Capítulo: 40✔️

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Su cálida y entrecortada respiración en mi cuello me hace darme cuenta de que algo no está del todo bien

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Su cálida y entrecortada respiración en mi cuello me hace darme cuenta de que algo no está del todo bien. Al tomarla de los hombros y mirarla a los ojos, encuentro los suyos cerrados, confirmando mis temores.

¿Por qué cada vez que se estresa o está triste le sucede esto?

Mientras la acomodo en mis brazos, sus padres, que hasta hace un momento estaban hablando con Carlos, se voltean hacia mí al percatarse de lo sucedido.

—¿Qué le pasó a mi Emma? —su madre, quien a mi parecer es la más sensata de los dos (solo un poco), parece apresurarse, con los ojos llenos de preocupación, hasta llegar a donde la sostengo en brazos.

—¿Qué ocurrió con ella? —ese idiota de Carlos parece venir decidido a tocarla, pero se detiene en seco al encontrarse con mi rostro, mis persistentes celos hacia él nada difuminados en mis facciones, haciéndolo retroceder un poco.

Sí, ven, tócale un pelo si te atreves.

—Llamaré a un doctor —justifica, desviando la vista hacia el lado para acto seguido librarme de su molesta presencia.

—Lo que nos faltaba: un macarra bebé en la familia —murmura su padre con desaprobación, apretando los dientes con tensión reflejada en su rostro.

—Ay, por favor, Emilio, ni menciones esa posibilidad —en un gesto dramático, se lleva la mano al pecho.

¿Qué? ¿Bebé? ¿Hay posibilidad de...?

No, no, me niego a mencionar eso.

Mis ojos se desvía nuevamente hacia ella, totalmente indefensa y liviana como una pluma entre mis brazos que la cuidan y la protegen.

—Es que es lo más lógico. ¿Qué esperabas? ¿Que tu hija se escapara de casa para jugar canicas? —agrega con sarcasmo, mostrando su preocupación de forma brusca.

¡Qué no, Señor, ya cállese!

Lo peor es que ni siquiera lo recuerdo. Todo ha sido tan explosivo, intenso, nuevo para nosotros estos últimos días que ni siquiera recuerdo si usamos protección. Cada detalle de esos momentos se desvanece en la neblina de lo inesperado.

Minutos después, el doctor no tarda en medir su presión, su temperatura, los latidos de su corazón y aparentemente todo está correcto en ella.

—La salud de su hija es perfecta, les juro que no entiendo qué le puede estar pasando —dice mientras acomoda sus espejuelos sobre su nariz.

—Más me lo confirma usted ahora con esas palabras —interviene el padre de Emma.

—¿Qué le confirmé? ¿A qué se refiere?

—¿Existe la posibilidad de que los desmayos que está experimentando sean síntomas comunes en el embarazo? —su pregunta pesa en mi pecho, casi sintiendo que mi corazón se encoge del miedo inminente.

Roma: Al derecho y al revés, es amor © #1 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora