✨Final. Escena Extra✨

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Narra Estefanía

La alarma suena a las 6:30 de la mañana, como siempre. Me estiro en la cama, intentando no despertar a Laura, que aún duerme profundamente. Me levanto con cuidado y me dirijo a la cocina para preparar un café fuerte; lo necesitaré para el largo día que tengo por delante. Brian se acerca, queriendo jugar conmigo, pero lo acaricio e indico que vuelva a la cama, él obedece.

Mientras la cafetera hace su magia, miro por la ventana y veo cómo la ciudad comienza a despertar. Los primeros rayos de sol se filtran entre los edificios, prometiendo un día claro. Tomo mi taza y doy un sorbo, sintiendo cómo el calor del café me revitaliza.

Vuelvo al dormitorio y me visto con mi uniforme de veterinaria. Laura murmura algo ininteligible en sueños y sonrío. A pesar de los años, todavía me maravilla cómo alguien tan creativa y desorganizada como ella puede ser tan adorable incluso cuando está dormida.

Antes de salir, me acerco a darle un beso en la frente. Ella se remueve un poco y abre los ojos.

—Buenos días, amor —dice con voz ronca.

—Buenos días —respondo—. No te levantes todavía, tienes tiempo.

Ella asiente y vuelve a cerrar los ojos. Sé que en cuanto salga por la puerta, se pondrá en marcha con sus proyectos de diseño gráfico. Su pasión por su trabajo es una de las cosas que más admiro de ella.

Salgo del apartamento y camino hacia la clínica veterinaria. El aire fresco de la mañana me despeja completamente. Al llegar, saludo a mis colegas y me preparo para la jornada. Cada día es un desafío; nunca sabes con qué te vas a encontrar. Pero eso es lo que amo de mi trabajo.

Las horas pasan volando entre consultas, vacunas y alguna que otra emergencia. Mi compañero, el Dr. Sánchez, y yo trabajamos codo a codo. La clínica es un hervidero de actividad, y me siento en mi elemento.

Al mediodía, recibo un mensaje de Laura:

"¿Cómo va tu día? Acabo de volver del mercado. Debo de terminar un diseño que me ha tenido ocupada toda la mañana. Te lo enseñaré en cuanto llegues a casa. Te amo."

Sonrío al leerlo y le respondo que no puedo esperar para verlo. Nuestra comunicación es constante, incluso en la distancia.

Finalmente, la jornada termina y regreso a casa.

Al abrir la puerta de nuestro apartamento, lo primero que siento es la sensación de hogar. La entrada está adornada con una pequeña mesa de consola de madera, sobre la cual descansa un jarrón con flores frescas que Laura cambia semanalmente. Las paredes están decoradas con cuadros de paisajes y fotografías de nuestras aventuras juntas, cada una contando una historia diferente.

La luz natural fluye a través de una ventana cercana, dando vida a las plantas que hemos colocado estratégicamente para dar un toque de verde al espacio. A la derecha, un perchero sostiene nuestras chaquetas y bufandas, listas para ser tomadas antes de salir al frío de la mañana.

La cocina se abre justo frente a la entrada, separada por una barra americana que nos gusta usar como desayunador. Es un espacio moderno y funcional, pero con un aire acogedor que invita a pasar tiempo en él. Los armarios son de un blanco brillante, contrastando con la encimera de granito negro y los electrodomésticos de acero inoxidable.

Sobre la encimera, hay un organizador con nuestras especias favoritas y un pequeño huerto de hierbas aromáticas que utilizamos para cocinar. Laura insiste en que las hierbas frescas hacen toda la diferencia en sus recetas. La estufa de gas es el corazón de la cocina, rodeada de utensilios de cocina colgados con cuidado en un riel sobre ella.

El fregadero tiene una ventana justo encima, ofreciendo una vista del parque cercano. A menudo me encuentro lavando los platos mientras observo a los niños jugar o a las parejas pasear. Es un pequeño placer que convierte una tarea mundana en un momento de tranquilidad.

