13 La Caza de Martina

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Jon entra en una taberna y le dice al tabernero:

- ¿Saben dónde puedo encontrar a Martina?
Todos los allí presentes se le quedan mirando como si estuviera loco.
- Chico, solo los locos y necios querrían venir a ver a Martina.
- ¿Locos? ¿Necios? ¿Y eso?
- Tú que eres loco o necio. -dice el tabernero con desdén.
- No, solo quiero que me lea la mano. -dice Jon, tratando de decir algo con sentido para salir del paso.
- Ah, eres de esos -se ríen todos en la taberna.
Jon agacha la cabeza y se levanta.
- Chico, ¿a dónde vas? La pirada esa vive al otro lado del páramo, junto al sauce.
Jon asiente con la cabeza, le da unas monedas y se va a casa de Martina.

Llega a casa de Martina, llama a la puerta y no hay nadie. Mira por la ventana hacia dentro y ve que hace tiempo que ya no vive nadie allí dentro. De repente, una figura misteriosa emerge de entre las sombras. Es Martina, la misma mujer por cuya liberación Jon se había propuesto luchar. Martina parece sorprendida al ver a Jon, pero pronto una chispa de reconocimiento brilla en sus ojos.
- Tú... tú eres... -comienza Martina, con voz llena de asombro.
- Sí, soy Jon -responde él, sintiendo que algo importante está a punto de revelarse.

Jon le explica cómo sus acciones en el pasado, al intentar liberarla de la prisión por herejía, desencadenaron una serie de eventos que alteraron el tejido del tiempo. Jon se da cuenta de que su propósito en esta época no es solo liberar a Martina, sino también corregir las consecuencias de sus acciones pasadas. Martina, en un principio, era un poco reacia a creer a Jon. Le coge la mano y se la empieza a leer. La cara de Martina era un poema. Jon le cuenta todo, al principio Martina no le hacía caso de lo que estaba contando, pero lo que vio en su mano le decía lo contrario, que Jon decía la verdad aunque fuera disparatado.

Esta época está marcada por la intolerancia religiosa y la persecución de aquellos que desafían las normas establecidas. Se encuentra en una sociedad dominada por el miedo y la superstición, donde las personas son juzgadas y condenadas por sus creencias y prácticas consideradas heréticas. Las calles están llenas de tensiones, con autoridades vigilantes y una población dividida entre aquellos que apoyan las doctrinas ortodoxas y aquellos que buscan la libertad de pensamiento y expresión.

Martina, una mujer valiente y visionaria, se ha convertido en un símbolo de resistencia para aquellos que buscan un cambio en esta sociedad opresiva. A pesar de enfrentarse a la adversidad y el peligro, Martina se niega a renunciar a sus convicciones y lucha por un mundo donde la libertad de conciencia sea respetada y valorada. Su determinación y coraje inspiran a otros a unirse a su causa, convirtiéndola en una figura central en la lucha por la justicia y la libertad en su época.

En donde vive Martina, en un futuro se convertirá en la plaza de la ciudad, y en esa plaza hay una estatua de su figura. A los pies de la estatua hay una inscripción: "Gracias a la valentía y perseverancia, hoy somos más libres".

En los libros de historia se cuenta que la figura de Martina supone un desafío directo al statu quo establecido por las autoridades religiosas y políticas. Martina se convierte en un símbolo de resistencia y valentía para aquellos que buscan un cambio en una sociedad dominada por la intolerancia y la opresión. Su postura firme y sus acciones audaces inspiran a otros a cuestionar las normas establecidas y a luchar por la libertad de pensamiento y expresión. Martina representa la esperanza para aquellos que se sienten oprimidos y perseguidos por sus creencias y prácticas consideradas heréticas. Su papel en esta época es fundamental para abrir el camino hacia una sociedad más justa y tolerante, donde las diferencias sean respetadas y la diversidad de opiniones sea celebrada. Aunque enfrenta grandes riesgos y peligros, Martina se mantiene firme en su compromiso con sus principios y su visión de un mundo mejor.

Ese mismo día, Martina y Jon se acercaron hasta el pueblo. En la plaza, unos hombres estaban empujando a un anciano. Entonces, Martina se acerca a ellos y empuja a uno de ellos, quien cae al suelo; el otro se ríe e intenta darle un puñetazo, pero Martina lo esquiva y le devuelve uno en medio de la cara, haciendo que también caiga al suelo. El último hombre saca un machete, y cuando se dirige hacia Martina para clavárselo, Jon le arroja una piedra en la cabeza y cae al suelo. Levantan al anciano del suelo y lo llevan al médico para que le miren las heridas.

- ¿Está usted bien? -dice Martina mirando al anciano.

- Sí, gracias -responde el anciano, llorando de rabia.

- ¿Ocurrió algo más que no nos quiera contar? -pregunta Jon.

- Tienen a mi nieta. Desde que mi hija falleció, no tengo a nadie más -dice el anciano, apenado.

- ¿Y dónde la tienen? -pregunta Martina.

