Con sus manos desnudo su carne y con sus ojos le devoro el alma. Ariadne clavo la daga en la carne de Athanasius Y lejos de alejar a su hermano, su captor y su sempiterno amor; vio con tristeza la sangre de un dios deslizarse como aquellas lagrimas que no pudo derramar durante toda su vida. Y la verdad, es que Ariadne se odiaba desde la base de su alma. Como el abuso, la pasión y la lujuría de Athanasius logró desdibujar su propia moralidad. Sintió que lo amaba...y lo odiaba. Desde aquel día. En el que no sabía cuanto tiempo llevaba mirándolo. Y aquel pecado fue palpable en sus ojos . Su hermano Athanasius levantó su copa, brindo en silencio sin dejar de calcinarle las entrañas con su penetrante mirada. Trago saliva. Estaba por romperla en pedazos. El crisol del imperio miró a la luna reclamandola con fiereza. Porque ella sería suya hasta en las llamas del infierno. Para Ariadne ese castigo fue peor que la muerte. Encerrada en la prisión dorada que él había dispuesto para ella. Sintió que era imposible escapar. Advertencia: Esta historia posee lenguaje inapropiado, abuso exagerado, incesto, escenas de sexo y violencia explicita. Como moralidades cuestionables.