capítulo 4. - calor de una noche de verano

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Con una mano agarraba la bolsa de plástico llena de vasos, una botella de ginebra y refresco, y con la otra la mano de Almudena. La rubia estaba preciosa esa noche, vestía un vestido amarillo de flores blancas junto a unos zapatos espectaculares pero lo suficiente altos para que tuviese que aferrarse a él al andar.

El calor era asfixiante mientras subían la cuesta hacia casa de Violeta. No corría nada de viento a pesar de estar junto al mar y que el reloj de su muñeca ya marcase las once de la noche.

Esa misma tarde, habían ido Álvaro y Ruslana durante su turno a la cafetería para avisarle de que no hiciese ningún plan por la noche, que irían todos juntos a las fiestas del pueblo de al lado.

En el mismo día, unas horas después mientras se vestía en la buhardilla, Almudena le comentaba mil cosas sobre la noche tirada en su cama, entre ellas que irían en el coche de Violeta, y que eso no significaba que la pelirroja no fuese a beber sino que dormirían en los asientos hasta que el alcohol se le bajase, algo que según le había comentado la rubia, hacían muy a menudo.

Estaba deseando salir, después de tantos días metido en la cafetería sentía que merecía esa fiesta más que nadie de los presentes.

Cuando llegaron a casa de Vio, ya estaban todos allí con sus respectivas bolsas de plástico para el botellón. La furgoneta gris ya estaba encendido y el maletero abierto.

Almudena soltó su mano para ir a abrazar a Ruslana y después a Martin, que estaba justo al lado. Él se limitó a saludarlos con la mano desde la distancia, al igual que a Violeta y Álvaro que estaban subiendo las bolsas al maletero.

Ahí, en ese momento, hizo un barrido a los presentes y una sencilla cuenta mental que le llevó a la obvia conclusión de que eran seis para un coche de cinco plazas.

- Oye, una cosa, ¿alguien ha pensado cómo vamos a ir los seis ahí metidos?

Violeta dio una palmada, mirando a Álvaro con la boca abierta y el otro tapó su boca a punto de reír. Los otros se miraron entre ellos con gesto de sorpresa.

- ¿De verdad nadie lo había pensado? - Repitió incrédulo pero sin perder la diversión en sus palabras.

- Es que somos cinco, no hemos tenido ese problema nunca. - Martin le respondió y Juanjo se encogió de hombros. No era tan difícil pensar que si de normal eran cinco y ahora iba a él, pues eran seis.

- Pues uno en el maletero y ya está. - Violeta solucionó. - ¿Quién se presta voluntario? - Ninguno de los amigos respondió, esperando fervientemente que uno se sacrificase. - Todos a la vez no. - Rieron.

- Juanjo ha sido el último en llegar. - Respondió con rapidez Ruslana, con claras intenciones de buscarle las cosquillas al mayor.

- Y tú eres la más pequeña, cabes mejor que nadie ahí. - Contraatacó Juanjo, aún en la anterior lejanía.

- Pero yo voy de blanco.

- Yo también. - Saltó rápidamente Almudena.

- Vas de amarillo. - Señaló su vestido con resignación.

- ¡Y blanco! - Respondió con falsa indignación para después dedicarse una mirada cómplice con Ruslana al mismo tiempo que entrelazaban sus manos.

- Joder, ¿qué vamos a una fiesta ibicenca?

Toda iban de blanco o de algún color pastel, menos Violeta, que era la única que no necesitaba excusarse en el color claro de su ropa para no ir en aquel cubículo.

café lily - juantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora