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02:15

Las Vegas

¿Solo dos horas habían pasado? se pregunta internamente Cristian doblando su muñeca mientras buscaba ver la hora en su reloj, bailando detrás de Karen rueda sus ojos.
Lisandro ríe al ver la cara de su amigo y niega, sabía perfectamente que no la estaba pasando nada bien, aún así el cordobés no abandonaría el lugar hasta que no estuviera seguro de que Martina estuviera durmiendo plácidamente en el hotel, incluso éste buscaba a sus alrededores a la pelinegra quien al no encontrarla arrugo su entrecejo y miró confundido a Paulo para formas un montoncito y mover su mano haciendo que este entendiera la pregunta. Pero el último simplemente se encoje de hombros dejando sin respuesta al tatuado.

El entrerriano desde afuera parecía entender todo por lo que suelta la cintura de la rubia frente a él y disimuladamente escapa de la pequeña ronda vip en la que estaban.

A simple vista la diseñadora no estaba, el rubio igualmente no tardó en mezclarse entre la gente y al pasar por otra mesa paga, encuentra su objetivo. Era imposible no encontrar esos ojos llamativos y más imposible era que estuviera sola.

Las posibilidades de que el jugador pudiera pasar como si nada eran bajas pero nunca nulas, ni bien habló con uno de los integrantes pudo ingresar, accediendo a sacarse fotos con uno y con otro, ya estaba adentro.

Tomó uno de los sillones blancos y tranquilo se sentó en el, observó como la pelinegra bebía de una copa sentada arriba de un hombre que no reconocía. Pero le bastó con solo ver como los ojos se le cerraban y como el cuerpo caía débilmente  ante los brazos ajenos para ver que la bebida estaba alterada por alguna sustancia.

Lisandro frunció el ceño y firme se paró, una de las mujeres trató de acercarse a él pero sin piedad empujo a la modelo para acercarse al hombre que tenía frente a él.

— Damela — dijo en un tono demandante y tironeo del brazo de la pelinegra que abrió a penas sus ojos. El mayor se negó a ello sosteniendo con fuerza a Martina— viene conmigo, damela.

Se vuelve conmigo — habló en inglés, voz rasposa y a su vez grave, típico de narco.

El entrerriano rió y se acercó sutilmente para no levantar sospechas — Damela porque te rompo la cara aca nomas, a mi no me da miedo un viejo gordo que se hace el mafioso — y con mínima fuerza tomó a la menor entre sus brazos, el ajeno trato de sacar un arma pero ni bien el rubio vió como escondió el brazo detrás de su espalda, aprovecho que todos en esa mesa se encontraban de alguna forma inconscientes y estampó su puño en la cara de este.

Rápidamente salió de ahí buscando salir también del boliche, no veía posibilidad alguna de quedarse y tardar buscando a Paulo o a Cristian, al fin y al cabo algo de miedo le tenía a los "mafiosos".

La salida trasera fue de gran ayuda y agradeció internamente haber estacionado cerca de esta ya que unos pasos se le hicieron suficientes para llegar al auto.
Suspira cuando puede sentarla y después de colocarle el cinturón de seguridad, se dirige a su asiento.

Miraba de reojo lo dormida que estaba y no se arrepentía de haber hecho ese mini show, se reía igualmente ya que dentro suyo sabía que la pelinegra al otro día volvería a tratarlo igual de asqueroso que siempre.

De todas formas al llegar buscó entre los bolsillos de su cartera, la tarjeta de su habitación y después de tenerla en manos, se aseguro de dejarla en esta.
Al bajar del auto la pelinegra lanzó un líquido negro y aunque fue asqueroso de ver para el entrerriano, también fue un alivio ver que su cuerpo había expulsado lo que le estaba haciendo mal.

DULCE CONDENA | Lisandro Martinez, Cuti Romero Onde histórias criam vida. Descubra agora