Tras tus ojos (kivi)

Capítulo 7

-Como se puede ver, tiene dos costillas rotas.- dijo el primer doctor que había visto al llegar al hospital. Ese hombre no me caía bien. A su lado, Violeta no despegaba la mirada del suelo.

Mi madre no había dejado de fruncir el ceño desde que lo había visto, y yo la copiaba. Lo que más me molestaba era que mi doctora favorita no me haya regalado una mirada desde que había entrado.

El hombre seguí hablando, pero yo sólo miraba como Violeta negaba casi imperceptiblemente a lo que él decía, y parecía que mi madre se había fijado en lo mismo.

-No.- interrumpió en un momento mi madre.- mi hija ha estado aquí dos días, y recién ahora le han hecho una radiografía. Y usted, señor, no ha venido a verla ni una vez.- dijo, con voz dura. El hombre tomó una expresión de enfado.

-Eso es porque la doctora Hódar ha venido a verla.- replicó el hombre, y yo le deseé suerte, porque a nadie le gustaría estar frente a mi madre enojada. A cada palabra de ella, Violeta agachaba la cabeza un poco más.

-Por eso mismo quiero que ella sea quien tomé las decisiones acerca del tratamiento, y ella será quién la trate.- la susodicha levantó la cabeza con una expresión de espanto, y el hombre a su lado soltó un gemido de indignación. Mi madre, sin pelos en la lengua, siguió.- Quiero que sea su médica. Y si usted no es capaz de aceptar eso, entonces creo que es tiempo de buscar otro hospital, donde realmente cuiden de ella.

Yo negué desesperadamente con la cabeza al oír la última opción, y Violeta me siguió.

-No será necesario, Emma. Yo cuidaré de ella.- dijo, muy rápido. El hombre, que tenía unos 60 años, la miró con enojo, y susurrando un 'hablaremos luego Hódar', salió de la habitación sin despedirse.- Siento mucho todo esto, en serio. Las decisiones no estaban en mi mano. Pero ahora, le prometo que su hija se recuperará muy bien.- yo asentí mirándola.

Mi madre, quien se había mantenido con su fachada de mujer fuerte, soltó un suspiro y con mucho cuidado me abrazó. Yo le correspondí, sabiendo que lloraría en cualquier momento.

Violeta, al ver esto, sólo dijo que buscaría unos papeles y volvería para que mi madre firmé. Yo la saludé con la mano y ella salió del lugar.

-Está bien, mamá.- la tranquilicé, escuchando como empezaba a sollozar. La abracé lo más fuerte que pude.

-Quizás sea mejor llevarte a otro hospital. Donde trabaja tu padre o- yo no la dejé continuar. No aceptaría moverme de allí.

-No mamá, claro que no. La doctora Hódar cuidará muy bien de mi, como hasta ahora ha hecho.- le dije, acariciando muy lento su espalda, aguantándome el dolor.- No tienes de qué preocuparte.

Mi madre siguió abrazada a mi un rato, y cuando se calmó, se separó. Tomó su celular y escuché cómo hablaba con mi padre. Por primera vez en mucho tiempo, no los oía discutir. Luego de un rato, Violeta entró a la habitación, esta vez con tres papeles en la mano.

Mi madre, al verla, le hizo una seña de que la esperase mientras terminaba la llamada, y salió de la habitación.

-¿Estás mejor?- me preguntó, una vez mi madre salió del lugar. Yo asentí, aunque en realidad estaba igual que antes.- Traje un calmante. No puedo ni imaginar lo que te ha dolido cuando te he puesto la crema, o los hielos. Lo siento mucho, en serio.- dijo, y me acarició la mejilla derecha. El contacto me sorprendió, pero me agradó de sobremanera.

-No es tu culpa, y lo sabes.- la tranquilicé a ella también. Ella sonrió con tristeza. Aún mantenía su mano en mi.

-Sí, sí es mi culpa.- dijo, tratando de alejarla. Yo la tomé con la mía y la volví a poner en mi mejilla. Creí haberme sobrepasado al ver su expresión, pero no la quitó, sino que reanudó sus caricias.- Podría haber insistido más, incluso podría haber hecho lo que yo quería sin su autorización, pero no lo hice. Perdóname.- me dijo, mirándome a los ojos. Ambos me suplicaban el perdón. Yo, con mi mano libre, alcancé su brazo y la atraje hacia mí, dandole un abrazo. Ella soltó mi mejilla al instante y se aferró a mí.