la adrenalina recorre mis venas sin control, mi cabeza da vueltas hasta el punto en el que tengo que apoyarme para no perder el equilibrio.

Joder, en estos momentos odio a Patricia con todo mi corazón.

Cerrando los ojos, dejo escapar un suspiro y mis rodillas tiemblan como si estuviesen hechas de arcilla al sentir su cálida mano acariciando mi mejilla.

Mierda, no puedo dejar que me haga esto. Echaba tanto de menos esa sensación, ese maravilloso modo que tiene de sujetar mi rostro entre sus manos antes de besarme. Me devuelve tantos recuerdos...

-No, joder, Patri. Estoy saliendo con alguien -me defiendo con un hilo de voz mientras camino unos pasos hacia atrás, permitiéndola entrar en mi casa y ella cierra la puerta con el pie derecho.

No consigo decir ni una sola palabra más; mis barreras desaparecen de golpe y, antes de que me quiera dar cuenta, mis labios están saboreando los suyos. Nos besamos, devoramos nuestras bocas con una pasión que tenía olvidada al tiempo que, una tras otra, las prendas de ropa van quedando desperdigadas a nuestros pies.

Alas de mariposa. Relatos lésbicosWhere stories live. Discover now