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La música dentro de esa arquitectura se paseaba armoniosamente entre las mesas de aquel bar, invitando poco a poco a cada individuo a bailar sutilmente al compás. Algunos llevaban consigo ya varios tragos de alcohol en sus sistemas, otros se mantenían al margen en expectativa de las ocurrencias o accidentes que traía consigo no poder actuar adecuadamente, como que tus pies tambaleen torpemente. Stroke siempre era furor los fines de semana, iniciando el viernes, los jóvenes de Forks concurrían a divertirse con la música o simplemente a platicar cómodamente en la amplia sección de asientos que este lugar ofrecía; colgaban del techo veladores de un estilo moderno que iluminaban tenuemente los espacios concurridos, la extensa barra recibía a cada cliente y los invitaba a tomar asiento a su alrededor, para un poco más de privacidad, contaban con cómodos sillones que rodeaban una mesa de sala.


Si querías cambiar el ritmo, al finalizar del pasillo, tenías la entrada a cuál sería la pista de baile, donde la música se elevaba por los aires y bailaba frenéticamente con aquellas personas que pisaban la pista. Los latidos acelerados de cada humano, quizás el roce de sus cuerpos unos con otros y ese intenso calor que debes en cuando provocaba más que coquetas sonrisas. Todos esos detonantes que podrían volver loco a cualquier depredador, sin embargo, para Antony, las cosas funcionaban de otra manera. Su haz bajo la manga era materializar sobre él, tan simple como lo era imaginar ser inmune a cada gota de sangre que se deslizaba sobre las arterías aceleradas de cada persona en el lugar, como bloquear cualquier aroma que lo incitara a revelar su naturaleza. Cada pequeño detalle que liberaría al predador que genuinamente era. Por eso era tan fácil para él mezclarse entre los grupos de personas, casi sin ser perceptible a la tentación de cualquier ojo curioso, tan maravillosa era esa mínima ilusión de seguir siendo un simple y mortal ser, sin embargo, tenía sus desventajas. Para su hermana, seguir fingiendo algo que ya no era, debía ser agotador, o en otras palabras, podrían debilitar ese autocontrol.

El pelinegro de cabellera recogida había hecho acto de presencia en el lugar, un suspiro casi imperceptible escapó de sus labios mientras sus pasos se movían lentamente, casi sigilosos, como si de verdad estuviera preguntándose si debía o no estar ahí. La mayoría de las veces, estuvo pensando que tanto debía participar de esta forma con jóvenes de su edad, a decir verdad, era alguien que mantenía conocimiento sobre las principales bases de reglas de los vampiros, sin embargo, era, tal vez, el único en su especie capaz de convivir como un humano en cortos periodos de tiempo, y aunque era limitado, le brindaba sensaciones casi olvidades por el pasar de los años, y es que, los recuerdos humanos solían desaparecer poco a poco. Salió de su mente cuando entro en su campo visual dos expresiones que reconocía a la perfección; Markus y Jane, dos humanos que llevaban aguardando la presencia de su amigo desde que llegaron puntualmente al lugar. Antony dibujó una sonrisa en sus labios casi de forma instantánea y sus pies se movieron con rumbo fijo hacia ellos. ¿De dónde los conocía? De la secundaria. Desde su ingreso a la misma, Markus y Jane congeniaron con él tan rápido, y es que el chico era muy extrovertido, no le tenía vergüenza a nada, y junto con Antony, se podría decir que eran el dúo de ocurrencias y estupideces, según la única mujer del grupo. Lo que a Antony o a Markus se le ocurriera, el otro iba detrás como si fuese la mejor idea jamás pensada en toda la extensión del planeta tierra, eran cómplices, eran mejores amigos. Y cada dos tontos, hay una persona con el suficiente nivel cerebral como para saber que lo que están haciendo esta terriblemente mal, y esa era Jane.

Déjame amarte. [ Jasper Hale x Oc Male. ]Where stories live. Discover now