- Pues no lo sé -el anciano, roto por dentro, empieza a llorar de pena.

Martina y Jon se dirigen a buscar a los tres malhechores. Ya no estaban. Jon levanta la cabeza y los ve a lo lejos, avisa a Martina, y empieza a correr tras de ellos. Alcanza a uno, con un placaje lo tira al suelo. Lo agarran, Martina se arranca las mangas de su blusa, le tapa la boca y le ata las muñecas.

- ¿Dónde tenéis a la nieta de ese anciano? -pregunta Martina.

El malhechor se ríe a carcajadas.

- Sé que tu jefe es Rafael de la gueto. No me digas que va a vender a la niña. Qué ser más repugnante y miserable -Martina lo mira con ira homicida.

Martina coge carrerilla y le da una tremenda hostia en toda la cara.
- Tú crees que con esa caricia que me acabas de dar... - Dijo el malhechor, riendo como un loco.
- Pues tenemos que hacer una locura. - Dijo Martina con cara de estar a punto de hacer una locura.
- ¿Locura?
- Sí, ya verás, sígueme.

Le sacan las ropas al malhechor y lo dejan atado a un árbol. Martina le dice:
- Si tu dios es tan benevolente, dile ahora que te salve, o estando aquí se te va a hacer muy largo.

Reunidas con más mujeres, se dirigieron a la mansión del ahijado del obispo. Allí se hacían fiestas, orgías y demás cosas inapropiadas. Entraron sin ser vistas, lograron camuflarse para no desentonar en la fiesta. Martina fue al desván y vio a unas quince niñas. Como todo el mundo iba como las cabras, pues en unas horas no echarían en falta a las niñas allí arriba. Lograron salir. Martina, cabreada, cogió un bidón de aceite y lo vertió en los establos, antes había sacado a todos los caballos; perdieron el establo y todo empezó a arder. Idearon un plan para deshacer los cambios en el tiempo y restaurar el equilibrio. Jon le dijo a Martina que ella iba a ser juzgada por herejía. Pasaron los días y todo estaba muy tranquilo.

Un joven llega a la casa de Martina.
- ¿Podéis ayudarme?
- Según para qué - Dijo Martina un poco extrañada.
- Quiero pediros ayuda, tengo unas manchas en el brazo y no salen con nada, y cada vez es más grande.
Martina va a su trastienda y empieza a coger botes y aceites. Hace unas mezclas y dice unas palabras en un idioma que suena bastante extraño. Los ojos se le pusieron en blanco. Untó el mejunje en la piel del muchacho y lo vendó con hojas de palmera. Martina le dice:
- No te quites la venda en tres días.

Al día siguiente, Martina se dirige al bosque a coger plantas, hierbas, musgo y miel para sus mejunjes. Entre los árboles salen hombres armados, arrestan a Martina. Se la llevan a ser juzgada. Por brujería y herejía. Esa tarde, Jon va a casa de Martina para hablar del siguiente paso que iban a dar. Pero Martina no está, fue a los alrededores de la casa sin éxito. Se dirigió al bosque y nada. Al volver a la casa se fija en el suelo del bosque y ve el colgante de Martina, lo coge y se para un instante, y de repente empezó a correr. Se dirige al pueblo, allí ve que en la plaza del pueblo hay una estructura de madera y a Martina arriba de ella. Jon se dice a sí mismo una y otra vez:
"Esto no tendría que ocurrir así, así no era".

Desesperado, corre a liberar a su amiga. En mitad del camino, le hacen un placaje y lo tiran al suelo. Forcejea con varios hombres, lo reducen y lo maniatan de pies y manos, le obligan a ver cómo su amiga es juzgada por brujería y herejía. Era un juicio popular, el veredicto era bastante obvio. Jon consigue desatarse las manos y se dirige sigiloso a rescatar a su amiga, pero ¿cómo podía hacerlo sin ser visto? Sube por la parte de atrás de la estructura de madera y, antes de que pueda tocarla, le cogen de la pierna y lo tiran hacia atrás, y cae. Lo vuelven a coger y se lo llevan de allí. Cuando está lo bastante lejos, le obligan a mirar cómo encienden la estructura de madera. Jon forcejea y sale corriendo, y antes de que pueda llegar a la estructura de madera, aparece en otra época. Cae al suelo, se levanta y ve todo cambiado. Jon no se había dado cuenta de que está en la época de donde partió. Cuando entra en sí, ve que está en el parque, se dirige a casa de Aarón. Aarón sigue preocupado por el destino de Jon y la situación en la que se encuentra. Sin embargo, confía en la fuerza y la determinación de su amigo para enfrentar cualquier desafío que se presente en su camino hacia la verdad y la redención. Cuando lo ve entrar como un basilisco por la puerta, sabe que no pudo salvarla. Volvió al parque, fue hasta debajo del puente, y allí no ocurría nada. Volvió a casa de Aarón para ver si hay más posibilidades de entrar por otra puerta trasera.

Puertas Traseras  #CheyllsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora