Capitulo 12: Sorpresa

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Penélope se sintió aún más avergonzada. No solo había perdido todo lo que tenía a manos de los ladrones, sino que ahora se encontraba en un estado deplorable frente a la persona que más le gustaba.

-Pero, ¿qué haces aquí? Es muy tarde -agregó Aidan, bajándose del taxi.

Al verla temblar incontrolablemente, Aidan comprendió que algo terrible le había pasado. Con cuidado, la tomó en sus brazos y la levantó del suelo. Sin pensarlo dos veces, Penélope se aferró a él y estalló en un llanto desconsolado.

-Tengo mucho miedo, Aidan -sollozó ella entre ruegos-. No sé qué hacer. Ayúdame, por favor.

Él, con paso apresurado, la guió hacia el segundo piso del restaurante. Atravesaron una escalera externa de metal oxidado, sus pasos resonando en la silenciosa noche. Aidan, sin decir palabra, abrió la puerta con una llave que sacó de su bolsillo.

Encendió la luz con un interruptor junto a la puerta, y la tenue iluminación reveló un apartamento pequeño pero ordenado. Los muebles, aunque sencillos, estaban dispuestos con precisión y cada objeto parecía tener su lugar designado. Ella no pudo evitar sentir una punzada de curiosidad al imaginar cómo sería la vida cotidiana en ese espacio.

-Aidan, no quiero molestar a tu tía ni a tu prima -dijo ella en voz baja, con un hilo de voz entrecortado por los sollozos.

-Tranquila, no viven aquí -respondió él con suavidad, acercándose a una pequeña cocina ubicada en un rincón del apartamento. Llenó un vaso con agua del grifo.

Ella lo miró con sorpresa. La idea de que Aidan viviera solo en aquel apartamento le resultaba extraña, incluso un poco inquietante.

-¿Vives solo? -preguntó con timidez, mientras él se sentaba a su lado en un pequeño sofá.

-¿Qué comes que adivinas? -respondió él. -Por favor, cuéntame qué pasó y por qué una chica como tú está por aquí.

Mientras le entregaba el vaso de agua, observaba su rostro pálido y sus ojos enrojecidos por el llanto. Esperaba a que se calmara un poco antes de indagar más.

Ella, con voz temblorosa y avergonzada, comenzó a relatar su historia. No se sentía bien desde hacía unos días y decidió ir al parque para despejarse. El tiempo pasó volando y, sin darse cuenta, se quedó hasta tarde. La soledad del lugar la invadió y, cuando quiso regresar a casa, ya era demasiado tarde.

De repente, dos hombres la abordaron. La amenazaron con violencia y le quitaron todas sus pertenencias. No conforme con eso, uno de ellos la manoseó, dejándola en un estado de shock y terror.

Aidan, al escuchar su relato, su frente se arrugó en una mueca de furia.

-Lo siento mucho, Penélope -dijo con pesar-. ¿A quién quieres llamar? ¿A tu padre para que venga a buscarte?

Penélope negó con la cabeza con vehemencia.

-¡No! -exclamó con voz temblorosa. -Cualquiera menos él. Me matará si se entera de que estoy aquí.

-Sea cual sea la razón, se va a preocupar si ve que no contestas las llamadas -dijo Aidan con preocupación.

Ella tragó saliva con dificultad, como si las palabras se le atascaran en la garganta.

-Mentí -confesó finalmente, con la voz apenas un susurro. -Le dije al chófer y a mi padre que estaba en casa de una amiga, haciendo un trabajo. Incluso les envié una dirección falsa.

La noche, con su quietud y su oscuridad, parecía haberle quitado las inhibiciones. Las palabras brotaban de sus labios sin control, como si necesitara liberar la angustia que la atormentaba.

Los Reyes del Desastre #PGP2024Where stories live. Discover now