Capítulo 2

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El característico sonido del canto de un gorrión hace que abra mis ojos y observe lo que hay a mi alrededor. Un campo lleno de flores de distintos colores, que a pesar de ser tan colorido, a mi mente solo transmitía la amargura y la tristeza que la realidad proporcionaba, mientras que las lágrimas acariciaban y mojaban esas heridas causadas por mi guerra interna. Siento hormigueo en la piel debido a la luz del sol, disfruto de los sonidos de la naturaleza que me rodean y me acunan, cada pequeño y maravilloso cuadro que me proporciona el bosque en el que me encuentro. Mi cuerpo es abrazado por las inmensas ramas de un roble que se ha convertido en un confortable amigo al que acudo cuando necesito pensar, leer o simplemente desconectar. Los momentos más inolvidables son los inviernos cuando se viste con su característico manto blanco que le esconde como si de un tesoro se tratase y tuviera que encontrarlo. A su sombra había terminado incontables libros y dibujos, pues el simple hecho de estar allí me ofrecía una deliciosa inspiración. Mi abuelo me había mostrado este lugar y no podía estar más agradecida. Era como si mis ansias de volar lejos de estos cuatro muros que se habían formado a mi alrededor como un castillo indestructible, se rompieran en mil pedazos y de entre sus grietas un gorrión surcara entre los pentagramas del cielo en la búsqueda de una compañera que lo siguiera en su dulce canción.

Tras sacudirme la hierba que había quedado adherida a mi ropa, recogí mi bicicleta y emprendí camino por el sendero en dirección contraría al paraíso que mi abuelo me había proporcionado. Mientras caminaba, el paisaje se antojaba fantástico y mi mente podía llegar a crear historias de todo tipo, pero todas tenían como principal lugar de los hechos mi anhelado bosque. Amantes que se buscan a escondidas de sus padres y ahogan su pasión bajo el roble, enamorados de lo prohibido, el ayuntamiento carnal de un amor puro e inmortal entre las sombras del narrador de tantas secretas, imposibles y hermosas historias.

Cuando salí del bosque apenas quedaba una hora para que cayera el sol. Al pasar por el cartel de bienvenida rememoré el instante en el que por quinta vez consecutiva ese mismo cartel tuvo que ser cambiado a causa de jóvenes, ahora ya adultos, que lanzaban huevos cada vez que el alcalde lo mandaba limpiar a principios de cada verano. Sonriendo subí varias cuestas empedradas donde a cuyos lados se encontraban pequeñas casas de colores adosadas con las ventanas abiertas. Saludé a la señora González y a su pequeño nieto Javi, los cuales rentaban un pequeño establecimiento de panadería que cada día acudía a tomar un pequeño desayuno.

Al llegar a la plaza me encontré con la escena de algunos de mis amigos que estaban bañándose en una gran fuente que databa del siglo XV. Poca gente conocía aquel apunte, pues ni siquiera había una placa para recordarlo. Al comienzo de cada verano colocaba un trozo de cartón con esa información, pero a los pocos días e incluso horas, desaparecía y nunca lo volvía a poner porque, sinceramente, tenía muchas cosas que hacer para perder el tiempo en algo que al parecer no interesaba.

– ¡Noa!

La voz de Alejandro llegó a mi como un suave soplo de viento. Me encaminé hacia él con una sonrisa.

Otro tranquilo verano más, aquí.

O eso creía.

Me bajé de la bicicleta y observé como los rayos del sol me mostraban a contraluz su hermosa y atlética figura. Tal vez era el hilo dorado que escondía sus rasgos, el mar azulado que me introducía dentro de un viaje donde los personajes principales eran sus trazos aniñados y su tez blanca; o quizás era porque deseaba no apartar mi mirada de la persona que con sus perlas brillantes y blanquecinas me sonreía mostrando la más perfecta figura de la masculinidad.

Alejandro me ofreció bañarme con él y otros amigos pero rechacé amablemente su propuesta con una sonrisa. Después de mi rutino baño en el río colina abajo en esa misma tarde, aquello no me pareció lo más apetecible. Además, tenía ganas de volver a casa, ya que posteriormente de la cena de cada día, podría contemplar junto a mis padres, las noches estrelladas para despedir el día, como hacían cada verano.

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⏰ Last updated: Apr 11 ⏰

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