La mesa del comedor está al otro lado de la cocina, un lugar donde no solo comemos, sino que también compartimos conversaciones profundas, trabajamos en nuestros proyectos y, a veces, nos desafiamos a juegos de mesa. Es un mueble de madera robusto, rodeado de sillas cómodas y una banca que Brian ha adoptado como su lugar favorito para echarse mientras esperamos que la cena esté lista.

Cada detalle de nuestra entrada y cocina refleja la vida que Laura y yo hemos construido juntas: práctica, llena de amor y siempre acogedora.

En la entrada, nuestro perro me recibe agitando su cola con gran emoción.

— Hola, gordo —lo saludo acariciando su enorme cuerpo peludo.

Me adentro más en la casa y percibo el olor del café recién hecho y el sonido de música suave. Laura está en la cocina, y hay dibujos y papeles esparcidos por la sala. Es un caos organizado que solo ella podría entender.

—¡Hola! —exclama, corriendo a abrazarme—. ¿Cómo estuvo tu día?

—Ajetreado, pero bien —respondo, devolviéndole el abrazo—. ¿Y el tuyo?

—Productivo. Mira, este es el diseño del que te hablé —dice, mostrándome su tableta.

Es un trabajo impresionante, lleno de color y vida. No puedo evitar sentirme orgullosa.

—Es hermoso, amor. Eres increíble.

Le muestro una bolsa de pan dulce que compre para comer ahora, ella me mira con amor, pero al mismo tiempo se queja de que a la próxima quiere algo sin dulce. Asentí, sabiendo que me olvidaría de su petición.

Merendamos juntas, compartiendo detalles de nuestro día. Después, nos acomodamos en el sofá para ver una serie k-drama con la cual nos enganchamos, Brian sube y se acuesta entre nosotras. Mientras Laura apoya su cabeza en mi hombro, pienso en lo afortunadas que somos. A pesar de los retos y las largas horas de trabajo, a pesar de las peleas, de conflictos triviales diarios, tenemos estos momentos de tranquilidad y amor, como los de hoy. Hoy es un buen día, y eso es todo lo que necesito para ser feliz.

Sin embargo el timbre suena, Laura me pide ignorarlo, pero no puedo, si resulta ser algo urgente no podría perdonarmelo.

Abro la puerta y una pareja de mediana edad está allí parada, discutiendo sobre si era el lugar correcto o no.

La mujer es de baja estatura y regordeta con sus cabellos desalineados y totalmente blancos.

El hombre, que la acompaña, es un poco más alto que ella, con una postura encorvada que sugiere años de trabajo duro. Su rostro está surcado por arrugas profundas, cada una contando la historia de una vida llena de experiencias. Su cabello, aunque escaso en la coronilla, es de un gris plateado que brilla bajo la luz del pasillo. Lleva gafas de montura gruesa que se deslizan constantemente por la nariz, lo que le obliga a subirlas de vez en cuando con un gesto casi inconsciente.

Visten de manera sencilla pero con un toque de elegancia anticuada. Él lleva un suéter de lana sobre una camisa a cuadros y pantalones de pana, mientras que ella viste un vestido de flores que parece haber visto mejores días. Ambos llevan zapatos cómodos, desgastados por el uso pero limpios.

Se miran el uno al otro con una mezcla de afecto y exasperación, como si esta pequeña discusión fuera una de las muchas que han tenido a lo largo de los años. A pesar de sus diferencias, hay una conexión palpable entre ellos, una familiaridad que solo viene con compartir una vida juntos.

Y tengo la horrible sensación de haberlos visto en otro lado.

—Disculpen, ¿puedo ayudarles en algo? —pregunto, interrumpiendo su debate amistoso.

Ellos se vuelven hacia mí, y con la mirada fija me dice la mujer:

— Disculpa, querida, ¿Aquí vive Laura Montenegro?

Dudo por un segundo, pero no veo reflejado en su rostro malicia.

— ¿Quienes la buscan? —vuelvo a interrogar.

— ¿Podrías decirle que Juan y Rita Montenegro están afuera? —me pidió el hombre.

— ¿Ustedes son sus...

— Somos sus padres, querida. ¿Y tú? —afirma la mujer.

Todo Sobre Ella [Completada]Where stories live. Discover now