CAPÍTULO 07

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Personas que solíamos conocer 

 Brooke despertó con una sensación de rigidez en su cuerpo y la pesadez habitual que había mantenido lejos a su buen humor de siempre las dos últimas semanas. La única cosa por la que daba gracias era el sábado. Por mucho que hubiera intentado, no podía quitar de su cabeza los ojos llenos de furia de Peyton, ni tampoco podía borrar sus palabras.

Lo peor de todo el asunto, era que dentro de su patético (pero efectivo) intento por hacerle daño, ella tuvo razón. Parecía ser incapaz de retener a una sola persona, todos siempre terminaban alejándose.

Volvió a cerrar los ojos con fuerza, rememorando la noche anterior hasta el momento exacto en que Nathan la regresó a su auto. Él parecía sincero cuando le dijo que se había divertido... Pero Brooke, en el fondo, sabía que eventualmente él también se iría. Y, a pesar de que su reciente entendimiento con Nathan hizo que se olvidara por un rato del mal trago que Peyton y Lucas la hicieron pasar, no podía aferrarse demasiado.

Era una voz que le repetía reiteradas veces que no era suficiente para alguien, sea quien sea. Y eso la mataba lentamente. De alguna manera terminaba destruyendo todo lo que tocaba o las personas se iban sin la necesidad de una razón.

Está bien, Nathan nunca había sido su persona favorita, ni estuvieron antes demasiado cerca, posiblemente hubieran compartido más insultos sutiles disfrazados con toques de sarcasmo que una plática honesta donde intercambiaran cumplidos; pero desde que lo encontró en Rivert Court esa fatídica tarde, un solo movimiento de su parte había definido un momento crucial en sus vidas y ahora temía, su cuerpo temblaba con la sola idea, de que Nathan de repente se fuera y ella tuviera que fingir que nunca había estado ahí.

Necesitaba ser racional ahora, no podía venturarse y lanzarse al vacío, ya había perdido a Peyton...

Una lágrima silenciosa corrió por la línea que seguía el rabillo de su ojo hasta perderse sobre la funda de su almohada. Sus ojos empañados se dirigieron a la fotografía de ambas que todavía reposaba en una esquina de su alfombrado.

Peyton siempre había estado ahí, sin importar qué. Nunca estaba sola, siempre estaba su mejor amiga. Aun cuando sus padres preferían ignorarla o pretender que era invisible, ella siempre la vería, siempre la escucharía. ¿Por qué tuvo que hacerle eso? ¿Por qué tenía que ir y arrebatarle a la única persona que realmente había hecho latir con fuerza su corazón?

Y luego, lo pensó mejor.

No podía atribuír todo el crédito a Peyton. Era Lucas...Siempre fue Lucas. No era lo que él buscaba, a pesar de hacer hasta lo imposible porque así fuera; pero había cosas que no podía mantener bajo tierra tanto tiempo, aspectos de sí misma que él detestaría. Incluso ella se asustaba de esa vieja versión suya, una que mostraba a Brooke Davis tan explosiva como una bomba de tiempo. Se preguntó, ¿Quién más estaría asustado de ella?

Haley había llamado la noche anterior para asegurarse de que estuviera bien y para disculparse por no haber estado ahí luego de la ruptura. La reconfortó un poco el hecho de que le dijera que Lucas era un imbécil, pero, al final, sabía que Haley siempre estaría de parte de su mejor amigo sin importar qué. Debía ser realista, su preocupación podía significar simple cortesía. Además, Nathan tuvo que habérselo explicárselo antes, ¿No?

Y para eso, posiblemente, en ese momento, ella y él estarían en medio de un romántico desayuno de compensación porque Nathan no era capaz de decirle a su novia que estaba enfadado.

Francamente, no lo entendía, Nathan no era del tipo que se guardaba lo que pensaba. Pero Haley era alguien difícil de dejar atrás. Algún tiempo antes se habría dicho a sí misma que Haley James era un ser insignificante; pero esa personalidad tan dulce, aguerrida e ingeniosa podían cautivar el corazón de cualquiera que la conozca, aun si era el más duro. Eso incluía a Nathan. Ella era ese ser transformador que (aunque solía burlarse seguido) sacó lo mejor de él.

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