Día 6: Beso en la frente.

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Damián había estado inquieto todo el camino con dirección a casa de Anya. Sus manos sudaban y el ramo de rosas que había preparado minuciosamente para ella se sentía pesado entre sus palmas. Tuvo que inspirar profundamente y contar hasta cien antes de permitirse tocar la puerta de su apartamento.

Anya había estado faltando a clases. Había sido un par de días atrás cuando los síntomas de un resfriado comenzaban a presentarse. Y debido a que ese día, ni el día anterior se había presentado a clases, podía intuir que su condición no iba en mejoría. La echaba de menos.

Le había costado un poco ordenar sus pensamientos y decidirse por ir a visitarla brevemente. Añoraba tanto verla, aunque fuese un par de minutos. Aunque también temía a la reacción que podían tener sus padres de verlo allí. Especialmente el señor Loid, quien a ojos de Damián podía llegar a ser intimidante.

Damián casi salto sobre su propio eje en cuanto la puerta frente a él se abrió, mas todo ápice de nerviosismo en su cuerpo se esfumo tan pronto notó que la señora Forger fue quien se encontraba frente a él. Yor le dedicó una sonrisa brillante y lo hizo pasar. Parecía entusiasmada de que Anya recibiera visitas, además que algo en su mirada le hacía creer que ella sospechaba la relación que ellos secretamente tenían.

Después de una breve platica y que Yor verificara que Anya se encontrara despierta y dispuesta para recibirlo, Damián se aventuró dentro de la habitación ajena. Tuvo que retener el aliento ante el nerviosismo. Era su primera vez en el hogar de los Forger y en la habitación de su novia. Quizá era un comportamiento infantil emocionarse por cosas tan pequeñas como esas, pero no podía evitar hacerlo al recordar por todo lo que había tenido que pasar hasta ganarse su corazón.

Anya lo esperaba recostada en su cama. Vestía un cálido pijama pese al clima templado, y su cabello estaba algo alborotado, pero para él lucía adorable. Ella le sonrió y aceptó gustosa las flores que él le obsequió. Tenía la nariz roja y su voz sonaba algo ronca debido a la enfermedad.

—De verdad estás aquí -ella sonrió sin poder creerlo y dejo el obsequio a un lado. Lo invitó a sentarse en el borde de la cama con un par de palmaditas y Damián obedeció con una sonrisa en su rostro.

—Necesitaba confirmar si en verdad estabas indispuesta o sólo era una excusa para no verme -él bromeó y ella no pudo evitar largar una risa que terminó con un acceso de tos. Anya se sonrojó de la vergüenza, pero decidió no decir nada de su vergonzosa tos, y agradeció que Damián no se burlara tampoco por ello.

—Me descubriste -ella siguió la broma y levantó ambas manos en señal de culpabilidad. Damián rio y pronto ambos permanecieron en silencio, mirándose. Damián suspiró.

—Edén es más aburrido sin ti.

Ella rodó los ojos ante su dramatización y sonrió —. Sólo he faltado dos días. No puedo ni imaginarme que sucedería si me exento todo un semestre.

Y aunque él sabía que ella estaba tomándole el pelo, esbozo una sonrisa débil y le hizo saber que sus palabras fueron sinceras —. Honestamente me volvería loco.

Ella quiso decir algo para calmar el latido ofuscante de su corazón y hacer pasar desapercibido el sonrojo de su rostro, pero era imposible. Había momentos así en su relación donde alguno de los dos solía tomar con la guardia baja al otro. Anya intentaba pensar que era debido a lo nuevo y emocionante que resultaba su -un tanto- reciente relación. Pero también era en momentos como aquellos donde ambos se sonreían de forma embobada y sus ojos brillaban con un atisbo de cariño y confidencialidad, donde se decía a sí misma que no había forma de que alguna vez aquella sensación de confort al estar juntos desapareciera. Anya tenía el presentimiento de que aquella era una conexión única. Y podía leer en los pensamientos de Damián que él creía lo mismo.

Se preguntó cuántas personas tenían oportunidad de encontrar a su alma gemela. Incluso sin la certeza de la respuesta imaginó que serían muy pocas, y se sintió afortunada. Especialmente porque ninguna de esas personas era alguien como Damián.

Él dibujó una mueca triste en su rostro y suspiró, mirando el reloj en su muñeca antes de dirigirse a Anya una vez más. —Debo irme. Tu madre me hizo saber la hora de llegada de tu padre, y no falta mucho para eso.

La respuesta de ella fue reír. Sabía bien lo intimidado que Damián podía sentirse a causa de su padre. Y no lo culpaba, pero le causaba gracia.

—¿Por qué? -ella presionó con una sonrisa, buscando molestarlo un poco más. — ¿Crees que dirá algo si te ve en mi habitación?

Pero Damián no respondió. Sólo por la forma en que tenía las orejas rojas, Anya supo que estaba avergonzado. También pudo escuchar un par de pensamientos caóticos en su mente. Ella suspiró finalmente, dejándolo en paz.

—Gracias por venir -expresó con sinceridad, dejando ver en su mirada que su visita había alegrado su día. Después de eso estornudo, hundiendo la nariz en su brazo y Damián rio.

—Lo haría siempre que fuera necesario -él murmuró mientras acariciaba sus cabellos haciéndola refunfuñar. Damián se inclinó hacia ella listo para despedirse con un beso, pero Anya se lo impidió colocando su mano en sus labios.

—Puedes enfermarte.

Ella advirtió con preocupación. Y aunque a Damián no le importaba contagiarse de un resfriado con tal de obtener un beso de ella, decidió no presionarla. Asintió y plantó un casto beso en la piel lisa de su frente. Se alejó de ella y esbozó una sonrisa.

Aun después de que se hubo marchado, la cálida sensación de su beso prevaleció en Anya. Ella sólo atinó a suspirar mientras acariciaba la zona de su frente, admirando con ensoñación la puerta donde él salió.

Era inevitable. Estaba irremediablemente enamorada. 


[PALABRAS: 1000]

28-04-24

Ocho besos y un final. | Damianya one shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora