3

37 9 0
                                    

Jungkook, 20 años...


Al momento en que entramos en el ascensor, el sonido de la música y la risa nos rodeó.

—Parece que esta fiesta podría valer nuestro tiempo —dijo Taehyung, comprobando su aspecto en el reflejo de las puertas. Excepto por nuestros rasgos faciales en general, no nos parecíamos mucho. Seguía siendo la viva imagen de mi padre, los mismos ojos fríos y grises, el mismo cabello negro, pero nunca lo usaba de la misma manera repugnante peinada hacia atrás que él.

—Esa sería una ventaja, pero la razón principal por la que estamos aquí es por las conexiones.

El apartamento pertenecía al senador Lee, quien estaba fuera por negocios con su esposa. Su hijo, Taeyong, aprovechó la oportunidad para organizar una fiesta, invitando a casi todos los que importaban en Busan.

Taeyong nos esperó en la puerta abierta cuando Taehyung y yo salimos al pasillo. Era la primera vez que veía a Lee Taeyong sin traje, ya que estaba intentando seguir los pasos de su padre. Él nos saludó con una sonrisa torcida, ya ebrio.

Asentí hacia él. Por un momento, pareció como si quisiera abrazarme como tantas personas tendían a hacer con todos, pero luego se lo pensó mejor. Bien por él.

—Me alegra tanto que pudieran venir —dijo arrastrando las palabras—. Tomen una copa. Reservé unos cuantos camareros que pueden preparar cualquier cóctel que quieran.

El ático estaba lleno de invitados y la música palpitaba en mis sienes. Taehyung y yo no beberíamos mucho, nada en todo caso. Habíamos aprendido de nuestros errores del pasado, incluso si la multitud actual no representara ningún peligro. La mayoría se mearían en los pantalones si supieran la mitad de las cosas que Taehyung y yo habíamos hecho desde que nos habíamos convertido en hombres de la mafia. Por así decirlo, solo conocían los rumores. Oficialmente, éramos los herederos del empresario, magnate inmobiliario y propietario de clubes, Jeon Jicheol.

Para el momento en que entramos, la gente comenzó a susurrar. Siempre era lo mismo. Taeyong señaló el bar y el buffet, pero apenas escuché. Mis ojos se dirigieron a la pista de baile, que se había instalado en el centro del gran espacio abierto que debe haber sido la sala de estar antes de que se retiraran los muebles para la fiesta. Varias chicas que habían estado bailando con hijos de otros políticos lanzaban miradas hacia nosotros.

Taehyung y yo intercambiamos una mirada. Las amantes de las emociones fuertes estaban a punto de rodearnos. Este tipo de chicas, de buenas familias, mimadas y totalmente aburridas, eran nuestra principal presa. No acabarían intentando matarnos.

Una de las chicas, una bomba sexual rubia alta con tetas falsas y un atuendo que se aferraba a su cuerpo como una segunda piel, comenzó a follarme con los ojos de inmediato. Dejó atónito a su compañero de baile al dejarlo parado en la pista de baile y se acercó a mí seductoramente en sus tacones altos.

Taeyong gimió. Le eché un vistazo.

—Esa es mi hermano menor, Sooyoung.

Fruncí el ceño. Esto podría complicar mis planes. Taeyong me miró, luego a Sooyoung.

—No me importa si intentas conquistarla. De todos modos, hace lo que quiere. Siempre está en la búsqueda de su próxima conquista, pero muchas salchichas han sido sumergidas en ese frasco de mostaza, si me entiendes.

Mis cejas se alzaron. No me importaba si Sooyoung se había follado a la mitad de la población masculina de Busan. Era para follar y mamar, nada más. Pero si yo tuviera una hermano, definitivamente me importaría si actuaba así, a diferencia de Taeyong.

TRIPLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora