¿Sabes esas cosas malas que le ocurren a la gente buena? Soy una de ellas.

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Dejé un billete de veinte dólares sobre la barra cuando pasamos junto a la misma a la carrera.

—Brad, ¿podrías preparar lo nuestro para llevar?

Asomó la cabeza por la ventanilla, levantando las manos con desconcierto.

—Volvemos enseguida.

Cruzamos la calle a toda prisa y nos dirigimos a un edificio de ladrillo con barrotes en las ventanas y una enorme puerta metálica. Estaba empezando a lloviznar.

—Creo que está cerrado —observó Nayeon, jadeando detrás de mí.

Aporreé la puerta, esperé un momento y volví a aporrearla. Al cabo de una larga espera, un Hulk de ojos somnolientos salió a recibirnos.

Opté por una sonrisa. Más que nada porque no me apetecía provocar su ira.

—Hola. —Le mostré la licencia—. Me llamo Minatozaki Sana y ella es Im Nayeon. Soy detective privado y estoy investigando un caso para el Departamento de Policía de Albuquerque —dije, mintiendo a medias—. ¿Podría hablar con usted?

—No.

Hulk tenía malas pulgas cuando lo despertaban en medio de la noche. En la peli no se mencionaba ese aspecto de su personalidad. Tendría que escribir a los productores. Además, era evidente que mi licencia no lo había impresionado. Decidí mostrarle un billete de veinte dólares.

—Solo serían un par de preguntas. Estoy buscando a una mujer desaparecida.

Me arrebató el billete de los dedos y se preparó para el cuestionario.

—Ya. —Saqué la foto de Mimi del bolso—. ¿Ha visto a esta mujer?

Se la quedó mirando. Digamos que un buen rato. Lancé un suspiro y le tendí otro billete. Si aquello seguía así, tendría que enviar un SOS al FMI para vencer la OPA hostil.

—Puede —musitó. Cogió la foto y se la acercó—. Ah, sí. Es Molly.

—¿Molly?

Molly encajaba, teniendo en cuenta que en realidad se llamaba Mimi.

Posiblemente le resultara más sencillo habituarse a responder a ese nombre que, por ejemplo, al de Guinevere o Hildegard.

—Sí, estoy bastante seguro. Pero ahora todos duermen.

—Mira, ¿sabes eso que suele decirse de que si estuviera a punto de caerte una bomba nuclear encima sería mejor que empezaras a despedirte de tu culo y no lo dejaras para mañana?

Se rió entre dientes. ¿Quién decía que Hulk no tenía sentido del humor?

—Tienes gracia.

—Sí, bueno, pues imagina que soy una cabeza nuclear armada y no puedo esperar a mañana.

—Ya, y quieres verla ahora, ¿no?

Menuda rapidez de reflejos.

—Veloz como el rayo, amigo. Eres un lince.

Me miró con desconfianza, tratando de decidir si me burlaba de él o no.

Me acerqué un poco más.

—Luego, tal vez tú y yo podríamos ir dando un paseo hasta esa cafetería de allí y tomarnos algo.

—No eres mi tipo.

Maldita fuera. A veces pasaba. En fin, ¿qué podía hacer una chica en esos casos?

—De acuerdo, ¿vas a dejarnos pasar?

—Me gustan más... verdes.

—Por favor. —Saqué mi último billete de veinte—. Ahora sí que me has dejado tiesa.

Segunda Tumba a la Izquierda (Sahyo)Where stories live. Discover now