12.

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Cada parte de su cuerpo se tensó dolorosamente. Recobrar el aire que había perdido tras la noticia fue complicado, pero controlar su respiración e intentar relajarse no fue suficiente. La espeluznante sensación de asfixia que había en Evann permanecía allí, presionándolo y golpeándolo sin piedad. Su reino había sido víctima de un ataque y él apenas estaba enterándose de ello.

Desde el comienzo, su objetivo era garantizar la seguridad de Namyria. Proteger a su reino de las garras enemigas siempre fue la única razón por la cual Evann decidió aceptar el matrimonio, sin embargo, su sacrificio al parecer no había cambiado absolutamente nada. Era decepcionante, tan frustrante que, de un momento a otro, empezó a doler como si se tratara de una herida.

—¿Cuándo pasó? —susurró Evann débilmente, con la mirada perdida en un punto inexistente.

El omega esperó, a pesar de que no sabía qué hacer para tranquilizarse de inmediato. Ahogándose en un mar de angustia que no tenía piedad, Evann encaró con dificultad a Aleksander, que estaba tardando más de la cuenta en explicarle qué había ocurrido en Namyria. Su silencio solo hundía el pecho del omega más y más, lentamente y sin consideración.

¿Por qué no decía nada? ¿Qué tanto daño pudo haber causado el ataque?

—¿Excelencia? —insistió, sin obtener nada del alfa.

Evann no tenía la capacidad de pensar en algo que no fuese el inicio de la guerra que tanto había temido. Completamente aturdido, el omega ni siquiera notó que se había movido cuando sus puños apretados dejaron de estar bajo su control, sujetando casi con violencia la ropa de Aleksander en un arranque imprevisto que mezclaba una inmensa preocupación con el más puro enojo, arrugando la prenda que cubría el pecho del hombre rubio con nada más que la dura presión de su agarre.

El alfa abrió los ojos sorprendido, no obstante, la diferencia que había entre el tamaño y la fuerza de ambos era ridículamente obvia, tanto que Evann deseó golpear a este hombre hasta la muerte, sin importar qué tan fuerte pudiera ser Aleksander y qué tanto daño un alfa nacido podría hacerle. Estaba molesto, angustiado, y no podía soportar el hecho de que su esposo luciera sorprendido por su acción, mas no afectado. Era como si Evann no fuera capaz de intimidarlo, por más que quisiera o tratara de hacerlo.

Aleksander no se movió ni habló, lo que enfurecía a Evann en desmedida. Quería respuestas, necesitaba una reacción, una palabra, pero el alfa ni siquiera intentó quitarse las manos de Evann de encima, subestimando qué tanto daño podía causarle el omega delante de él.

—¿Cuándo? —gruñó el consorte, incrementando la fuerza con la que sus puños arruinaban la impecable ropa de Aleksander.

—Ayer por la noche.

Aunque quiso fingir que estaba bien, su garganta se apretó hasta provocarle un fuerte dolor. Su pulso tembló un poco, pero Evann se aseguró de que sus dedos no liberaran fácilmente la prenda que sujetaban. Aún no.

El omega se obligó a tomar aire y con esfuerzo se negó a derrumbarse allí mismo, no cuando no sabía qué había ocurrido ni qué tan grave era la situación en Namyria actualmente.

No frente a Aleksander. Jamás iba a permitirlo.

—Tus hombres dijeron que las revueltas y los ataques en las fronteras habían disminuido —su voz baja era evidencia de lo complicado que le era hablar cuando mil espinas eran clavadas a la altura de su garganta—. ¿Cómo pudo suceder algo así?

—Me temo que solo fue una medida de precaución que el rey Hergred tomó para que tu padre bajara la guardia. Esperábamos un ataque de Athdar en el futuro, pero ocurrió mucho antes de lo que pensábamos —después de tanto tiempo, Aleksander colocó sus manos sobre las de Evann e hizo que el omega lo soltara. No fue brusco, pero los ojos de Evann aun así reflejaban duda—. A medianoche, hombres de Athdar cruzaron la frontera hacia Namyria y atacaron algunas aldeas que encontraron en el camino. Su intención parecía ser saquear al pueblo y tomar esclavos, pero no era más que una excusa. Está claro que el verdadero motivo detrás de su ataque era probar las defensas de Namyria y descubrir a qué se enfrentan ahora.

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