Capitulo 2: Su crush

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Con desespero, observaba cómo la cocinera preparaba el desayuno. Sentía que si no comía algo, terminaría muerta antes de llegar a la escuela, así que le pidió a Carmela, la cocinera, que le entregara su plato de comida de inmediato. La mujer le dio huevos con pan integral, tocino, un pequeño bowl con ensalada de frutas y el cafecito que tanto le encantaba a Penelope.

-Mastica despacio o te vas a poner más gordita de lo que ya estás -comentaba la mujer con buenas intenciones, aunque mencionar su peso entristecía mucho a Penelope.

-¿Usted cree que le llegaré a gustar a un chico así como estoy? -preguntaba insegura.

-Eres preciosa, solo falta que te cuides más a ti misma -acarició la mujer su cabeza, tratando de consolarla.

Una de sus mayores inseguridades eran esos kilitos de más, y sentía que era culpa suya. Mencionar ese tema la torturaba desde hace varios años, y ya se amargaba durante todo el día con solo recordarlo.

En ese momento, bajó su hermana. Penelope se despidió de ella con dificultad, ya que iba demasiado atrasada. La señora Carmela la llamó para entregarle una lonchera. Esta mujer ya conocía a Hannah y sus malos hábitos, por lo que se preparaba con tiempo para que la joven pudiera desayunar incluso en el camino. Penelope, con gran esfuerzo, se despidió de su querida hermana menor.

Román, el chófer, la condujo a la escuela mientras la chica suplicaba no toparse con el equipo de baloncesto ni, mucho menos, con las chicas del grupo de Samanta. Al entrar, sus ojos escrutaron cada rincón, buscando evitar cualquier encuentro. De pronto, divisó a Aidan conversando animadamente con algunos "nerds" de las olimpiadas de matemáticas. Ya sabía que Aidan solía pagarles para que le hicieran trabajos, pero no lo hacía infundiendo miedo, sino que se había convertido en amigo de los chicos.

Ella lo observó con esa típica expresión de enamorada. Al despedirse de los nerds, comenzó a caminar justo en su dirección, lo que la puso nerviosa. Buscaba un lugar donde esconderse o sentarse, pero se tropezó y cayó justo en frente de él, algunos que estaban cerca se rieron. Vio una de las grietas que formaban las raíces de los árboles y maldijo al árbol por causarle tal vergüenza. Sin embargo, alguien la ayudó a levantarse: era su querido Aidan, que desafortunadamente la había visto en esa situación embarazosa.

-¿Estás bien? -la miró preocupado.

No pudo contener la vergüenza.

-Solo me tropecé, no te preocupes - dijo apenada, con las mejillas sonrojadas.

Cuando él la miró fijamente a los ojos, se sintió como un chocolate frente al sol, con el mismo deseo de esconderse dentro de la tierra y no salir nunca más.

-Me alegra -él sonrió, y casi se desfallece porque su sonrisa era su debilidad.

El chico, al verla ensimismada, trató de llamar su atención.

-Oye, ¿en qué planeta estás? ¿Estás segura de que estás bien?

Ella parpadeó y, al darse cuenta de que el chico se reía, se alejó lo más rápido que pudo. Sin embargo, Aidan no se rindió y la siguió.

-¿Por qué huyes? -preguntó él.

Ella optó por no responder y lo ignoró, fingiendo no haberlo escuchado.

-Siempre has sido tan rara, Penelope.

Esa frase la hizo detenerse y mirarlo a la cara. Casi se desmaya al escuchar su nombre salir de su boca. ¿Él se acordaba de su nombre? Más bien, ¿se acordaba de ella?

-¿Sabes quién soy? Digo, a lo que me refiero es que... -no supo qué decir, tan sonrojada y con tantas ganas de gritar emocionada-. ¿Te acuerdas de mí?

Los Reyes del Desastre #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora