33-BONNIE

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Bonnie y Cole se habían topado con otra nueva incógnita: la desaparición de Eli Glick. La lista de misterios pendientes parecía no dejar de crecer, pero decidieron centrarse momentáneamente solo en el caso del joven Eli. Bonnie estaba convencida de que el niño al que había escuchado hablar por el Walkie Talkie era él, y que el hecho de que la hubiera contactado justo a ella de entre todas las personas, en el momento en que el padre de su mejor amigo lo estaba buscando, estaba predestinado. Aunque no tenía pruebas de todo eso, había decidido seguir su corazonada. Tom Keller les había enseñado una vez que parte del ser un buen detective consistía en confiar en tu intuición. Así que decidió simplemente confiar.
–Volveré para la hora del almuerzo –anunció Anne con una sonrisa, arreglando su cabellera antes de salir. Se vería con Jay para ponerse al día. Parecía ansiosa de contarle que el año próximo el pequeño Cole estudiaría en casa, aunque aquello hubiese conllevado otra gran pelea con Tom, y ahora durmiesen separados.
–Diviértete, mamá –saludó Cole con la mano. Cuando la puerta se cerró, ambos niños se asomaron por la ventana para cerciorarse de que realmente se había ido–. Todo despejado. Ven –se acercó hacia la chimenea y extrajo una llave oculta en un horrible jarrón–. Papá necesita mejores escondites.
Se dirigieron hacia el estudio de Tom y abrieron la puerta que siempre dejaba cerrada para impedir que su hijo curioseara. Ahora, además del lugar de trabajo del señor Keller, también se había convertido en su dormitorio.
–¿Es esa su cama? –preguntó Bonnie, señalando un incómodo sofá.
Cole asintió.
–¡Mira! –exclamó un segundo después, señalando emocionado uno de los paneles que se encontraban en la pared de la izquierda. Estaba empapelado con fotografías de toda la familia Glick, visiblemente no autorizadas, y anotaciones de todo tipo. Hilos rojos interconectaban a los miembros de la familia y a lo que parecía ser otras personas de la comunidad. Dos hombres en particular estaban marcados, uno era el padre de Eli y el otro uno de los hombres sabios de la comuna.
–¿Tom cree que su padre lo asesinó? –expresó Bonnie en voz alta, luego de leer sus anotaciones.
–Y que los miembros de la comunidad lo están ocultando –añadió Cole.
Bonnie frunció el ceño. Aquello no le parecía correcto.
–No hay nada sobre el muñeco –indicó mirando sobre el escritorio–. Ni siquiera está aquí.
Cole lo encontró dentro de una caja.
–Este es el lugar para las pruebas menos importantes –dijo pasándole la bolsa transparente que contenía el muñeco.
–¿Menos importantes? –Bonnie no salía de su asombro, pero luego lo comprendió–. No cree el relato de Micah y Hanna –sostuvo, con pesar.
–Mamá le gritó algo hace unos días, en mitad de una pelea –comenzó a decir Cole–. Le dijo que realmente no le interesaba encontrar a Eli, sino que lo único que quería era encontrar algo que los incriminara.
–¿Qué los incriminara? ¿A quién?
–A los Amish. Te dije que los odiaba –dijo Cole, encogiéndose de hombros–. Eso debe haber afectado su "sesgo de confirmación".
Bonnie no tenía idea de qué hablaba hasta que le explicó que su padre parecía haberse aferrado a una sola línea de investigación porque quería confirmar que la comuna estaba escondiendo algo.
–¡Pero no son ellos! –se quejó Bonnie, cansada de que los adultos nunca escucharan a los niños–. Supongo que deberemos hallar a Eli nosotros solos –dijo, guardándose el muñeco en el bolsillo de su chaqueta.

...

