🌹Azrael y Mónica, Sospechas y Cadenas rotas 🥀

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La historia de Azrael se enreda en las brumas del tiempo y la mitología, tejida con hilos de diversas tradiciones religiosas y culturales que se entrelazan para dar forma a su figura como el Ángel de la Muerte. Según la tradición islámica, Azrael es uno de los cuatro arcángeles principales, designado por Dios o el padre celestial para cumplir la crucial tarea de recolectar las almas de los fallecidos y guiarlas hacia el más allá. Su papel es fundamental, pues es él quien determina el destino eterno de cada alma, llevando consigo un registro divino de todas las vidas humanas.

Se dice que Azrael posee una presencia imponente y serena, con cuatro alas que le permiten viajar a través de los rincones más remotos del cosmos para cumplir con su deber divino. Aunque su aspecto es a menudo descrito como oscuro y sombrío, su aura irradia una sensación de paz y compasión, ya que su tarea no es solo llevar la muerte, sino también ofrecer consuelo y guía a aquellos que se enfrentan al tránsito final.

En la mitología judía, Azrael es visto de manera similar como un ángel compasivo que acompaña a las almas en su viaje hacia la vida eterna. Se le atribuye la responsabilidad de escribir los nombres de los fallecidos en el Libro de la Vida, un registro celestial que determina el destino eterno de cada individuo. A lo largo de los siglos, su figura ha perdurado como un símbolo universal de la transición entre la vida y la muerte, inspirando reverencia, temor y reflexión sobre el misterio último de la existencia humana.

Sin embargo, a pesar de ser reverenciado como una figura divina en muchas tradiciones religiosas, Azrael no era bienvenido por todos. Algunos lo veían como un ser sombrío y temible, cuya sola presencia evocaba miedo y angustia ante la inevitabilidad de la muerte. Para aquellos aferrados a la vida terrenal, el encuentro con él podía ser aterrador, ya que simbolizaba el fin de su existencia en este mundo y el comienzo de un viaje hacia lo desconocido.

Además, aquellos que habían perdido a seres queridos podían sentir resentimiento hacia Azrael, culpándolo por llevarse a sus seres queridos y dejando atrás un vacío doloroso en sus vidas. Esta ambivalencia hacia él refleja la complejidad de las emociones humanas en torno a la muerte y el más allá, donde el miedo, la tristeza y la aceptación se entrelazan en un tejido complicado de experiencias y creencias.

El constante resentimiento y el odio dirigido hacia Azrael comenzaron a pesar sobre él, erosionando su sereno sentido del deber y su compasión inherente. Con el tiempo, el peso de las emociones humanas se convirtió en una carga demasiado pesada para llevar, y Azrael comenzó a cuestionar su papel como el Ángel de la Muerte. El dolor y el sufrimiento que presenciaba en cada encuentro lo llevaron a cuestionar la justicia divina y el propósito de su propia existencia.

Gradualmente, el amor y la compasión que una vez había sentido hacia los seres humanos fueron eclipsados por un profundo resentimiento hacia su propio trabajo. El odio hacia su papel como mensajero de la muerte se apoderó de él, oscureciendo su ser radiante con una sombra de amargura y desdén. A medida que la chispa de su compasión se extinguía lentamente, Azrael se encontró en un estado de conflicto interno, atrapado entre su deber divino y su creciente aversión hacia él.

A pesar del abrumador peso del odio que consumía a Azrael, una pequeña alma logró penetrar su corazón endurecido y despertar una chispa de esperanza y redención. En un encuentro inesperado, Azrael fue testigo del deseo ferviente de esta alma por encontrar paz y consuelo en su tránsito hacia el más allá. La pureza y la inocencia de esta alma resonaron profundamente en el alma atormentada de Azrael, recordándole la belleza y la fragilidad de la vida humana.

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