Capitulo 9: Chance

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Era divertido ver cómo Severus lo ignoraba. Desde mirar hacia abajo y concentrarse completamente en su comida hasta cómo se levantó y aceleró, y salió del pasillo para evitarlo. Sin embargo, James era más rápido que él. Sus victorias en Quidditch no se debían a su costosa escoba, como siempre intentaban acusarle los celosos jugadores de Slytherin. Sino por su intenso entrenamiento para aprovecharla al máximo con ejercicios para mejorar la agilidad y la resistencia. Así que no era de extrañar la facilidad con la que atrapó a la pequeña serpiente que intentaba escabullirse de él.

"¿Qué quieres?"

preguntó Severus con un claro tono nervioso. Esperaba que James no sacara el tema de la cinta del pelo. Sería vergonzoso que lo señalara, porque justo ayer había gritado a los cuatro vientos que odiaba a James. Y hoy llevaba una cinta para el pelo hecha por la misma persona a la que decía odiar.

Esperando con la respiración contenida, se preparó para la burla, pero se sorprendió bastante por la respuesta que obtuvo.

"Me dejaste ayer, no fuimos capaces de completar la poción. Y antes de que digas nada podemos hacerla hoy en tu dormitorio. Tengo los ingredientes listos. Lo único que necesito es tu visto bueno".

dijo James aparentando ser todo negocios, lo cual no era para nada lo que Severus esperaba. No obstante, se alegraba de que la conversación no fuera a resultar incómoda ni de que fuera a salir a relucir nada de la... discusión de ayer. Su dignidad estaba intacta y el nerviosismo que llevaba dentro se había aplacado.

"Sí, eso sería muy agradable. Vamos, Potter, sígueme a los dormitorios de Slytherin".

Severus se resistió a añadir que James probablemente podría encontrar los dormitorios de Slytherin y entrar él mismo, ya que había sido capaz de entrar para regalarle la cinta del pelo mientras dormía. Por muy inteligente que hubiera sido esa réplica, sólo habría llevado la conversación a cómo llevaba el regalo en la muñeca. Y ese hecho sólo sería munición útil para Potter en el intercambio de púas en que se convertiría su conversación.

Y así, dejando que el Gryffindor cargara con los ingredientes él solo, los dos caminaron juntos hacia los dormitorios de Slytherin situados en las mazmorras. James porque no quería arruinar la oportunidad de volver a estar a solas con Severus y Snape porque no estaba seguro de qué podían hablar. Las charlas triviales eran algo que el chico de Slytherin detestaba ya que no eran más que formalidades, que en realidad, no significaban nada en absoluto y tenían el mismo peso que masticar aire para él.

Los pocos alumnos que se habían levantado temprano y se dirigían al vestíbulo miraban el extraño espectáculo que tenían ante ellos, un Slytherin y un Gryffindor caminando juntos uno al lado del otro. Las amistades e incluso los romances entre casas eran algo común y no sorprendía ver el rojo y el dorado junto al amarillo y el negro o el azul y el bronce. Lo que no era común, sin embargo, era ver al verde y al plateado junto a cualquier otro color de casa. Al menos de buena gana.

Es más, se trataba de los infames James Potter y Severus Snape. Ambos tenían ya un nombre en Hogwarts sólo por su rivalidad. Así que los espectadores y transeúntes pensaron que era curioso verlos actuar como magos civilizados y no enfrentados por una vez. Pero el espectáculo habría sido más curioso si hubiesen mirado más de cerca al chico de Slytherin y captado el brillo del oro bajo la manga.

Desgraciadamente, nadie miró con demasiada atención, ya que los retortijones de hambre de la mañana consumían sus pensamientos, haciendo que los estudiantes prestaran más atención a su destino, el Gran Comedor, dejando atrás a los dos improbables compañeros de pociones.

Bajando las escaleras hacia las mazmorras James extremó las precauciones para asegurarse de que el caro huevo que Malfoy les había procurado no se rompiera antes de lo debido. Pero el fango y la mugre de las inmundas mazmorras hicieron acto de presencia de la peor forma posible haciendo que James resbalara y cayera. Abrazando los ingredientes contra su pecho para protegerlos, Potter se preparó para el impacto de su cráneo contra el suelo de piedra pero, en lugar de eso, su coronilla fue recibida por un suave cojín seguido del sonido de un gemido dolorido.

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