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“... La muerte como el amor,

no distingue entre 

clases sociales…”


—¿Qué le diremos a Jongho?— le pregunto San a su esposa, mientras esta doblaba su ropa con cuidado, colocándola en la maleta nueva que aquella misma mañana Wooyoung le había hecho llegar a su casa, acompañada de montones de bolsas de ropa nueva de todos los estilos, comprada a su gusto y su medida exacta.

—Solo que tienes que irte de viaje de trabajo, como asistente de alguien y nada más— respondió sentándose en la cama junto a él, tomando su mano y acariciándola con cuidado.

—No sé qué es lo que debo sentir ahora mismo, ni como tomarme esta situación— dijo preocupada, refugiándose en el pecho de San cuando esté la abrazó con dulzura 

—cariño exclusivamente es trabajo, no haré nada de lo que pueda arrepentirme después, él me aseguró que solo debía tomarle la mano y sonreírle nada más, no te preocupes, sabes que te amo a ti— la consoló dejando besos en su cabeza.

Amaba a esa mujer con todo su corazón, sabía que nadie jamás le haría sentir todo lo que ella le había hecho vivir.

—Te quiero San, por eso tengo miedo— la maleta quedó allí abierta a un costado de ellos, mientras se abrazaban en silencio disfrutando de la compañía mutua, reforzando aquellos lazos que ni los años ni el sufrimiento habían logrado romper.

—¿Se van?— se oyó la voz de Jongho en la puerta de la habitación, acompañado de la cabecita de Yeosang que se asomaba detrás de él.

—Tengo que acompañar a mi jefe en un viaje, pero en una semana estaré de vuelta— le dijo tomándolo en brazos y dándole vueltas para dejarlo sobre la cama junto a su madre.

—¿Me traerás un regalo?— pidió con carita de inocencia y los ojitos brillantes, ya que dado su condición económica no era que recibiera muchos de estos.

—Claro que si… te traeré arena de la playa y caracoles de mar— 

—Papá quiero un regalo de verdad… no eso…— soltó haciendo un enorme puchero que a San le apuñaló en medio del corazón 

—Está bien campeón, te traeré un regalo de verdad, de esos que se compran con billetes— y sonrió al ver como su hijo sonreía del gusto, curioseando dentro de la maleta para ver que había en ella.

—¿Te tienes que poner un traje?— le preguntó señalando la percha que había colgada en la puerta del armario.

—Mi jefe es muy estirado y sí, tengo que ir vestido como un señor— añadió.

—Eso no te pega papá, me gusta más cuando estás con la ropa de estar por casa jugando conmigo— volvió a hacer puchero. 

—Algún día tú serás un señor elegante y bien vestido, y no tendrás que estar preocupándote por el dinero— le miró serio, con aquella necesidad interna de decirle muchísimas cosas sin decir ninguna.

Un rato después un coche elegante le esperaba en la puerta y San Se despidió de su hijo y su mujer, dejando las instrucciones a la señora que vino a quedarse allí a ocuparse de Jongho.

—Yeosang, cuida a mi bebé por favor— le rogó apretándole el hombro 

—Sé que lo quieres mucho y confió en ti— le dijo al oído sin que nadie lo notara, dejándole de piedra parado en su lugar con las mejillas sonrojadas.

Le sudaban las manos, no podía evitarlo, estaba nervioso y se sentía fuera de sitio, el traje le incomodaba y más cuando ni siquiera le dejaban llevar por sí mismo su maleta, siendo tratado por sus propios compañeros de trabajo como “señor San”.

¿Cuál es el precio de un corazón? Woosan SanwooDove le storie prendono vita. Scoprilo ora