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Siento que me falta la respiración, el pecho se me comprime y no puedo moverme. Abro los ojos rápidamente y me levanto un poco de la cama recobrando la respiración de un momento a otro. Miro a mi alrededor fijándome en las paredes y ventanas del hospital. A mi lado, Rosi está dormida en una incómoda silla azul, aunque ante el ruido que he hecho se ha levantado de un bote. Gruño al sentir un pinchazo en mi costado y llevo las manos a esa zona mientras se acerca a mí en un abrir y cerrar de ojos. Mi corazón va más acelerado de lo normal y el monitor a mi izquierda lo nota ya que empieza a emitir un pitido. Llega hasta mí con los brazos abiertos dándome todo el cariño posible y me envuelve entre ellos. Sin llegar a hablar, me derrumbo en su hombro al recordar la paliza que he recibido.

- ¿Y el bebé? -Es lo primero que digo, aún con mi cabeza en su pecho y llorando. - ¿He perdido al bebé? -Mi cuerpo se descompone al escuchar como la madre de mi novio me manda a callar.

Su negativa a hablar sobre ello me da la respuesta que necesito y me rompe. Posa su mano en mi cabeza dando lentas caricias intentando, dentro de lo posible, calmar un poco mi llanto. El bebé no era algo por lo que había pensado preocuparme así. En mi mente no entraba tenerlo. Sin embargo, me encuentro llorando a moco tendido junto a Rosi. Aunque pensándolo bien, es con la última persona que habría imaginado hacerlo.

Se dice que no se valora lo que se tiene hasta que se pierde y es verdad. No quería al bebé, para mí era un error que habíamos cometido Pedri y yo, pero ahora que ya no está... Esto me juega una mala pasada y mi cabeza me traiciona. Me imagino siendo madre, con un niño en los brazos, durmiéndolo, formando una familia, etc. Cosas que por el momento no van a pasar por mi culpa. Si no hubiera salido sola hasta su casa o le hubiera contado lo que pasaba antes, esto no estaría ocurriendo ahora.

-Tienes que tranquilizarte y descansar. -Susurra mi suegra aun frotando su mano por mi espalda. -Has salido de la operación hace casi un día y necesitas descansar. -Me quedo en blanco al escucharla, "operación".

Mi mirada se dirige a la ventana viendo el cielo oscuro, recuerdo haber llegado aquí de noche. La ambulancia se movía demasiado y no estuve mucho tiempo consciente. Aun así, recuerdo ser llevada por los pasillos blancos y los llamados de mi novio mientras me colocaban en la camilla. Así que, escucharla decir que llevo un día aquí no me llega a sorprender.

Ni siquiera me había dado cuenta de que un dolor punzante estaba penetrando mi costado ante el repentino movimiento. Tampoco me había percatado del vendaje en mi cabeza, al igual que en mi muñeca.

Me separo unos centímetros de Rosi, que me mira cautelosamente, para dejarme un poco de espacio personal. De nuevo, el cuerpo se me descompone. Unos sudores fríos comienzan a bajar por mi espalda y me mareo. Retiro la sábana que me está tapando, viendo los moratones que se encuentran en mis piernas y que poco puede cubrir la bata que me han puesto. No llevo mi ropa, lo que quiere decir que alguien me ha cambiado sin yo saberlo. Tampoco me apetece ponerme la ropa con la que me pegaron una paliza y perdí a mi hijo. Porque, aunque suene mal, es la cruda verdad. Me recuesto de malas maneras en el colchón y vuelvo a sentir el dolor en el costado que me hace apretar los dientes para no gritar. Tengo los ojos encharcados y ya no sé si es por el dolor o por el sentimiento de haber perdido al bebé. El maldito pitido que indica que mis constantes van aceleradas me pone de los nervios y mi cabeza casi explotando me tiene irritada.

Por otro lado, agradezco que la persona que esté aquí sea ella. Ha sido un gran apoyo siempre que lo he necesitado y no me ha dejado sola en ningún momento. A veces pienso que no le agradezco lo suficiente todo lo que hace por mí y que le pongo más pegas de las necesarias. Sin embargo, no me hubiera imaginado pasar por esto sin ella. Rosi no es ni de mi familia y ha hecho incluso mucho más, le debo mi vida.

Inmarcesible.-Pedri GonzalezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora