•46•

54 7 1
                                    

𝗢𝗹𝗶𝘃𝗶𝗮 𝗞𝗲𝗲𝗻𝗲

—¿Nunca has venido aquí?—cuestioné hacia Miguel mientras subíamos las escaleras de la entrada del restaurante.

—No, la verdad—respondió.

—Está buenísimo, seguro que te gusta—mencioné—. Tienes que probar la pasta.

—Te haré caso, entonces—dijo él.

Entramos al restaurante y yo vusualicé el lugar buscando a mi padre pero en cambio vi a Robby esperando en una mesa.

Mierda, habíamos llegado todos antes que papá. Vaya desastre.

Miguel me miró serio antes de acercarse a la mesa donde estaba Robby.

—¿Tú padre también te ha invitado?—preguntó.

—Sí—respondió mi hermano.

—Y no te dijo que yo venía...—concluyó Miguel.

—No—contestó Robby, levantándose.

Miguel se giró haciendo el amago de irse, pero tomé su mano evitándolo.

—Ey, ey, ey—escuché la voz de mi padre—. Esperad. Escuchadme.

Ambos se sentaron en la mesa, yo lo hice junto a Miguel.

—Os he engañado para que mintierais. Ella también—dijo mirándome—. Después de lo del parque acuático sabía que no vendríais solos.

》Sé que estáis enfadados. Y, como lo de México me pareció un paso en buena dirección, creí que estaría bien hacer otro viaje.

—¿Un viaje?—cuestionó Robby—. ¿A un centro comercial?

—Tu cuerpo está en el centro comercial—habló un camarero—, pero tus papilas gustativas van a recorrer Italia. Ellos saben de lo que hablo.

Miré a Miguel con una sonrisa y este me devolvió la mirada no muy contento.

》Da igual adónde vayamos: nos espera la cuna del placer culinario. ¿Queréis una pasta Alfredo? Vamos a Roma. ¿Raviolis? Pues a la Toscana. Pero hay que volver aquí a por la lasaña de chocolate. Es como el béisbol y los vasos gigantes: solo en Estados Unidos.

》Os voy a traer pan recién salido del horno. Vuelvo enseguida. No tardo.

—Venga, chicos. ¿Se esfuerza y vosotros con ese careto?—preguntó papá.

—No es por él—habló Miguel.

—Esto no lo arregla el pan—continuó Robby.

—Lo dices porque no has probado el de aquí—comenté.

—Un solo bocado y olvidareis por qué os peleasteis—continuó mi padre.

—No lo olvidaré en la vida—dijo Miguel.

—Ni yo—respondió Robby antes de que ambos se levantaran para irse.

Suspiré.

—Podéis quedaros—dijo el camarero dejando el pan sobre la mesa.

—Gracias—dije.

[...]

—Vamos, papá ha estado montando esa cosa en casa durante toda la tarde—le dije a Miguel—. Podrías poner de tu parte.

—No, gracias—respondió mientras miraba su móvil tumbado en su cama.

—Tendréis que solucionarlo en algún momento—comenté.

𝗜 𝗸𝗻𝗼𝘄 𝗜'𝗺 𝗻𝗼𝘁 𝘁𝗵𝗲 𝗼𝗻𝗹𝘆 𝗼𝗻𝗲 || 𝗠𝗶𝗴𝘂𝗲𝗹 𝗗𝗶𝗮𝘇Where stories live. Discover now