El Bebé de Casa

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Pasaron unas horas mas, Oliver seguia un poco sorprendido por como habían cambiado las cosas. Su primo, que hasta ahora parecía tan maduro, parecía haber regresado a lo que conocía de él hasta hace unos años. Incluso más. Sabía que Alvaro usaba pañales o goodinites durante la noche, por eso de sus accidentes y así. Pero al menos no los solia usarlos cuando los visitaba a casa.

Claro, como todo niño, Oliver recordaba a su primo a veces salir corriendo apresurado para ir al baño y regresar con una mancha redonda y visible al frente de sus pantalones, que ni siquiera se preocupaba por disimular para volver a jugar. Simón incluso a veces lo molestaba un poco al percatarse de aquello, para que luego Oliver le diera un puñetazo y lo obligara a callarse.

Su tía lo recompensaba entonces, al final de la visita, siempre con algo de dinero. Que el sabía sería mas generosa cuanto más largo fuera el abrazo de Alvarito hacia el antes de despedirse. Habian pasado al menos unos 5 años de aquellos recuerdos... Cuando Alvaro era apenas un niño de 8, pero por su apariencia no aparentaba tener mas de 6 o 5 años, y no distar tanto de la edad del pequeño Simón de en ese entonces 3 años.

Alvaro se sentía a gusto con su primo de en ese entonces 13 años, y Oliver quería pensar que lo admiraba, que era un gran primo mayor. Mucho mejor que lo que era como hermano de Simón, que para ese entonces ya gozaba de mucha independencia y prefería hacer todo por su cuenta.

Oliver había un poco olvidado ese sentimiento de sentirse el hermano mayor, justo por que no solía desempeñarlo para nadie, era de alguna forma reconfortable, a pesar de estar ambos en pañales, viendo la televisión.

En cierto momento Alvaro se sirvió un biberón para si mismo, el mismo que Oliver no sabía si quiera de donde había salido y le habían dado en la mañana para que usara el mismo, y se sentó junto a él en el sofá mas grande. Una película de cachorritos empezó y se quedaron viéndola por un buen rato, hasta que Alvaro comenzó a cabecear, lo que se hizo perceptible para Oliver pues su primó soltó la botella vacía y esta rebotó en el suelo. De un momento a otro su primo, se quedó dormido.

Se quedó dormido en una posición incomoda con el cuello torcido y los brazos y piernas dobladas. Oliver pensó un momento en intentar despertarlo, pero en lugar de eso, prefirió intentar acomodarlo un poco, quizá incluso quitarse del sofá para que su primo pudiera acostarse y el sentarse mejor en el sillón pequeño. Pero al intentar moverlo, sin saber como, su primo terminó apoyando su cabeza entre sus piernas, usando su regazo como almohada.

Su rostro era tan inocente y adorable, que Oliver no pudo evitar sonrojarse mientras instintivamente pasaba los dedos por el cabello de Alvaro. Era un cabello suave y liso, que desprendía un olor a malteada de chocolate, quizá por algún champú de bebés que sin duda su primo usaba. Observó su pañal claramente a la vista, ya tan enorme e hinchado, al mismo tiempo que amarillo por el jugo que había vertido en él y la clara linea azulada que lo atravesaba de lado a lado.

Sintió su propio pañal humedecerse un poco, aunque tuvo que reconocer que no era por tener ganas de orinar realmente... Se levantó con cuidado de no despertar al otro niño, lo dejó durmiendo en el sillón y se fue a la cocina, donde lavó el biberón mientras su abuela entraba por la puerta trasera de la casa con un par de bolsas en la mano.

—Oliver, querido. Ponte pantalones, por favor y háblale a tu primo, para que me ayuden a bajar cosas del auto.

—Alvaro está dormido en la sala, Abue. ¿Lo despierto?

—¿Dormido dices?

La mujer frunció un poco el seño, sorprendida de que su nieto estuviese dormido en plena mañana. ¿Que le pasaba a estos muchachos últimamente? Durmiendo en pleno día en vez de aprovechar las horas. Dejó las bolsas en el suelo y caminó hacia la sala, donde sorprendida, encontró a Alvaro con una playera infantil, que no le quedaba, y uno de sus viejos pañales claramente repleto y muy mojado.