♡༒♛3.♛༒♡

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♡༒♛3.Larga noche de estrellas♛༒♡

Ariadne sintió que la sangre la empujaba al despertar violento. Tomó la palla con un fuerte aroma a esencia masculina y la bajo cautelosa. Aquella cama tenía una proporción descomunal. Sus ojos viajaron por los doseles que al ser tocados por los rayos del sol deslumbraron en destellos iridiscentes.

El viento cálido de Althea entraba por las puertas dobles que daban a un balcón de media luna. Empujaba la tela hacia su rostro nublando su visión. Se sentó sobre sus tobillos y luego, al ver que no había nadie en aquel lugar se decidió por levantarse de aquella trampa de morfeo; el colchón era tan suave que casi parecía estar flotando sobre una nube sedosa.

Un mármol que se peleaba entre ser blanco o negro. Cubría el piso en su totalidad. Había una bañera hexagonal empotrada al suelo en medio de la habitación, en el que sus aguas expedían un vapor constante. Los enchapes dorados elevaban su elegancia a otro nivel y la superficie del agua estaba cubierta por pétalos de rosas.

Seguía envuelta en la tela turquesa que él parecía haber puesto sobre ella. Se frotó una muñeca nerviosa y vio que había una gran puerta en el costado derecho. Se acercó con cautela e intentó abrirla.

Era inutil.

Estaba encerrada y supuso desde el principio que así sería. Tal vez, por eso no estaba apurada. Conocía la naturaleza de su hermano.

El balcón era una completa pérdida de tiempo. Le temía a las alturas y por eso, no puso ni un pie allí.

Había un arco polilobulado que daba a otra gran habitación. Se encaminó allí para buscar alguna salida.

La curiosidad brillaba en sus ojos gatunos. Era una biblioteca privada, modesta y se podía notar que absolutamente todo estaba especialmente escogido. Caminó descalza sintiendo el acogedor frío de las grandes baldosas; ya que el calor en el aire le estaba molestando y oprimiendo hasta la respiración.

Pasó sus dedos por las estanterías, subía y bajaba sus pupilas sintiendo un interés por aquello. Jamás había estado en esa habitación.

Vio algunos títulos que llamaron su atención "Obelia, el reino perdido de las sombras", "La larga noche de estrellas...".

Ariadne sonrió con timidez. Pasó su dedo por el lomo y recordó que su madre lo leía cuando era niña. Luego, ella se lo leyó a Ash... Asher...

No sabe en qué punto las lagrimas se empezaron a desbordar por sus ojos. Se limpió con prisa, temiendo que alguien entrara y la viera así. Tan vulnerable.

Pero, ¿De quién era esa habitación tan modesta? No creía que alguien tan ególatra, orgulloso y ostentoso como Athanasius aceptará menos que una habitación de dos pisos. Por eso, creía que solo la había dejado allí.

—Parece que has encontrado mis tesoros, Ariadne —. su voz varonil logró desestabilizar a la pelinegra.

Ella sintió que si volvía entonces sería mucho más aterrador. Bajo su rostro y se apretó el pecho con las manos ya que empezaba a afligir su corazón.

Dio un respingo cuando su mano se posó sobre su hombro. Sus piernas flaquearon ante la idea de que él era un ser aterrador, un infame de sonrisa aplastante y ojos mortales.

—A comparación del día de ayer estas muy callada esta tarde... esperaba tus gritos en cuanto despertaras.

Ariadne le empujo la mano y se apartó para girarse finalmente. Preparada para sostenerle la mirada.

—Dejame ir —. Pidió.

Él sondeo cada tramo de la figura de Ariadne. En sus ojos había hambre y deseo.

Una Jaula de sangre DoradaWhere stories live. Discover now