Ajedrez II

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[...]

Al pasar por la recamara de su exesposa y ver las luces encendidas, comenzó a tocarle la puerta. —¡Marcia!

—¡Marcia! —la pelirroja escuchó los toques de la puerta y la voz de su exesposo—.

No obstante, decidió ignorarlo y continuar con su lectura.

—¡Marcia! ¡Ayúdame, por favor! ¡Me corté la mano! —exclamó fingiendo y se quejó—.

Ella se asustó y enseguida corrió a abrirle la puerta.

—¡¿La mano?! —bajó su mirada y no le vio nada—.

Esteban se echó a reír y ella lo encaró enfadada. —El día que te pase algo, no te voy a creer, por mentiroso.

—¿Ya se te pasó enojo o el dolor de la derrota? —le sonrió y le palpó la nariz—.

Ella rodó sus ojos y lo dijo con antipatía. —¿Para qué vienes a buscarme?

—Quería asegurarme de que no te hubieras cortado las venas... —rió—.

—¿Cortarme las venas por ti? —rió con ironía—.

—Me queda claro que por mi no. Pero supongo que con esa víctoria te di en el ego...

—Hueles a vino... —se acercó y lo olfateó—. Ya entiendo por qué hablas tantas tonterías.

—Para nada estoy ebrio, sólo fueron unas cuantas copas... —el moreno procedió a palparle la nariz de forma cariñosa otra vez—. ¿Ya se te pasó el enojo?

—¿Enojo? Ni siquiera me enojé...

Él se rió y le contestó. —Marcia, quien no te conozca que te compre...

—¿Te vas a seguir burlando de mi derrota?

—No, no soy ese tipo de persona. Cosa que probablemente sí sucedería si fuese lo contrario, porque estoy segurísimo de que tú si lo harías conmigo.

—Cada vez me convenzo más de que me tienes en muy mal concepto. Pero no me importa... —dio de hombros—.

—¿Quieres jugar otra partida conmigo?

—No, tengo pereza de bajar hasta tu despacho.

—Puede ser aquí, como lo habías acordado esta tarde... ¿O no quieres volver a perder? —le sonrió con altivez—.

—Por favor, el hecho de que me hayas ganado una sola vez no significa que vaya a ser así siempre.

—¡Entonces demúestralo! Por mi parte, puedes estar convencida de que no me dejaré quitar el trono tan fácilmente.

—¡No cantes victoria! ¡Ve a buscar el ajedrez, te espero aquí! —le contestó de forma retadora—.

[...]

—¿Por qué hiciste ese movimiento? ¡No es válido, Esteban! —dijo un poco sobresaltada y él rió—.

—¡Marcia, deja la euforia! Yo sé que deseas con todas tus fuerzas ganarme pero, respira.

—¡No te me salgas por la tangente! ¡No debiste jugar así!

—Sí es válido y tengo cómo comprobarlo. ¡Estoy haciendo las cosas limpiamente!

[...]

—¡¡Jaque mate!! —expresó con euforia y Esteban asintió—.

—Bien, me ganaste.

Ella cegada por la emoción tomó un sorbo de la copa de vino de su exesposo.

—¡Marcia! ¿Qué haces? —le arrancó la copa enseguida—. ¡No puedes tomar alcohol!

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora