22. De encierros y estrellas

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Llevaba media hora observando su reflejo en aquel gran y opulento espejo de cuerpo entero incrustado de piedras preciosas. Estaba divina, y no era para menos, ya que dedicó la tarde completa en arreglarse lo suficiente. La lechuza con el lugar "de los hechos" había llegado a primera hora en la mañana y los nervios la carcomían desde entonces esperando la noche.

¡Aún no podía creerlo! La adrenalina de lo prohibido, pero a la vez deseado, la embargaba en esos momentos, nublando su juicio. Los recuerdos comenzaron a bombardearla y las emociones que sintió en ese entonces se percibían tan presentes como en esa época.

Suspiró. Corría quinto año de Slytherin y su cuerpo adolescente bullía en hormonas. Fue en ese año que se encandiló con dos chicos completamente opuestos, ambos de séptimo, y ambos exquisitamente atractivos. Por un lado, siempre había estado enamorada de Draco Malfoy, el príncipe de Slytherin, aquél rubio de ojos metálicos cuya astucia era la viva imagen de Salazar, de apellido noble y sangre pura. El chico malo.

Por otro lado, desde la primera vez que vio a Alexander Bleu, se sintió atraída por esos ojos color mar y cabellos más oscuros que el carbón. El "perfecto prefecto" de Ravenclaw, responsable y estudioso. El chico bueno.

Solo pudo admirarlos a distancia, ya que nunca pudo atraer la atención de ninguno. Por ello, el día que sus padres le anunciaron aquel espléndido pacto de matrimonio con los Malfoy, supo que sería la mujer más afortunada del planeta. ¡Sería Astoria de Malfoy!  un destino que solo podía llegar a soñar, se había convertido en realidad. 

A pesar de que tenía claro que no era precisamente correspondida, Astoria tenía la esperanza de revertir los sentimientos del rubio, aunque fuera a punta de buen sexo. Es más, hace unos meses estaba casi segura que lo había logrado, sin embargo, de un tiempo a esta parte, él había vuelto a ser indiferente y se negaba a tocarla. Definitivamente no la deseaba y menos aún la quería.  

Una opresión se hizo presente en su pecho, pero decidió que eso no arruinaría sus planes. Estaba decidida a cumplir su otro sueño de la adolescencia, aprovechando que aún no había contraído matrimonio. 

Peinó sus cabellos pensativa. 

Desde que Alexander se había vuelto el mejor amigo de Draco, el primero había sido especialmente hostil con ella y no podía explicarse por qué. ¿Habría notado en el colegio que ella podía pasar minutos admirándolo? ¿Habría notado que tenía una debilidad por su personalidad tan correcta y distante? ¿Habría notado que soñaba con corromperlo? Por eso, después de tener una racha impresionante de pretendientes a los cuales había rechazado con la frialdad de un cuchillo, empezó a revisitar todas sus interacciones juntos y concluyó que su forma de tratarla era una estrategia para resistirse a la química que sentía por ella, la prometida de su mejor amigo.

Y se sintió deseada.

Por eso apareció en su despacho la tarde anterior y apostó sus cartas a ganador. De tal modo, decidió que esta noche sería su "despedida de soltera", y de aquí en adelante, después de este desliz, se quitaría la bala de encima y se olvidaría de Alexander Bleu, para convertirse en la esposa perfecta que Draco Malfoy se merecía.

Porque a quien amaba era a Draco. 

Alex solo era un capricho que la incitaba a pecar.

Alex solo era un capricho que la incitaba a pecar

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⏰ Última actualización: Apr 23 ⏰

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