ONE-SHOTS LOKI LAUFEYSON Y VARIOS

Semillas y Rosas - (Greek mythology|Tom)

Inspirado en Lily - Alan Walker.
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Las hojas crujían y las ramas rasgaban el fino peplo que llevabas. Corrías con todas tus fuerzas mientras sentías el siseo de la criatura detrás tuyo.

Sentías el escozor de las heridas pero el miedo y la adrenalina eran mayores en este escenario.

"Sígueme a donde quiera que vaya, a la cima de todas las montañas o al valle bajo.
Te daré todo lo que has estado soñando, déjame entrar"

Esas palabras retumbaban en tu mente.

Si tan solo no hubieses salido del castillo. Si te hubieses quedado allí. Si no hubieses ido al bosque.

Tus pies se movían solos, dolían y tu respiración fallaba.

El siseo era constante, lo sentías detrás, acercándose peligrosamente. Esa cosa iba a tomar tu cuerpo.

Te quería controlar a cambio de obtener lo que quieras.

Por favor, alguien. Ayuda.

Pensabas con desesperación ya que tu voz no salía más. El haber pedido ayuda en un principio solo había agotado tu garganta, dejándola inútil ahora.

Las lágrimas se apoderaron de tus ojos. Seguías escuchando el siseo de aquella bestia a tus espaldas, sentías su presencia acercándose a cada paso que dabas.

Te dijeron que no vinieras, que no salgas de las murallas del castillo, que no te aventuraras sola.

Pero lo hiciste, creyendo que  Artemisa iba a proteger tu camino y te permitiría volver como siempre lo habías hecho desde que empezaste a aventurarte en aquel lugar. Sin embargo, parecía que la diosa virgen te había dado la espalda después de un tiempo por tus malas decisiones, permitiendo a aquella bestia alimentarse de tí.

Tu cabello ondeaba al contacto con la brisa, tus ojos ya estaban húmedos al igual que tus mejillas. Las finas crépidas que se ajustaban a tus pies se encontraban desgastadas por el territorio desconocido que pisaban. Hasta que uno de tus pies se encontró con una raíz saliente del suelo, haciendo que el mundo se detuviera por un momento, un lento y agónico instante, para empezar a rodar cuesta abajo.

Tu peplo se desgarraba en cada vuelta, dejándola hecha jirones sobre tu cuerpo, tu cabello atrapaba hojas, tierra y ramitas del camino, mientras que tu piel se llevaba la peor parte y el suelo hacía rasguños en los  lugares no cubiertos por el destruido peplo. Todo se había tornado negro en los largos minutos que rodabas hacia el pequeño valle.

¡Pom!

Aterrizaste de una forma bruta en el suelo. Las ninfas se reirían de tí si viesen tu estado. La hija mortal del rey de Éfeso con un atuendo tan deplorable y un aspecto terrible.

Abriste tus ojos lentamente mientras veías a aquella bestia arrastrarse lentamente hacia tí.

"Todo lo que quieras en oro, seré la historia mágica que te han contado y estarás a salvo bajo mi control. Sólo déjame entrar."

Escuchaste que dijo la criatura con sus dos cabezas, las cuales te miraban con aquel aspecto salvaje. Sus ojos a cada lado de su cabeza de un ámbar luminoso y las pupilas rectas verticalmente trazando la mitad de sus esferas, su lengua entraba y salía por un pequeño espacio de la boca, oliendo el miedo.

Tu miedo.

En sus ojos podías ver el deleite de tu temor. Si ya de por sí ver a una bestia como esa de una cabeza causaba temor, estabas helada del miedo al ver como esas dos cabezas te miraban fijamente.  Aquella criatura que solo habías escuchado en las historias que te contaba tu madre o las mujeres de la escuela. Que veías en las vasijas que adornaban algunos de los corredores del palacio o en pinturas.