Capítulo 5

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—¿Por qué coño tienen que ganar siempre los mismos? Un poquito de diversidad, por favor— me quejo al ver que Max había ganado el Gran Premio de Bakú también.

—Porque tienen el mejor coche y quieren ganar— me contesta Alan, al lado mío.

—Ya pero, podrían tener un poquito de empatía y dejar que alguna carrera la gane otro equipo, aunque ellos queden también en el podium, ¿No?— le contesto.

—Sí, claro, cada carrera uno diferente, ¿No?— se burla.— Si fueran así las cosas, hasta mi abuela podría ganar una carrera de Fórmula 1.

—Aún encima que te digo una idea brillante, vas y me vacilas… Es increíble lo tuyo.

—Sí, sí, lo que tú me digas— me responde dándose la vuelta.— Voy a ir a la cafetería, ¿Quieres algo?

—Mejor te acompaño, que a lo mejor me echas veneno en el café— contesto, acompañándolo hasta la cafetería.

Llegamos a ella, pedimos lo que queríamos en la barra y  nos sentamos en unas sillas, para poder esperar más cómodamente.

Estábamos hablando de nuevo de la carrera, cuando veo pasar a Russell por enfrente del hospitality. A diferencia de lo que pensaba que iba a suceder (que iba a pasar de largo), se paró enfrente de mí y me saludó con la mano desde la distancia. Yo disimuladamente, también lo saludé con la cabeza. Como ví que tenía intención de venir a hablar conmigo, preferí indicarle con la mano que no lo hiciera y mirara el móvil.

—¿A quién le haces tantas señas?— me pregunta Alan, haciendo que me sobresaltara, ya que yo creía que él no me había pillado al estar cogiendo las cosas en la barra.

—Oh, nada, nada, a nadie, solamente estaba haciendo… señas— contesto, intentando parecer lo más normal posible.

—Ah, vale…— contesta aún no muy convencido.— Da igual, aquí tienes tu café.

—Vale, muchas gracias Alancito— le contesto con una sonrisa. De reojo, miro por la cristalera y cuando veo que no hay nadie allí, me quedo tranquila

Como todavía no le había enviado el mensaje a Russell, y tampoco quería que se lo tomara a mal, se lo envié en ese momento.

Al momento recibí su respuesta, la cual no me sorprendió: después quería que nos viéramos en mi habitación. ¿Para qué? Echarle imaginación.

•  •  •

—No… No pares, sigue, que estoy apunto— digo entre jadeos, viendo como cada vez bajaba más la velocidad de sus dedos.

—Tranquila, que esto te va a gustar más— contesta, para luego parar de inmediato. Un poco inquieta por la tardanza, miro hacia él y lo veo colocarse el condón, para luego agarrársela y penetrarme con fuerza, haciendo que soltara un gemido por todo lo alto. Él esbozó una sonrisa y comentó.— Sabía que te iba a gustar.

Durante unos pocos segundos estuvo quieto para que me acostumbrara un poco al tamaño, pero en cuanto pudo, comenzó a moverse de arriba a abajo, embistiéndome como me gustaba, pero todavía no me era suficiente.

—Sigue… sigue con los dedos— le ordeno entre jadeos.

—A sus órdenes— me contesta para luego acatar mis ordenes, haciendo mi placer se intensificara mucho más.

—Ay… Dios…— gimo, intentando controlar mi volumen para que nadie levantara sospechas de qué estábamos follando.— Joder, George…

—Me encanta cuando gimes mi nombre, rubita— dice él con una sonrisa ladeada.

Perdona si te quiero || George Russell ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora