Sinopsis: El sufrimiento y la agonía, la sumisión y el desespero

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Las ataduras no son solamente cuerdas que te mantienen fijo en un sitio del cual no te puedes mover. Las ataduras también sobrepasan dimensiones; la de nosotros dos es una atadura emocional y mortal.

Él suele ser una persona con unos; conmigo es otro. Aun así, yo en ningún momento me salvo de recibirlo de la peor manera. Por un momento estuve seguro de querer morir bajo sus garras, consumido por su ego, derrotado por su maldad y hecho añicos por su sadismo. Pero, cuando me di cuenta de que su toque solo me ocasionaría terror, y que jamás terminaría con mi muerte, decidí que era mejor dejar las cosas tranquilas y ponerme una máscara que disfrazara el dolor.

Solo que empeoró; todo entre mi mente y alma empeoró con él.

Él me destrozó, me tomó como suyo, me reclamó obsesionado, me convirtió en otro, y aquella atadura, que creí que en algún momento se soltaría, se fortaleció con el paso del tiempo.

¿Soy un masoquista? En cierto modo debería decir que sí, porque aunque no me gusta sentir el infierno, continúo gozando las llamas que se adentran sin quemar, no importando si grito cuando empiezan a desgarrarme al no poder soportar el suplicio. Después de todo, él es quien enciende el fuego de un averno dentro de mí, me ve consumiéndome y luego se encarga de apagarlo hasta que soy cenizas, de las cuales renazco para volver a soportar algo más fuerte.

Admito que algo me unió a él.

La admiración ciega, la idealización, la sangre, las armas, la envidia, el vacío existencial en el que quedamos al morir, el poder de hacer hasta lo imposible por tener algo, la obsesión enfermiza que te consume desde el fondo, la determinación, la necesidad de poseernos; todo eso fue lo que me terminó uniendo a él. El sentimiento que yo le tengo es diferente al que me tiene él a mí; sin embargo, parten de la misma rama: una atadura.

No necesitó palabras bonitas para tenerme, no necesitó afecto, no necesitó fingir, no necesitó disfrazarse de bienintencionado. Creo que esa es la peor parte, porque mis sentimientos pudieran ser entendidos por mí mismo si hubiese hecho eso, pero jamás fue así. Al contrario, siempre fue directo, siempre dejó sus intenciones claras. Estuve desde un primer momento al tanto de que él era alguien peligroso, lleno de maldad, repleto de secretos y atormentado de mil formas.

Y siempre he sabido que goza lastimarme hasta ahogarme en una tortura. Es un demonio con alma, un alma que se llena con los gritos de horror que provoca en otros. ¿La peor parte? Aunque es una persona que puede compararse con lo más infame y cruel, a su vez puede ser lo más sereno cuando quiere; por esa razón hay veces que está tan irreconocible.

¿Lo odio? Pues obviamente lo hago, eso me hace saber que sigo cuerdo.

¿Lo quiero? Puede que sí, solo que quizá no como debería.

Prometió atormentarme; lo hizo.

Prometió hostigarme; lo hizo.

Prometió destruirme; lo hizo.

Prometió matarme... y estoy seguro de que lo hizo.

Kim Taehyung es mío, ¿pero el resto de él?

El resto de él soy yo.







Aquel hombre tenía un lugar reservado en las puertas del infierno, si es que existía.

Era un hombre con una mente retorcida y depravada en toda su extensión. Su apariencia era preciosa por fuera, como un diamante en bruto, pero por dentro su alma tenía una cantidad de maldad inconmensurable; era horrible y detestable. Él era el espíritu de un verdugo que gozaba del sufrimiento ajeno.

V, así se apodaba. Ese nombre —o simple letra—, provocaba escalofríos hacia cualquiera conocedor de sus más grandes atrocidades, e incluso las más pequeñas. No era para menos, pues quien estuviera en contra de ellas terminaba como uno más.

V se ganaba la vida arrebatándole la existencia a quien fuera, no importaba edad, ni sexo, ni clase social; tampoco si eran simples víctimas inocentes. Si había dinero de por medio, él y sus esclavos se encargaban de hacerle tener los peores últimos días de su vida a cualquiera. Aparte de ello, V también sentía placer asesinando fuera del sicariato al que se dedicaba. Nunca tenía claro a quién se lo haría; cuando el deseo de sufrimiento entraba en su mente, cometía sus vastas inmundicias. Algunos se habían ido al otro lado en paz, sin conocer aquella faceta siniestra; habían tenido la mejor suerte del mundo. Otros terminaron sufriendo hasta agonizar y perder el conocimiento, luego de suplicar incontables veces que querían morir.

V era un sicario; psicópata, despiadado, maníaco, sádico como ninguno.

Corría el año 2013 y, bajo el encargo de un político, a V le dieron la orden de asesinar a un mafioso: Jeon Jaeban, pero este huyó del país. V dio con su hijo, Jeon Jungkook, y le tomó de rehén para presionar el regreso de su padre. Jungkook estaba en el lugar correcto, pero en el momento equivocado, y fue la víctima perfecta para usarlo de carnada. El político quería venganza contra Jaeban porque mató a su hijo, así que al dar con el padre le asesinarían, y después el heredero no importaba.

Jaeban jamás llegó a tiempo, así que a V le dieron una nueva orden: no dejar rastro de Jeon Jungkook.

Cuando V lo miró, Jungkook era el chico con los ojos más brillantes que había visto en su vida, y con una sonrisa radiante que comparó con el brillo de las estrellas. Tenía el rostro de un ángel, uno que quedó en su memoria por demasiado tiempo, mucho antes de siquiera tocarle. Así que, al tenerlo consigo con la orden de matarlo, se divertiría un largo rato antes de enviarlo en pedazos a unos cuantos metros bajo tierra.

V solo lo prolongaba esperando el momento justo, y el momento justo llegó de la manera menos esperada, convirtiendo todos sus caprichos en un deseo imposible de crear; matar a Jeon Jungkook.

Al menos no aún.

Porque ahora Kim Taehyung lo quería con él, costara lo que costara y llevándose por el medio a quien fuese. Lo adoraba; era suyo después de todo.

Y, de todas las maneras posibles, Kim Taehyung lo tuvo; desde las peores hasta las más sanas. Aquello porque sintió todo lo que jamás pensó sentir por alguien, a quien mantuvo encerrado en las cuatro paredes de una habitación, entre los muros de sus pensamientos y dentro de la coraza de un espíritu rasgado a muerte por recuerdos inmundos.

Jungkook conoció a V y a Kim Taehyung, y ambos hicieron que Jungkook se desconociera de sí mismo.



''Una víctima jamás será un victimario, si siempre está del lado de quien le hace sufrir''.

V de Verdugo.



𝐕 𝐃𝐄 𝐕𝐄𝐑𝐃𝐔𝐆𝐎 ↬ 𝐓𝐚𝐞𝐊𝐨𝐨𝐤On viuen les histories. Descobreix ara