Capitulo #27

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Al regresar al barco, me embargó una sensación de alivio y calidez al ser recibida por mi leal tripulación. Sus rostros iluminados por sonrisas genuinas y sus voces resonando en el aire con muestras de alegría me recordaron que estaba rodeada de personas que me apoyaban incondicionalmente.

Cada miembro de mi tripulación me recibió con abrazos cálidos y palmadas en la espalda, expresando su felicidad por mi regreso. Sus ojos brillaban con la emoción de estar juntos nuevamente, y su energía contagiosa llenaba el ambiente con un sentido de camaradería y unidad que siempre me reconfortaba.

Entre risas y bromas, me sentí envuelta por el amor y la camaradería de mi tripulación, recordándome que juntos éramos más que solo compañeros de navegación; éramos una familia unida por lazos de amistad y lealtad.

En medio de la algarabía, me permití relajarme y dejarme llevar por la alegría del momento, sintiendo el peso de mis preocupaciones disminuir ante el apoyo incondicional de aquellos que me rodeaban. En ese instante, supe que estábamos listos para enfrentar cualquier desafío que el destino nos deparara, juntos y con el coraje que solo una tripulación unida podía ofrecer.

—¡Capitana! ¡Los chicos están emocionados por tu regreso! ¡Saquen el ron, vagos! ¡Vamos a celebrar!

—Chicos, lamento decepcionarlos, pero no me quedaré, al menos no aún... —Dije mientras miraba a Killiam y suspiraba.

—¿Y te quedarás con ese principito? —Preguntó uno de los piratas con desdén.

—Capitana, ese hombre merece morir. Todos vimos lo que le hizo en el Valle de los Susurros, no merece tu perdón —agregó otro.

—Tal vez, pero mi decisión está tomada, y deberán respetarla —respondí con firmeza.

—Además, capitana, usted le pertenece al capitán. El príncipe la regaló a él, ¿recuerda? —intervino Willy con una mirada de complicidad.

—Willy... guarda tus comentarios para ti —le reprendí con una mirada seria.

—Nadie quiere verte con ese hombre, capitana. Nos ha hecho mucho daño —insistió otro pirata.

—No tengo nada con él, no siento nada por él. Ustedes saben que hago esto por mi pueblo —expliqué, buscando comprensión en sus miradas.

—Pues nosotros no estamos de acuerdo. No queremos ver más a Ian... —concluyó otro pirata con tono desafiante.

Volteé a ver a Killiam, buscando su ayuda con la mirada. Él asintió y me guio hacia nuestro camarote.

Me sentía abrumada por las expectativas de mi tripulación y la presión de tomar decisiones difíciles. Cada palabra que pronunciaban resonaba en mi mente como un eco de dudas y conflictos internos. Mis pensamientos estaban enredados en un torbellino de emociones, y me costaba mantener la compostura frente a mis leales piratas.

La sensación de malestar crecía dentro de mí, como una tormenta que amenazaba con desbordarse en cualquier momento. Cada mirada acusadora, cada reproche, me hacía sentir más pequeña e indefensa. A pesar de mi determinación, dudaba de mis propias decisiones y me cuestionaba si estaba haciendo lo correcto.

El peso de la responsabilidad se cernía sobre mis hombros, como una losa que amenazaba con aplastarme. ¿Estaba tomando el camino correcto? ¿Estaba sacrificando demasiado por una causa que quizás no valía la pena? Las dudas me atormentaban, y me sentía atrapada en un laberinto sin salida.

La incertidumbre y el miedo me embargaban, oscureciendo cualquier destello de esperanza. ¿Qué sería de mí si me enfrentaba a la furia de mi tripulación? ¿Podría soportar el peso de sus juicios y críticas? No lo sabía, y esa incertidumbre me llenaba de angustia y desesperación.

En medio de la confusión y el caos, solo anhelaba encontrar un momento de calma y claridad. Necesitaba alejarme de las voces que me atormentaban y encontrar la fortaleza para seguir adelante. Pero, por ahora, me sentía perdida en un mar de dudas y temores, sin saber qué rumbo tomar ni a quién recurrir en busca de ayuda.

Killiam me miró con una expresión de complicidad antes de que pudiera articular una sola palabra. Su sonrisa, llena de entendimiento y complicidad, parecía leer mis pensamientos antes incluso de que yo misma pudiera reconocerlos.

Me quedé helada por un momento, sorprendida por su agudeza y la facilidad con la que parecía descifrar mis sentimientos más íntimos. ¿Cómo podía saberlo? ¿Acaso mis emociones eran tan evidentes que no necesitaban ser pronunciadas?

Con un suspiro resignado, asentí lentamente, sintiendo cómo la verdad se abría paso entre las barreras que había construido para protegerme. No había necesidad de palabras entre nosotros; Killiam entendía mis silencios tanto como mis palabras, y esa conexión era precisamente lo que había hecho de él mi confidente más cercano.

—¿Te enamoraste del príncipe, verdad? — preguntó Killiam con una mezcla de complicidad y curiosidad en su voz. Sus ojos centelleaban con la certeza de quien conoce los secretos más profundos de su compañera de aventuras, y su sonrisa juguetona revelaba el placer de estar en lo cierto.

Asentí una vez más, dejando que la verdad se deslizara entre nosotros como un susurro en la brisa marina. No había necesidad de ocultar mis sentimientos ante Killiam; él había sido testigo de cada momento de mi lucha interna y había compartido mis alegrías y mis penas desde el primer día en que nos conocimos.

—Lo siento, Amelia— dijo Killiam con un tono suave y comprensivo, extendiendo una mano para apoyarme en este momento de vulnerabilidad. —Sé que esta situación te está afectando más de lo que estás dispuesta a admitir, pero recuerda que siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase.

Sus palabras me reconfortaron, recordándome que no estaba sola en esta batalla interna. A pesar de mis dudas y temores, Killiam seguía siendo mi roca en medio de la tormenta, y su apoyo incondicional me daba la fuerza para seguir adelante, incluso cuando el camino parecía más oscuro y difícil de recorrer.

Guerra de Corazones y EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora