20. Instintos

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«Los que nos prometen el paraíso en la tierra nunca trajeron más que el infierno»

Es terrible. Me gustaría meter la cabeza en una picadora de carne, quizá de esa forma pueda terminar con estas horrorosas sensaciones. Pero con mi suerte seguramente termino sobreviviendo. Además, dudo que alguien me deje siquiera acercarme a la cocina, últimamente han sido más reticentes a tenerme deambulando por ahí. Supongo que se debe a que ahora no tengo una posición exacta en la que encajar, no soy un criador (no del todo), tampoco soy el omega de un alfa (no del todo).

Pero la chiquilla en medio de 'nuestra' habitación sí que encaja. Ella definitivamente es una criadora, una que, al igual que yo, nunca ha sido usada. Demasiado joven para ser encontrada capaz de resistir la semilla de un alfa. Ahora ha crecido, ahora si puede con ello. Me es repugnante.

Le miro y ella me regresa la mirada. Está vestida con lo mismo que me obligaron a usar en mi primer día dentro del Edén, pero ella no parece incómoda o alterada, ella de seguro sabe más cosas que yo.

Xiu entra después de un rato y le sonríe a la pobre chica.

—Es muda —me dice, leyendo el rumbo de mis pensamientos.

—Ah.

Mejor así, nunca fui bueno consolando personas, tampoco es que haya tenido muchas oportunidades. Mamá me consolaba de pequeño, entonces en los laboratorios no había sentimientos por lo que no existía el consuelo. Pienso en Haechan, él de seguro tiene una forma brusca de consolar, a mí me dio golpiza tras golpiza hasta que me sentí mejor conmigo mismo.

De alguna manera creo que me hizo terapia de shock.

Renjun y Karina fueron más dulces, me hablaron con suavidad y reconstruyeron poco a poco las piezas rotas de mi interior. No podría servir para eso, de seguro solo terminaría estropeando a la persona involucrada.

Y es un alivio que no deba ponerme a averiguar cómo hacer sentir cómodo a alguien en mi presencia. Dudo que lo logre alguna vez, aunque Xiu parece haberse acostumbrado a tenerme alrededor.

—¿Dónde se fue el hijo del Señor Lee?

Señalo vagamente a la chica arrodillada sobre la alfombra. Quiero decirle que se levante, que no luzca como una marioneta incapaz de ejercer su voluntad. ¿Pero no habría sido yo igual si ese camión nunca hubiese volcado? Dios, pensarlo me retuerce las tripas.

—Ella le clavó las garras en el bosque, esa médica perturbadora lo está atendiendo en la sala.

—¿Cómo te sientes con la nueva adquisición de tu alfa?

—No la llames así. —La niña nos mira por entre sus mechones caoba, esos ojos azules brillarían incluso en la oscuridad. Es preciosa y parece más joven de lo que realmente es. Una parte de mí se remueve inquieta. —¿Qué es lo que has venido a decirme?

—Nada, solo algunos rumores. Todos creen que eres un criador inservible, así que el alfa tomó a la chica. —Xiu me examina de arriba abajo, hasta huele mi cabello y el contorno de mi cuello. Me alejo antes de que pueda llegar a la marca. —Hueles bastante fértil para mí.

Tal vez es mejor que piensen eso, tal vez de esa forma pueda dejar de sentir que me acosan como si fuese una clase de alimaña metida en las alcantarillas de su casa. Evito hacerle caso a esa molesta vocecita que me grita cuán vergonzoso es ser encontrado inservible. El doc hizo su mejor esfuerzo conmigo, me quitó todo lo que me hacía ser quien era e implantó estas feas ideas en mi cabeza. Por un segundo quiero arrancarle los ojos a la muchacha, porque «Él es mío, mi alfa»

Suena ridículo.

Me cubro la boca y evito los ojos de Xiu a toda costa.

El alfa entra en ese momento, respiro su aroma que me transporta bajo la lluvia de verano, o a un invierno en el bosque junto al fuego.  Miro con anhelo el armario entreabierto, debería esconderme allí por un tiempo, huele seguro dentro; a tierra, madera y poliéster. Pero me niego a demostrarle cuánto me afecta, yo fui quien le pidió en primer lugar que hiciese esto.

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