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El gran festejo que ocupó el Palacio Real de Hargem no acabó hasta el anochecer.

Durante el festín, la bebida abundó tanto como lo hizo la amplia gama de platillos, dispuestos junto a una diversa selección de deliciosos postres que solo la realeza podría ofrecer. El ambiente era alegre y ruidoso, lleno de música y conversaciones que se concentraban alrededor de Aleksander y Evann que, como pareja recién casada, acaparaban toda la atención.

Sin duda, las ceremonias nupciales de Creighton no se parecían en absoluto a las bodas tradicionales que se celebraban en Namyria. La marca que ahora relucía en su cuello era la primera y la más obvia muestra de ello.

En Namyria, se les prohibía a las parejas vincularse antes de la noche de bodas. Por tradición, las parejas recién casadas de su reino bailarían la primera pieza musical de la noche e intercambiarían en privado los regalos de cortejo que heredaron de sus antepasados, como prueba de la unión que existía entre las familias después del matrimonio.

En Creighton era distinto. Una vez que el banquete finalizó y Aleksander se sentó en su trono, con Evann de pie a su costado, los nobles invitados formaron una fila para turnarse y saludar a aquellos que reconocían como únicos reyes de Creighton, entregándoles costosos y exóticos obsequios con el objetivo de mantener a futuro el buen visto de sus gobernantes.

Con ello, además, obtuvieron la oportunidad de darle un vistazo a Evann, del cual todo el mundo aparentemente sentía curiosidad.

Era quizás por el oscuro cabello negro del rey consorte, ya que en Creighton la población solía ser en su mayoría castaña o rubia. Tal vez era por su innegable atractivo, por el exquisito aroma a rosas que desprendía o por la misma razón que siempre hacía a Evann tan interesante para quienes lo rodeaban: su codiciada y rara condición como omega puro.

Pero, sin importar qué era lo que tanto intrigaba a la nobleza, nadie mencionó nada inadecuado frente al rey Aleksander y su consorte. De ese modo, la noche avanzó con lentitud, entre repetitivas palabras de congratulación por su vínculo y cumplidos que Evann poco se esforzaría en recordar en los próximos días.

Cerca de la medianoche, Aleksander permaneció en su trono y atendió a la multitud, como anfitrión de la velada. Evann, por otro lado, fue llamado por los criados y terminó abandonando el lugar tras una breve reverencia a su esposo.

A pesar de que Evann era acompañado por un grupo de sirvientes, el camino fue silencioso y el ambiente era, específicamente para el omega, pesado e incómodo. Se sentía como si estuviera dirigiéndose a la boca del lobo.

Y esa sensación no cambió una vez que estuvo en la recámara donde sería preparado, despojado de sus joyas, de su corona y del traje que vistió en la ceremonia, colocando en él un camisón blanco mucho más cómodo, fino y holgado, con sutiles brocados de plata. Por el diseño y aspecto de la prenda, deducir lo que pasaría dentro del dormitorio era sencillo.

Pero no por ello menos molesto.

En lugar de joyería, su cabello fue decorado con pequeñas flores blancas que un sirviente empezó a tejer en sus mechones negros, como representación de aquello que le sería arrebatado esta noche. Se habría reído de ello, mas tal reacción podría ser considerada un insulto a las costumbres del norte.

Evann, de manera ansiosa, bajó su mirada para contemplar el anillo de oro que rodeaba su dedo anular, un detalle que Aleksander permitió en la ceremonia por respeto al reino del que el omega provenía.

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