Anne había regresado unas horas después y se hallaba tejiendo en el telar que antes ocupaba el salón, pero que ahora había trasladado a su habitación. Extrañamente, la casa comenzaba a dividirse entre los espacios de Anne y los de Tom. Mientras tanto, Bonnie y Cole estaban encerrados en su habitación, analizando las marcas en el terreno que Tom había marcado en un mapa. El niño se encontraba sumido en la búsqueda mientras balbuceaba sin parar, pero Bonnie ya no lo escuchaba, en cambio, lo observaba pensativa.
–Cole, ¿Por qué me ayudas? –le preguntó repentinamente–. Es decir, ¿Cómo has podido tomarte con tanta naturalidad todo lo extraño que me rodea? ¿Por qué no crees que estoy loca, como dicen los niños de mi clase?
–Porque sé que no lo estás. Sólo eres especial, como yo –le contestó con naturalidad–. Te diré un secreto. A papá no le gusta que hable de esto, creo que lo asusta, pero... –comenzó a decir–. Cuando era pequeño, solía inventar historias, sólo que mis historias no se adecuaban a mi edad. Sabía cosas, nombres, lugares...
–¿A qué te refieres?
–Mamá dice que eran recuerdos –le confesó–. Recuerdos de otra vida.
Bonnie se sorprendió, ahora comprendía porqué Anne bromeaba con que Cole era un "Alma vieja" y porqué a Tom nunca parecía hacerle gracia. Su amigo también le dijo que los recuerdos de aquella vida fueron perdiéndose a medida que crecía, y que ya no recordaba nada, a excepción de que el hombre que había sido en su vida anterior era coleccionista de monedas, un gusto que también adquirió Cole, y que ahora los conectaba a ambos.
–Recuérdame alguna vez mostrarte mis dibujos de aquella época –indicó el niño, destapando un marcador rojo–. Pero ahora, tenemos trabajo que hacer.
Mientras Cole trazaba "X" en los lugares que debían investigar, Bonnie se sumergió en el cuaderno de su madre. Afortunadamente, Rea había escrito un apartado completo dedicado a las muñecas, impulsada por la curiosa tradición de su familia de crear una muñeca con hojas de maíz para la primavera. Cada apartado exploraba un aspecto diferente de aquellas enigmáticas figuras, desde los materiales utilizados hasta sus diversos usos en la magia. Bonnie aprendió que las muñecas podían ser creadas con toda clase de materiales, desde la tela y la paja, hasta la cera. Habían muñecas a las que su madre llamaba "Guardianas", que eran utilizadas para cuidar de la persona, o del hogar. Otras, en cambio, eran utilizadas para la sanación, a las cuales denominó "Curativas". La "Dulcinea", en cambio, se utilizaba para la creación de hechizos de amor, y se realizaba con hilo rojo y espinas de rosa en su interior. Bonnie comprendió que además, para que un hechizo tuviera un efecto mayor, el muñeco debía asemejarse a la persona física, o en su defecto llevar algo que le perteneciera a la persona. Sacó de la bolsa transparente la pequeña muñeca de maíz que simbolizaba a Eli. No tenía facciones, por lo que no se parecía a él, aunque su brazo estaba lastimado. Comprendió entonces que la tela que llevaba en el brazo pertenecía al muchacho. Intentó encontrar la función de aquella muñeca en el cuaderno de su madre, pero parecía no entrar en una clasificación concreta. En ese momento se le ocurrió una idea. Los dibujos de Rea mostraban que algunas muñecas tenían objetos ocultos en su interior, relacionados con el objetivo de su magia. Asi que comenzó a romper el vientre hecho con hojas de la muñeca Eli.
–¡¿Qué estás haciendo?! –exclamó Cole, intentando detenerla.
–Dame un minuto –pidió Bonnie. Dentro de su vientre no había nada, asi que intentó con la cabeza. Allí encontró algunas hebras de paja, algo de hierba seca y lo que parecía ser un diente–. ¡Mira!
–¡Es el diente de Eli! –gritó Cole, emocionado–. Lo sé por las anotaciones de papá. Perdió uno de sus incisivos inferiores cuando se accidentó en el granero.
–¿Estás seguro?
–Se reconocer un incisivo cuando lo veo –le aseguró Cole. Él siempre lograba sorprenderla–. ¿Pero por qué meterlo dentro de la cabeza?
–Dentro de la cabeza... –murmuró Bonnie, pensativa. Rebuscó entre las páginas del cuaderno–. ¡Aquí! Sabía que lo había leído en alguna parte. Es un "Poppet" –explicó la niña, acompañando las palabras que leía con su dedo índice–. "Un muñeco creado con fines oscuros. Se los conoce como los "portadores de maldiciones". El destino de la persona representada por un Poppet ha sido alterado, y puede reconocerse por los hilos rojos atados en sus extremidades que representan los hilos rojos del destino.
–¡Uau! ¡Una maldición!
–Espera, hay más –indicó Bonnie–. "Además, el Poppet se utiliza para influir en las decisiones de la persona representada, induciéndola a tomar caminos que conducen a su desgracia. La maldición impuesta por el Poppet se manifiesta de dos maneras: mediante una única elección, con consecuencias devastadoras o como una serie de eventos desafortunados que culminan en una decisión crucial, una elección que modificará su futuro de manera irreversible y que está alineada con la intención de la maldición. –Bonnie sintió un escalofrío recorrer su espalda. La idea de que un simple muñeco pudiera tener el poder de alterar el destino de alguien, era aterradora. Observó los restos del Poppet con temor, consciente ahora de lo que él significaba.
–¿Pero para qué sería la maldición de Eli? –preguntó Cole–. ¿Qué es lo que quería la bruja?
Bonnie lo meditó por un momento.
–El diente que le quitó estaba en el granero... –comenzó a idear la niña–. Y la bruja estaba escondida allí...
–Y también está esto –dijo Cole, tomando las hebras de paja.
–¡Ella quería que él vaya al granero! –exclamó Bonnie, con el corazón latiéndole presuroso, indicándole que estaba en lo correcto–. Las notas del despacho decían que Eli se encargaba de cuidar a las aves de corral, y sólo cambió de labor con Hanna, que reponía los suministros del granero, después de accidentarse.
–Quería secuestrarlo –coincidió Cole, pensativo–. No podemos decírselo a papá, no va a creernos –meditó, con el ceño fruncido–. Además, si había algo de ADN en la muñeca, ha desaparecido.
–Lo siento...
–No lo estés –dijo Cole, ubicando el mapa en medio de los dos–. Mira. Deberíamos concentrarnos en recorrer estas zonas –señaló varias "X" en medio del bosque–. Podemos empezar por aquí, no está tan lejos.
–Es dónde Ava tendrá su fiesta de graduación –expresó Bonnie con sorpresa.
Los ojos de Cole brillaron con una extraña intensidad al escuchar eso, y Bonnie pudo percibir cómo una idea comenzaba a tomar forma en su mente.

