🌹 Conversación, rosas, persuasión 🌹

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Teletransportarse al Emporio de Rosie o a cualquier otro lugar nunca había sido un problema para Alastor, excepto cuando sus poderes parecían estar descontrolados y una simple acción lo dejaba exhausto.

...Tenía que corregir lo que se estaba convirtiendo en un hábito de inmediato.

Al sentir su estómago rugir, Alastor llevó sus manos hacia él. Desde que fue herido y realizó el trato con Lucifer, no había comido nada. Se preguntó si esa era la razón por la que su cuerpo se sentía tan débil al realizar hechizos simples como teletransportarse o cambiar su atuendo.

Se acercó al refrigerador y lo abrió, la saliva se acumulaba en su boca al ver el jugoso trozo de carne de venado que se encontraba ahí. Sabía que Rosie no tendría problema con que tomara algo de sus reservas. Por supuesto, repondría lo tomado. Tomando el plato, se sentó a la mesa y comenzó a devorarlo con cuidado de no manchar su vestido o su capa. No deseaba ensuciar su único atuendo disponible en este momento, ya que dadas las circunstancias actuales, no podría limpiarse.

Sus orejas se aguzaron al escuchar la voz de su querida amiga levantarse en tono de advertencia, evidenciando una discusión en la que Rosie claramente llevaba la delantera. La curiosidad lo invadió: ¿quién sería la desafortunada alma que creyó que molestar a la dama caníbal sería una buena idea? Rosie era amable y cariñosa con la mayoría, pero si la provocaban en el terreno equivocado, podía volverse bastante intimidante.

Los gritos cesaron y Alastor sintió la tentación de levantarse para ver qué había desencadenado el alboroto, pero debido a su reciente problema con la vestimenta, se abstuvo; no quería enfrentarse a preguntas no deseadas.

No fue hasta que la cortina que separaba el comedor donde se encontraba Alastor se abrió, revelando a Rosie hecha una furia.

"¿Quién se cree que es?" exclamó. "Voy a enseñarle lo que una mujer 'vieja' puede hacer".

Alastor parpadeó. Rosie rara vez perdía la compostura, así que lo que sea que hubiera ocurrido debió haberla enfurecido profundamente.

Cuando la Overlord se percató del ciervo, su expresión de molestia se transformó en una de sorpresa. "¡Oh, Alastor cariño, no te escuché llegar! Disculpa", exclamó. Alastor negó suavemente con la cabeza.

"No hay necesidad de pedir disculpas, querida. Más bien, debería ser yo quien pida disculpas. Me tomé la libertad de tomar un poco de tus reservas, pero te aseguro que todo será repuesto", dijo Alastor con cortesía. Rosie agitó la mano restándole importancia.

"Tonterías, sabes perfectamente que puedes tomar todo lo que gustes", respondió Rosie con una sonrisa. "Ahora dime, querido, ¿qué te trae a mi humilde morada? Nuestra reunión semanal no es hasta dentro de dos días".

Rosie se aproximó al lugar donde estaba sentado el ciervo. Alastor, demostrando su caballerosidad, se levantó y apartó la silla para que su amiga pudiera sentarse, recibiendo una sonrisa de agradecimiento por parte de Rosie.

"Verás, querida, tengo un pequeño inconveniente con mi atuendo. Al parecer, una insignificante alma creyó que sería buena idea cambiar mi guardarropa por unos ridículos vestidos", explicó Alastor mientras Rosie lo miraba con intriga. Alastor se levantó y desabrochó su capa, colocándola cuidadosamente en el respaldo de la silla. Al observar el atuendo, los ojos de Rosie se iluminaron.

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