Sangre Pura

Capítulo 6.

Despierta. Despierta. Debes reparar Despierta. Reparalo.

¡Despierta!

Azalea respiró hondo y sintió que sus pulmones le ardían desesperados por obtener oxígeno, abrió sus ojos, pero volvió a encontrarse con la oscuridad.

¿Había muerto?

Intentó ponerse de pie, pero su cuerpo le dio un corrientazo de dolor. Bueno al menos sabía que no estaba muerta.

Princesa Azalea de Terakán – Dijo una voz masculina entre la oscuridad, pero por más que intenta visualizar, aunque sea una silueta no lo logró.

- ¿Quién habla? Y ¿Cómo sabes mi nombre? – preguntó esperando no ser ignorada. En ese momento una luz ilumino su rostro.

Levántate y te lo diré – Respondió la voz omnipotente.

Azalea sentía su cuerpo hecho polvo, la verdad era que prefería quedarse tirada ahí o morir. Pero la última no era una opción. Decidió hacer el esfuerzo de levantarse y dio una gran bocanada de aire, el dolor es mental pensó a medida que tomaba impulso y se ponía de pie. No pudo evitar soltar un gemido mientras sentía como su cabeza daba vueltas por haberse levantado tan rápido.

Escucha con atención Azalea, mi nombre es Azhir, soy el espíritu que habita en la cueva, para ser más claro, Soy la cueva. Lamento que tus pruebas hayan sido diferentes, pero necesitaba tener la seguridad de que eras la elegida de la Diosa Luna – Azalea interrumpió la voz al escuchar algo que llamó su atención.

- Espera ¿Cómo que la elegida de la Diosa Luna? Hasta donde yo sé, estoy maldita y no soy elegida de nadie, incluso creo que mis padres me tuvieron por error. – respondió la princesa algo desconcertada.

¡Calla niña! Te dije que escucharas con atención. No tengo tiempo de explicarte todo y mi poder se debilita al estar hablando contigo, tienes que buscar a las deidades de los elementos y demostrarles que eres pura de corazón, solo así lograrás conseguir el perdón del fuego y los dones del agua y el aire. Encuentra a la deidad de la tierra quien te ayudará a lograr tu objetivo. Cumple la profecía y cuando la tormenta llegue no temerás, arreglarás el vínculo que ha sido roto y podrás vivir feliz. Ahora escoge con sabiduría

- ¿Qué yo que? ¿y como se supone que encuentre a las deidades? – miles de preguntas se estaban formando en la mente de Azalea, eran tantas que sentía punzadas en su cerebro ¿o era por la golpiza que recibió? - ¿Hola? Azhir ¿estas ahí? – pero su única respuesta fueron unas luces que comenzaron a iluminar todo su alrededor.

Se encontraba rodeada de millones de objetos que suponía eran los que la directora le había mencionado que tendría que escoger. Eran muchos objetos ¿Cómo se supone que tendría que seleccionar alguno? Nunca le había gustado tomar decisiones así, no estaba acostumbrada, toda su vida su madre y su padre habían decidido por ella. Quizás si escogía al azar sería más fácil. Cerró sus ojos mientras que apuntaba con su dedo al primer lugar que se le ocurrió.

Escoge con sabiduría Azalea

Se sobresalto asustada, sintió una pequeña corriente de aire recorrerla, estaba segura que eso se lo había susurrado el viento. Abrió sus ojos sintiéndose frustrada, había tantas cosas que se volvería loca.

- Por favor, cueva o Azhir ¡o lo que sea! Lee lo que hay en mi futuro, busca en mi corazón, y guíame hacia el objeto que está predestinado a mi persona – estaba rogando que sus palabras hicieran efecto, pues no quería tomar la decisión equivocada.

De pronto sintió como la corriente de aire la envolví para para comenzar a levantarla del suelo, Azalea no entendió hasta que estuvo a centímetros de tocar el techo, y cuando subió su mirada, vio que encima de su cabeza se hallaba un objeto incrustado entre la piedra. Solo bastó que Azalea rozara su mano con el objeto para que este emitiera una luz cegadora que hizo que sus ojos se cerrarán, cuando sintió que el destello había pasado, abrió sus ojos y se fijo en que el objeto, que ahora reconocía como una especie de pulsera y anillo a la vez, estaba perfectamente acomodado en su mano izquierda. Miro a su alrededor y ya no había nada, solo se apreciaba la salida de la cueva, que estaba segura, era la misma por la que había entrado.