...

Al llegar nuevamente a casa, Maggie parecía estar esperándola en el comedor.
–Bonnie, ven, siéntate un momento –le dijo, haciendo un hueco en el sofá. Parecía de buen humor, aunque algo inquieta. Tenía la televisión encendida y la mesa de luz repleta de papeles–. Quiero hablar contigo.
–¿Qué sucede? – preguntó, frunciendo el entrecejo.
–Bueno... –Maggie hizo una pausa y luego tomó aire, como si necesitara valor para continuar hablando–. Has estado aquí por bastante tiempo ya, ¿verdad?
Ella asintió.
–¿Y cómo te sientes? –le preguntó Maggie, sonriendo levemente.
–Bien, supongo.
–Eso es genial. Siempre quisimos que te sintieras cómoda aquí.
Bonnibel no comprendía a dónde quería llegar.
–Sabes que soy tu guardián, pero estuve pensándolo mucho y me gustaría que formaras parte de esta familia legalmente, si es que tú también lo deseas –expresó tomándola de la mano–. Nadie jamás va a reemplazar a tu madre, ni a tu abuela, pero tú siempre fuiste parte de esta familia, de una manera u otra. Así que... me gustaría adoptarte. ¿Qué dices?
Bonnie pegó un grito y se lanzó sobre Maggie.
–¡Sí! –exclamó, abrazándola–. ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!
Maggie también estaba emocionada. Tenía los ojos húmedos y una gran sonrisa de perrito.
–¡Eso es genial! –dijo suspirando profundamente, como si se hubiera quitado un peso de encima–. Entonces... tengo una tonelada de papeles que completar.
Ava apareció bajando con prisa la escalera.
–Pero luego debemos festejar –añadió Maggie–. ¿Qué te parece pizza y palomitas de postre? Podrás elegir la película.
–De acuerdo –sonrió Bonnie.
–Ava, esta noche vamos a celebrar –le dijo la mujer, alegre–. Hablé con Bonnie sobre la adopción y está de acuerdo
–¡Eso es genial! –exclamó, aunque su rostro cambió luego de un momento–. Espera. ¿Hoy? No puedo, debo juntarme con Elodie.
–Tal vez podrías cancelarlo –aventuró su tía.
Ava puso mala cara.
–¿No pueden festejar mañana? – retrucó de mala manera, pero Maggie no le contestó–. De acuerdo, háganlo hoy, pero no cuenten conmigo... –añadió, mientras tomaba su abrigo y salía de la casa dando un portazo.
–No sé qué le pasa últimamente –musitó Maggie, moviendo la cabeza.
–¿Quién es Elodie? –preguntó Bonnie.
–No tengo idea...

La risa de la Bruja (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora