33

19 5 0
                                    


• A I D E N •

Ivy estaba en el inframundo.

Lo que significaba, que la invocación que realizó Icarus salió de maravilla y que la primera parte del plan marchaba en su curso.

O bueno, al menos eso esperaba.

Si las cosas no salían conforme a lo planificado de ahora en adelante, habían posibilidades de que todos estuviéramos por el resto de nuestros días juntos en el inframundo. Esa situación no era lo ideal ya que tener a Izar fulminandome con su mirada todos los días, no era precisamente mi plan de vida.

Justo en ese momento lo estaba haciendo, desde el otro lado de la mesa en la que estábamos todos reunidos. Con un escalofrío, ignoré la atropelladora mirada del arcángel.

—Entonces vamos a empezar este encuentro por lo básico, y luego abordaremos los detalles conforme vayan saliendo en la conversación —sugirió Ivy, sentada a mi lado y mirando directamente a los dioses y a Icarus a los ojos.

Estabamos ubicados en el laboratorio del mestizo, específicamente en una mesa redonda con suficientes sillas vacías para ocupar a más presentes si fuera necesario, y rodeados de hileras reventadas de libros, apuntes en cuadernos y un montón de muestras diversas de minerales, contenidas en tubos y cajas.

A pesar de que el olor a páginas gastadas me mantenía anclado en la realidad, de alguna forma se sentía como estar dentro de la retorcida mente de Icarus, tan extensa y compleja, llena de información que permanecía en un caos hermoso.

Lo que más me llamó la atención fue una gran pantalla de cristal que tenía ciertos datos en grabados negros. Estaba en el fondo de la sala, no pude apartar los ojos de ella, así que Icarus sin dar muchos detalles simplemente me explicó que era un medidor de energía que le servía para identificar cuántos demonios había en el inframundo con exactitud.

Quise seguir haciendo preguntas al respecto, pero no era el momento ya que todos estaban atentos a la reunión.

—Me entero de que mi hija fue condenada y yo huyo al inframundo para salvarla, luego ordeno a mis arcángeles ir a Midg por si acaso se encuentra allá —empezó diciendo Izar—. Las cosas salieron de control y el portal se cerró, dejandome a mi suerte con el resto de los demonios desterrados.

Se me antojó una explicación fácil y cruda.

—Lo sé, y te agradeceré hasta mi último aliento por eso. —respondió Ivy con una sonrisa.

Izar parpadeó.

—Cuando me encerraste en la jaula... pensé que estabas enojada conmigo.

—Reconozco que fuiste un idiota antes, pero eso no te quita el mérito de que hiciste una hazaña heroíca por mí. Así que gracias, papá.

Los ojos del arcángel empezaron a brillar mientras este asentía. Creo que jamás lo había visto así, sin palabras y como que en cualquier momento rompería a llorar.

Esta escena parecía ser un momento íntimo de padre e hija que no quería interrumpir, así que pasé la mirada a los demás presentes. Hécate miraba a ambos con una sonrisa soñadora mientras sostenía su carita con sus dos manos bajo su barbilla. Por su parte, Icarus tenía los ojos tornados hacia arriba, como si estuviera haciendo un esfuerzo por soportar esto.

Yo simplemente me ahogué una risa por lo absurdo que se me antojaban tantas reacciones contrariadas.

—Es mi turno —expresó Hecate—. Yo estaba durmiendo, luego mi hermano me despertó y me pidió que lo llevara a un lugar donde nos necesitaban. Así que mis poderes nos trajeron hasta acá y nos encontramos con Izar y luego Icarus.

Ylia III | Corona de Brujas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora