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La mañana siguiente a esa, las luces exageradamente fuertes me despertaron, pero al abrir los ojos el lugar donde me encontraba no era mi habitación. Podía ver desde el suelo como un gran techo de color azul marino se extendía a más allá de mi visión, y a mi lado, un montón de gradas en forma circular- del mismo color con un pequeño acolchado blanco y dorado- se extendían a lo largo del todo el lugar. Me levanté del suelo y pude ver con mayor claridad lo que me rodeaba, me encantaba en una especie de auditorio, aunque bien podría parecer un gran coliseo moderno.

Estaba dividido en partes señaladas por banderas de todos los colores y formas posibles, abajo, justo en el centro de todo aquello, un escenario circular con varios escalones se extendía, pero, por más que buscara, al parecer todo estaba completamente vacío, no había nadie que pudiera decirme donde me encontraba. Aunque al menos tampoco alguien que me atormentara.

Por eso último suspiré.

Me acerqué más al pequeño balcón que se encontraba frente a mí y pude ver una tela color azul satinado, colgando en una asta color dorada. La tomé en mis manos, era tan suave al tacto y me dio curiosidad ver aquello que la decoraba. Un escalofrío me recorrió al ver que el planeta tierra estaba dibujado en aquella tela y justo arriba el nombre; Terra, se extendía en letras blancas bordadas. Solté la tela y tomé mi cuello, fue hasta entonces que me di cuenta del extraño aparato que lo rodeaba; era metálico, de color gris y botones extraños.

Mi pijama, a la cual no había extrañado hasta ese momento, había sido sustituido por un atuendo azul marino de dos piezas. En aquella chamarra satinada que se ajustaba a mi cuerpo, pasando de mi hombro derecho hasta dar por debajo de mi pecho izquierdo, un par de rayas café y verde la adornaban. Mientras que, en mi brazo derecho, dos ramas de olivo unidas por dos flechas (Negra y blanca), rodeaban al mundo.

¿Qué se supone que estaba sucediendo?, no comprendía nada en absoluto.

La sensación de nervios que sentí al ver mi planeta en aquella bandera y el presentimiento de que algo no estaba bien, no se comparaba en absoluto a cuando las grandes luces se apagaron de repente. Estaba completamente en penumbras, pero a pesar de ello no era que le temiera a la oscuridad, sino, a los fuertes pasos que se escuchaban desde afuera del lugar.

Me quedé en mi sitio, susurros incomprensibles y quejas se escuchaban desde el pasillo.

Lo más lógico tal vez hubiera sido huir en el momento o incluso esconderme, pero una fuerza magnética hacía que mis pies no se movieran de su lugar, el pánico de no saber donde me encontraba era tan grande y abrumador, que, solo para ese entonces, supe que no se trataba de ningún sueño o broma absurda.

Todo eso era real, pero, ¿Por qué yo me encontraba allí?

Las luces se comenzaron a encender de una en una y con menor intensidad que antes, el sonido de una puerta abriéndose bajo el lugar donde me encontraba me hizo sentir que el aire se iba de mis pulmones, y antes de que pudiera hacer algo, mis brazos y piernas dolieron como nunca en una contracción muscular, mi garganta esperaba con ansias el aire y mi boca se secó.

El lugar comenzó a llenarse de a poco, pero en vez de seres humanos, lo que estaba viendo solamente hacía que me estremeciera y mi color cambiara a uno enfermizo.

Tenía miedo.

— Así que era verdad- exclamó una criatura de piel rojiza y colmillos afilados - Una humana competirá por el trono de Arquenia- sus palabras me dejaron sin aliento.

¿Trono?, ¿De qué trataba todo eso?

¿En qué lugar me encontraba y cómo llegué allí?

— ¿No dicen que la especie humana es la más joven de la Vía Láctea?, no me parece justo que participe. Sobre todo por la regla que se impusieron aquella vez. - Soltó una mujer de rastas color magenta y piel fucsia. A comparación de aquel hombre de piel roja, ella podría parecer más humana si no fuera por el color de su piel y ojos púrpura afilados

Un abismo infinitoWhere stories live. Discover now