Capitulo 4 (Libro de Kiki)

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Violeta estuvo dos viernes sin pasarse por el café, en esos quince días tampoco había respondido ninguno de mis mensajes, ni contestado mis llamadas. Estaba preocupada. ¿Se habría arrepentido de lo que paso? ¿Le había pasado algo? Miles de preguntas rondaban por mi mente y cada escenario ficticio que creaba mi cabeza era peor que el anterior. No podía soportar más la incertidumbre que me provocaba no saber de ella, el miedo de que le hubiese pasado algo.

Un jueves en un arranque de valentía conduje hasta su facultad en el horario en que me había contado que terminaban sus clases. Me baje del coche y recostada al mismo comencé a buscarla con la mirada entre todas las personas que iban saliendo o estaban ya fuera. Mis ojos se detuvieron en una cabellera pelirroja que hubiese reconocido en cualquier parte, allí estaba, se besaba con una chica rubia un poco más alta que ella.

Me quede mirando esa escena y lo entendí todo, la pregunta que me había hecho justo antes de besarme y porque había desaparecido justo después de ese día. Tenía el corazón roto pero no podía culparla, no éramos nada y ella tampoco me había dicho nada, repase velozmente cada momento que habíamos vivido en mi cabeza, intentando descubrir el momento exacto en el que me había montado una película digna de Oscar. Sí, me dolía que después de tantas conversaciones y que hubiésemos hablado tanto de nuestras vidas, nunca había mencionado el hecho de que tenía novia, pero entendía que no me debía explicaciones.

Cuando estaba a punto de girarme para marcharme sus ojos conectaron con los míos y por un momento creí haber leído en ellos sorpresa y arrepentimiento, pero ni siquiera me di el tiempo a comprobarlo porque me monte en mi coche y salí de ese lugar.
Me costaba reconocerlo, pero me dolía hasta el alma, me había ilusionado y había pensado que quizás la conexión que tenía con Violeta podía llegar a algo más.

Este era el tercer viernes que pasaba sin ir a tocar al Café, primero le dije a Julia que no me sentía muy bien, después que si estaba liada con trabajos de la universidad. No terminaba de comprender porque me había afectado tanto lo que había visto, Violeta y yo ni siquiera éramos nada, pero llevaba tres semanas sin poder parar de pensar en ella o en porque nunca me había dicho que tenía novia. Yo me había abierto con ella y descubrir que eso no era del todo reciproco dolía. En estos días había compuesto las canciones más tristes del mundo.

Ese día había decidido salir a dar una vuelta, necesitaba despejar y caminar con la música a tope en mis audífonos era algo que siempre me relajaba. Camine sin rumbo, sin pararme a pensar que dejaba atrás o hacia donde iba. No tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado caminando cuando mis pies comenzaron a ceder ante el cansancio. Mire a mi alrededor y no sabía dónde estaba, pero a lo lejos vi un lugar que capturo mi atención.

Era una cafetería, que por fuera se veía como el lugar más sencillo del mundo pero una vez que ponías un pie dentro era como estar en un mundo completamente distinto. Resaltaba una decoración vintage con muchas plantitas y un estante gigante repleto de libros se levantaba frente a mí con un cartel que decía "café gratis con cualquiera de estos libros", a un lado del café había una mesa con libros envueltos y otro cartel "Cita a ciegas con un libro". Sentía que acababa de encontrar uno de los mayores tesoros de la vida.

Me senté en la mesa más cercana al estante que también era la que más alejada de todo se encontraba y tome el libro que me había estado llamando desde que lo vi, mi favorito: Las ventajas de ser invisible.

A los pocos minutos se acercó una chica que dejó un capuchino sobre la mesa, y aproveche para pedirle algo de merendar, pues después de la caminata lo necesitaba.

No tenía ni idea de cuánto tiempo había estado leyendo, pero me había disociado por completo del mundo exterior, hasta que una voz me volvió a conectar con la realidad.

- ¿Por qué las personas buenas salen con personas malas?
Levante la vista y allí estaba ella, como si no hubiese pasado casi más de un mes citándome una frase del libro que tenía entre mis manos, su cara denotaba cansancio reflejado en unas profundas ojeras y sus ojos denotaban tristeza pero aun así seguía siendo la persona más guapa que había visto nunca.

- Aceptamos el amor que creemos merecer – le respondí con otra cita del libro.

- ¿Has cambiado las canciones por los libros?

- Podría hacerte a ti la misma pregunta. ¿Qué haces aquí Violeta?

- Si te digo quizás pienses que estoy loca o que soy una acosadora

- Dime

- Llevo todos estos viernes yendo al café, y hoy después de mucho insistir por casi tres semanas tu primo accedió a decirme donde podía encontrarte. Fui hasta tu casa y cuando te vi salir intente llamarte pero no escuchaste, entonces camine detrás de ti y llevo más de tres horas fuera debatiéndome si debería entrar o no. ¿Conocías este lugar?

- Lo encontré de casualidad. ¿Qué querías Violeta? Dices que me buscaste y que me seguiste hasta aquí. ¿Por qué?

- Porque quería hablar contigo, quería pedirte perdón por desaparecer después de lo que paso en la playa y quería explicarte lo que viste aquel día.

- No tienes que darme explicaciones Violeta, tú y yo no somos nada, por lo que no me debes nada.

- Pero quiero hacerlo.

- Kiki, ese día en la playa es uno de los días más felices que he tenido en mucho tiempo, todos los días contigo lo eran.

- Pero tenías novia. ¿Qué era para ti? ¿Un entretenimiento?

- No digas eso. Tu eres mucho más que eso, pero es que mi relación con Julia es complicada, yo ya no quiero estar con ella, desde hace mucho pero no sé cómo salir de ese lugar, estoy agotada, siempre pasa algo que me impide tomar la decisión que tengo que tomar, por eso desaparecí, porque tú eres luz en mi oscuridad y yo no puedo arrastrarte conmigo pero resulta ser que no puedo mantenerme lejos de ti.

- ¿Qué te impide tomar la decisión que tienes que tomar?

- Cuando no es que tiene un problema familiar, es en el trabajo o con las amigas y me dice que me necesita, que no la puedo dejar, que me arrepentiré.

- "No puedes sentarte ahí y poner las vidas de todo el mundo por delante de la tuya y pretender que eso cuente como amor"- le respondí volviendo a citar el libro.

- Es que no sé, "ves cosas, guardas silencio y entiendes. Eres un marginado"

- Tu nunca podrías ser una marginada Vio, "somos quienes somos por un montón de razones. Quizás nunca conozcamos la mayoría de ellas. Pero, aunque no tengamos el poder de elegir de dónde venimos, todavía podemos elegir a donde vamos desde ahí. Todavía podemos hacer cosas. Y podemos intentar sentirnos bien con ellas"

- ¿Por qué eres así conmigo?

- Porque eres tú.

- Lo siento

En ese momento solo me salió tomar su mano, la invité a sentarse a mi lado y continuamos juntas leyendo el libro. En ese momento, volvían a sobrar las palabras.

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