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𝗢𝗹𝗶𝘃𝗶𝗮 𝗞𝗲𝗲𝗻𝗲

Mi padre llamó a la puerta de los Díaz para recoger a Miguel para el entrenamiento.

—Hola—saludó Carmen con una sonrisa.

—Hola.

—Hola—dijo papá.

—Tu alumno está listo para entrenar a tope—mencionó la rizada.

—¿Ah, sí?—cuestionó papá—. Eso ya lo veremos.

Me acerqué a Miguel para dejar un pequeño beso en sus labios.

—Hola—lo saludé.

—Hola—dijo él sonriendo antes de ir a por su mochila—. A ver. Voy a... Ay, creo que... olvidé la botella de agua en el coche.

—La llave está en la mesilla—respondió su madre.

—Vale—dijo Miguel para luego ir.

Noté como mi padre y Carmen se alejaban un poco de donde yo estaba para hablar. Extraño, la verdad.

Miguel volvió de la habitación.

—Sensei—habló Miguel para luego levantar una cinta—. Creo que esto es suyo.

Mi padre y Carmen se miraron, y yo los observé encarando una ceja.

¿Como me lo iba a volver a negar ahora?

—Bien, sentaos ahí un momento—dijo Carmen señalando uno de los sofás.

Ellos dos se sentaron en el otro para comenzar a hablar a la vez.

—Mira lo que pasa...

—Queríamos hablar con vosotros...

Se callaron.

—Empieza tú—le dijo papá a Carmen.

—No, tú—respondió ella.

Nos miraron en silencio.

—Que empiece quien sea—dijo Miguel.

—Pues—empezó papá—... Carmen y yo estamos liados.

Carmen miró a papá.

》No sólo liados. Mira, cuando dos personas se atraen mutuamente...

¿En serio estaba tratando de explicarnos que estaban saliendo?

—Lo entiendo, estáis saliendo—finalizó Miguel.

—Lo sabía—mencioné—. Te lo dije, papá.

—Sí, eres muy lista—respondió sarcásticamente mientras rodaba los ojos.

—No queríamos que os enterarais así—comentó Carmen.

—No. Buscábamos el lugar y el momento idóneos—explicó papá.

Asentí al igual que Miguel.

》Queríamos ir a un buen restaurante, decíroslo en algún sitio agradable. En un Chili's, Marie Callender's, Red Lobster...

—Vale—suspiré.

—¿Todo bien?—cuestionó Carmen.

—Sí, todo bien—respondió Miguel—. O eso creo. Sorprendido. Pero no supersorprendido.

—Es algo raro—comenté.

—Yo habría elegido a alguien con mejor comida en la nevera—bromeó el moreno—, pero el sensei es buena gente. Si sois felices, yo también.

—Y yo—concordé.

—Lo somos—aseguró Carmen.

—Mucho—continuó papá.

𝗜 𝗸𝗻𝗼𝘄 𝗜'𝗺 𝗻𝗼𝘁 𝘁𝗵𝗲 𝗼𝗻𝗹𝘆 𝗼𝗻𝗲 || 𝗠𝗶𝗴𝘂𝗲𝗹 𝗗𝗶𝗮𝘇Where stories live. Discover now