13. Volver a casa.

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NARRADOR.

Al día siguiente, lo único que salvó a Chiara y Ruslana del castigo que debían cumplir esa semana fue el último partido del torneo de fútbol de las chicas, sería el decisivo y aunque se hubieran librado del castigo, del banquillo no se librarían tan fácil. El profesor de educación física, también el entrenador y árbitro tanto de las chicas como de los chicos les había dejado sumamente claro que estarían el 90% del tiempo sentadas en la banca que estaba pegada a las gradas donde todos los alumnos, adolescentes y niños las observaban. Martin, que se percató cómo la medio inglesa y la ucraniana se dejaban caer con pesadez al banquillo, fue bajando por las gradas hasta llegar a estar de cuclillas detrás de ellas, rezando para no ser pillado por ningún adulto presente.

– ¿Os coméis el banquillo hoy? – preguntó para romper el hielo y las dos chicas se asustaron al escuchar su voz – Pringadas.

– Oye, no te pases – habló Chiara.

– ¿Qué quieres? – preguntó la pelirroja siendo más dura y borde que Kiki. Demostrando una vez más como Chiara era parecida a un golden retriever y Ruslana un gato negro con mucha malicia.

– A ver, no quiero que me llaméis cotilla ni nada de eso, pero ayer os vi – confesó el chico con bigote, haciendo que su mejor amiga se girara del todo para mirarlo y él la empujó para hacer que mirara hacia el frente para así cubrirle.

– Martin, si no especificas más...– habló la pelinegra, dejando la frase a medias.

– ¿Nos viste dónde? – preguntó Ruslana – Si yo no iría con esta ni a comprar pipas – bufó, sonriendo por su propio chiste y ganándose una mala mirada por la pelinegra.

– En el baño, – prosiguió el chico – vamos que vi como os liabais y vaya beso.

– ¿Y tú qué hacías en el baño de chicas? – cuestionó la pelirroja, con el ceño fruncido levemente – ¿Me espías o como va la cosa?

– Ay, Rus, no seas tan creída – respondió – ¿Para qué te voy a espiar yo a ti? Lo que pasa es que no había nadie por los pasillos y hay que aceptar que vuestro baño está más limpio que el mío y ya me entendéis...

– No te líes, Martin, te hemos entendido perfectamente – le interrumpió la medio inglesa – No vas a contar nada, ¿verdad?

– ¿Pero por quién me tomas, Kiki? – preguntó el chico, llevándose una mano al pecho dramáticamente y fingiendo dolor en la zona – Yo callado como una puta, pero creo que merecéis algún consejo que otro.

– Nos sirve con que te calles, gracias – Ruslana volvió a hablar, abriendo las piernas y posando los codos en sus rodillas echándose hacia delante. Recibió un golpe por Chiara en el hombro al acabar de hablar.

– Ni caso, Martin.

– A mí no me importa lo que hagáis o dejéis de hacer, os apoyo en todo y me parecéis monísimas, pero os recuerdo que en este internado los cotilleos vuelan y tenéis que tener mucho cuidado – aconsejó, alargando la "u" de la penúltima palabra –. No os olvidéis que es un internado religioso y vivimos rodeados de monjas.

– Tienes razón, Martin – respondió la pelinegra con una preocupación instalada en el pecho –. Gracias por guardarnos el secreto.

Amén - Ruski Where stories live. Discover now