24. Puñales por la espalda.

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NARRADOR.

Dejó caer el trozo mal cortado con su despedida escrita en la mesa de Bea, era como una pluma cayendo lentamente en dirección al suelo. Caminó con pasos inseguros, rogando por no pisar justo en la madera que haría ruido y al llegar al quicio de la puerta se giró para ver la que era su habitación y suspiró, con la mochila colgando de un solo hombro.

No supo decir con exactitud todos los minutos que se quedó ahí parada pensando, sin importarle que la pillara alguna monja.

Suspiró y se rindió, cerró la puerta tras ella y descolgó la mochila de su cuerpo para dejarla en la cama. "No me voy a ir de aquí sin descubrir antes quién hizo eso en la capilla".

Con los párpados pesados y el cansancio apoderándose de su cuerpo, sacó de mala gana la ropa que había metido en la mochila azabache para meterla sin doblar en el armario, también recogió la notita que le pensaba dejar a su amiga y la guardó.

Sin deshacerse de su uniforme se lanzó sin piedad a la cama y a pesar del tormento que había en su mente durmió plácidamente hasta que el despertador hizo acto de presencia y tuvo que despegar el rostro de la almohada y abrir los ojos; tuvo un vago recuerdo de que había soñado con Chiara.

– Kiki, amor, es hora de ir a clase –la melosa voz de la granadina se coló por las orejas de una Chiara dormida completamente. Violeta admiró como un río de lagrimas negras (por el rímel) recorrían ambas mejillas de la medio inglesa y pudo descifrar que ya se habría enterado de todo–. Kiki, vamos...

– Déjame, Vio. Hoy no pienso presentarme a clase, no tengo energía –las palabras salieron de su boca con un tono ronco y muy exhausto. La culpabilidad comenzó a invadir la mente de Violeta, no había pensado que esto rompería tanto a Chiara como para comenzar a afectarle académicamente. Se sentó en la orilla de la cama y acarició su cuerpo por encima de la sábana que la cubría–. Di que estoy enferma o algo, por favor. Invéntate lo que sea.

– Pero Kiki, tienes que ir. Hoy es el examen que tanto te has preparado. No te habrás olvidado, ¿no? –la pelirroja intentó buscarle los ánimos a la pelinegra, pero fue incapaz y solo observó en silencio como Kiki escondía el rostro en la almohada– ¿Estás bien?

– Perfecta, pero no he dormido lo suficiente y prefiero quedarme aquí con una mentira que dormirme en clase y llevarme una bronca –su voz fue amortiguada por la blanda almohada, pero Violeta la entendió a la perfección y claramente supo que aquello era una mentira.

– Te escuché llegar, tarde –hizo énfasis en la última palabra y vio a Chiara encogerse de hombros, no quería dar explicaciones, pero la pelirroja iba a insistir–. Las supernenas siempre nos contamos las cosas, sean buenas o sean malas. Si te ha pasado algo me gustaría que tuvieras la confianza suficiente para contármelo –ese discurso pareció calar en el interior de la medio inglesa, se sentó con las piernas cruzadas en su propia cama y tras unos segundos miró a su mejor amiga a los ojos; algo se rompió en el interior de la granadina al ver sus ojos rojizos y los rastros de maquillaje por sus pálidas mejillas. Llevó los dedos para acariciarle e intentar limpiarle el rostro–. Te escucho, cariño.

– ¿Te acuerdas de todas las veces que me habéis preguntado (Denna y tú) dónde me metía todas las tardes? Que estaba súper desaparecida...–comenzó a hablar la medio inglesa y Violeta asintió con la cabeza a la vez que tomaba con confianza y cariño su mano– Pues he estado con Ruslana, viéndome a escondidas con ella. Todas las tardes, en sitios distintos, pero siempre con el mismo fin. Todo el odio que demostró hacia mí terminó siendo amor o eso creía hasta ayer, por la noche.

Amén - Ruski Where stories live. Discover now