Capítulo 14: Torrente Incontenible

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Un silencio sepulcral reinaba en la habitación cuando, de pronto, Aidan abrió la puerta. Su rostro, habitualmente animado y expresivo, ahora se encontraba surcado por una profunda seriedad que transmitía una mezcla de tensión y melancolía. Sus ojos, ahora vagaban por la habitación con una mirada distante, como si no estuvieran presentes en el lugar.

-Penelope -dijo con voz grave, casi ronca, rompiendo el incómodo silencio-, he preparado el desayuno.

Su tono de voz era parco y carecía de la calidez habitual. Ni siquiera se molestó en mirarla a los ojos, lo que acrecentó aún más la confusión y la inquietud de Penelope. Un presentimiento de que algo no iba bien se apoderó de ella.

Sin poder articular palabra, se dirigió hacia el espejo. Su imagen reflejada la devolvió a la realidad. Llevaba puesta una camisa y unos pantalones de Aidan, ambos demasiado grandes para su cuerpo. Su cabello, revuelto y despeinado, le daba un aspecto desaliñado, como si fuera un vagabundo. Un sentimiento de vergüenza la invadió.

Se recogió el cabello lo mejor que pudo y se acercó al lavabo para enjuagarse la cara y refrescar su aliento. Solo entonces se sintió un poco más presentable.

Al ver la mesa preparada con comida, Penelope sintió una oleada de emoción. Los huevos esponjosos, el pan crujiente y la taza humeante de café con leche la llenaron de una gratitud inesperada.

-No tenías que molestarte, Aidan -dijo con una sonrisa que se extendía de oreja a oreja. -¿Te despertaste muy temprano?

La respuesta de Aidan fue como un balde de agua fría.

-Cuando termines de comer, lo mejor sería que te fueras lo más pronto posible.

Penelope se quedó sin habla, incapaz de procesar sus palabras. Aidan ya había terminado su desayuno y, con la taza de café en la mano, se acercó a la ventana. La abrió de golpe, encendió un cigarrillo y aspiró profundamente el humo. Penelope lo observaba en silencio, sintiendo cómo el cuento de hadas que había imaginado se derrumbaba ante sus ojos. El tono frío y distante de Aidan la desconcertó y la llenó de una profunda tristeza.

-¿Por lo menos ya te sientes mejor? -preguntó Penelope con timidez mientras sumergía un trozo de pan en su café. Su voz era apenas un susurro.

Aidan soltó una bocanada de humo, observándola con una mirada distante.

-¿Podrías hacer como si nada de lo de anoche pasó? - dijo con voz áspera, sin apartar la vista del cigarrillo que sostenía entre sus dedos.

Penelope sintió una punzada de tensión recorrer su cuerpo.

-¿Por qué tendría que fingir que no pasó? -Preguntó, tratando de mantener la calma - No le veo nada de malo a lo que sucedió.

Aidan la miró con una intensidad que la incomodó.

- Porque no quiero que lo malinterpretes -respondió con tono cortante, casi brusco. Penelope apenas lo reconoció. Su actitud distante y fría la desconcertaba-. Tampoco deberías vagar sola por la noche en un barrio como este. Fuiste demasiado imprudente y nos metiste en esta situación tan incómoda.

Penelope tragó saliva con dificultad y dio un gran sorbo a su café. El sabor amargo se intensificó en su paladar, reflejando la amargura que crecía en su interior.

- Aidan, si era mucha molestia tenerme aquí, me lo hubieras dicho -respondió con voz temblorosa, un dejo de ofensa en su tono.

- Cuando termines, solo vete -dijo Aidan, apagando el cigarrillo y tomando el último sorbo de café.

Penelope se quedó en silencio, observándolo con una mezcla de tristeza y confusión. Se levantó de la mesa y, sin mirarlo a los ojos, comenzó a recoger los platos. Sus manos temblaban mientras lavaba los platos y los vasos. La tensión en la habitación era palpable, y podía sentir un nudo en la garganta que amenazaba con ahogarla.

Los Reyes del Desastre #PGP2024Where stories live. Discover now