Tres

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Ha pasado una semana desde que llegó a ese universo sin razón aparente, una semana entera lleno de trabajo que ha afectado negativamente a su cuerpo, estirándose en su cama para escuchar sus huesos crujir y arrepentirse cuando sus músculos lo hicieron quejarse de dolor. Trabajar incesantemente en la tarde bajo el arduo sol es agotador como doloroso, pero mantiene su mente cansada como para pensar en las miradas que le dedican algunos pueblerinos, avanzando notablemente con la construcción al punto en que ya lo único que resta es el techo, teniendo un peso menos sobre sus hombros cuando se le indicó que las ventanas ya sería asunto del carpintero.

En unos días estaría libre del trabajo más agotador de su castigo.

Por otro lado, durante su estadía no se le ha permitido relacionarse con el resto de pueblerinos del lugar, tampoco es como que ellos se muestren emocionados por compartir algunas palabras con él, pero una pequeña charla no estaría mal, encontrándose agotado de escuchar a Natalan parlotear sobre como Soarinng rechazó su propuesta de vivir un tiempo en su casa por ir con su futuro prometido.

Al parecer era mal visto que una pareja viviera juntos antes de casarse y convertirse oficialmente en una familia, pero ese pueblo rompe la mayoría de estereotipos, habiendo sus excepciones claro esta; siendo honestos, ya no desea escuchar más al pelinegro de ojo azul quejarse sobre como Locochon no podría darle la vida que merece al castaño. Era aterrador pensar en las similitudes de sus universos, pero eso es algo que debe callar a menos que quiera ser tachado de loco.

Nadie en ese lugar venía de otra dimensión, todos se conocieron allí, muchos llegando al buscar un lugar donde vivir cuando sus anteriores hogares fueron destruidos por bandidos, siendo recibidos con los brazos abiertos. Muchos llevan años conociéndose, otros llegaron hace poco; no obstante, Natalan jamás pareció conocer al Duxo de ese lugar, pero Soarinng sí.

Si quiere saciar su curiosidad, lo mejor sería hablar con él, lo cual era todo un reto tomando en cuenta lo mucho que lo esquiva el castaño. En todo caso, tiene tiempo de sobra para indagar, así que con ello en mente, se coloca de pie para dar inicio a su día, repitiendo la misma rutina monótona que ha adquirido esos días, lavar su rostro, enjuagar su boca y básicamente, cumplir con sus necesidades básicas.

Una vez lo principal está hecho, sólo necesita esperar a que el oficial llegue a la comisaria para comenzar su turno, y mientras está a la espera, aprovecha de cumplir con una rutina suave de ejercicio; es imposible que pierda su forma al estar trabajando constantemente con fuerza, pero el aburrimiento lo impulsa a realizar cosas de ese estilo. Le gustaría poder pedir algún objeto que le ayude a pasar el rato, pero no pueden mimar a un forastero que se supone está prisionero.

Cuando escucha la voz de Natalan anunciando su llegada a la comisaria, ya se está preparando para colocarse de pie y ser liberado de su celda; sin embargo...

No, lo siento, hoy te quedas aquí — Duxo parpadea unos segundos.

¿Qué? — está perplejo, siendo lo único que puede decir en lo que asimila sus palabras, pensando que tal vez había escuchado mal, pero al repasar lo que el contrario ha dicho mientras lo observa sentarse en su escritorio, se da cuenta de que no está bromeando — Pero... ¡La casa de Soarinng ya casi está terminada!

No debería estar molesto, le están regalando un día de descanso por el cuál estar agradecido, pero una vez ha tenido un gran progreso con la construcción, sólo deseaba poder cumplir cuanto antes y desear así ser liberado. Puede ver aquello como una clase de sabotaje, un día de descanso en una celda donde no tiene mucho más que hacer que soportar el hedor de su cuerpo al llevar dos días sin una buena ducha, cantando canciones que Natalan no es capaz de seguir al no ser de esa época.

The Sheriff | WBNSxMCUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum