Sparks

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Años después

— Mi espalda realmente me duele —Joel habló con la mejilla pegada a la almohada. Su voz era ronca.
— Oh, lo sé, cariño. Realmente lamento eso.

Carolina mientras frotaba suavemente el dorsal de él. Los recientes sesenta años cumplidos no lo beneficiaban mucho, en comparación a ella, que había cumplido cuarenta y seis. Sobó un rato más su espalda para darle calor en la zona de dolor y finalmente se levantó de la cama. Debía preparar el desayuno para comenzar el día con energía.

En el pasado, la forma habitual de comprar el café era en grano tostado. Los comercios y tostaderos lo vendían en grano y las personas lo molían en sus casas con molinillos caseros. Hace cuatro años, María y su equipo encontraron semillas de cafeto. Con mucha esperanza lo plantaron en la huerta, logrando, después de mucha espera, devolver el café a Jackson. Además de cultivarlo, el pueblo podía disfrutar de un maravilloso café cada mañana.

Carolina tomó ambas tazas para llevarlas a la mesa mientras Joel descendía cada escalón completamente preparado para comenzar el día, las apoyó sobre la madera a cada lado del plato servido con pan casero. Desayunaron, rieron, conversaron y al momento de salir de la casa, una brisa fría les acarició el rostro, era invierno otra vez.

Faltaba poco para noche buena, Tommy precisaba de su ayuda para instalar todas las luces decorativas sobre las calles y el gran árbol en el medio del pueblo. Las personas saludaban felices a Carolina, ella les devolvía un agradable saludo. Joel se limitaba a asentir amablemente. La pequeña ciudad estaba cada vez más completa, ya no escaseaba ningún servicio y además de trabajar podían tener su tiempo de ocio o disfrute. Las personas podían elegir comer en sus casas y el trueque estaba comenzando a utilizarse otra vez. Las familias vecinas festejaban cumpleaños y los más jóvenes contraían matrimonio. La cantidad de escuelas se expandieron, surgieron las clases extracurriculares y el gimnasio de Rafael había crecido tanto que comenzó a enseñar para que otras personas pudieran ser entrenadoras como él.

Navidad siempre fue la época favorita de Joel, decorar su hogar hacía feliz a Sarah. Verla feliz con sus regalos y pasar tiempo de calidad con su familia eran recuerdos que jamás pudo borrar de su corazón. Durante muchos años los encerró en una caja sellada, como si aquellos recuerdos fueran capaces de asesinarlo mientras dormía. Gracias a las personas que se unieron a su vida, pudo abrirla y permitir que la felicidad lo llene logrando disfrutar hasta los momentos más simples. Su hermano le sonrió mientras se acercaba a él, chocaron puños y se saludaron.

— ¿Todo listo? —Tommy preguntó elevando la voz de manera que resaltaba su acento sureño.
— Comencemos — respondió Carolina.

La sonrisa de la mujer iluminó el lugar, reflejando el blanco del suelo sobre sus pómulos. Su felicidad era genuina. No estaba acostumbrada a estar bien, ni siquiera cuando era una niña, solo era parte de un caos y la ligereza que venía después de él. No era capaz de salir de la tormenta, un huracán revolvía cada pieza que intentaba reconstruir. Un año atrás debido a una limpieza  que debieron hacer en los alrededores, sufrieron perdidas en el pueblo, pero luego comenzó a ir todo en subida. Caminatas libres, momentos de caza, casi no necesitaban hacer exploraciones. El pueblo se sustentaba solo y aquello era suficiente para sentirse complacida. 

Parado sobre una escalera, Joel tomó un extremo de la cadena de luces con bombillas del tamaño de su pulgar y Carolina el otro, con los pies sobre el suelo, comenzó a rodear la columna luego de que el hombre remache el cable sobre la madera. Él se reía del baile jocoso que ella hacía para finalizar su tarea. Finalmente rodeo todo el cilindro y acoplaron la tira al resto para poder encenderla. Quedaba precioso, era el toque cálido que necesitaba la época.

• Winter Bird • [ Joel Miller ]Where stories live. Discover now