23 la noviA

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Anahí se puso el abrigo y regresó a toda prisa a la oficina. Llevaba tres días en Nueva York y tenía la sensación de que alguien la estaba vigilando. Después de pasar cinco horas sentada en su escritorio, decidió tomarse un descanso y dar un paseo para estirar las piernas.

Al pasar por delante de Macy's, el escaparate llamó su atención y entró a hacer las primeras compras navideñas. Bajó al sótano y almorzó tranquilamente antes de regresar a la oficina.

En las escaleras mecánicas creyó ver a alguien que había visto esa mañana al llegar a la oficina. Cogió el móvil para hacerle una foto, pero, al levantar la vista, el hombre ya no estaba allí. Volvió a la oficina pensando que estaba demasiado cansada, pero seguía teniendo la sensación de que la vigilaban.

Al llegar a su despacho, decidió enviar un email a Ivan con sus sospechas. Él le pidió más información de inmediato, pero al no haber prestado demasiada atención, no supo decirle mucho, aparte de que era un hombre alto de unos treinta y tantos años, con un abrigo largo y un gorro. Después de unas cuantas horas más de trabajo, decidió dar por finalizada su jornada.

Para complacer tanto a Alfonso como a Ivan, había accedido a usar el coche de la compañía. Al llegar a la planta baja, el chófer la estaba esperando. Además, Ivan le había asignado un escolta para que la acompañara al apartamento y lo revisara antes de que ella entrara. Con los puños apretados, asintió con la cabeza y se metió en el coche. Esperaba que su vida no fuera así para siempre.

Al llegar al apartamento, el escolta entró primero, mientras Anahí esperaba en la puerta. Tras asegurarse de que todo estaba bien, se despidió. Anahí abrió una botella de vino y decidió darse un baño. Mientras se relajaba en la bañera, repasó mentalmente los acontecimientos del día y, cuando terminó, seguía sin estar convencida de que alguien la había estado siguiendo.

Anahí entró en el dormitorio principal y contempló la ciudad a través de los amplios ventanales.
Le encantaba cómo las luces de Times Square inundaban la habitación con un caleidoscopio de colores. Sintiéndose demasiado expuesta, decidió dormir en la otra habitación, que era mucho más pequeña y más resguardada. Tras coger el vino y su tablet, se instaló en la cama para llamar a Alfonso.

-Kotyonok. ¿Qué tal va todo en Nueva York?
-Todo bien. Para mañana ya habré acabado y podré volver a California, seguramente por la tarde.
-¿No quieres pasar allí el fin de semana?
-Te echo mucho de menos para quedarme aquí sin ti. Y además…. ¿Te ha hablado Ivan de mi email?
-Sí. ¿Has vuelto a ver a ese hombre?
-No, pero me siento muy incómoda. Iba a dormir en el dormitorio principal pero, bueno, necesitamos cortinas, o persianas. Me siento muy expuesta, como si cualquiera pudiera verme.
Alfonso lanzó una risotada:
-Pondremos cortinas, si así te vas a sentir más tranquila.
-Sí, mejor.
-¿Vas a dormir en el cuarto de invitados?
-Sí, esa es mi intención. Me he dado un baño y ahora estoy tomando este delicioso vino, pero no dejo de pensar en ti.
-Bueno, estoy aquí. ¿Quieres mostrarme cuánto me echas de menos?

Sonriendo con malicia, Anahí colocó la tablet en un banco a los pies de la cama. Se tumbó y miró a Alfonso.
-¿Me ves bien?
-Sí.
Se soltó el cinturón del albornoz y lo abrió. Doblando una rodilla, abrió las piernas y comenzó a recorrer su cuerpo con los dedos. Inclinando la cabeza hacia un lado, miró a Alfonso, sonriendo a la cámara.
-Ojalá estuvieras aquí- le dijo agarrándose los senos mientras él la observaba.

Sus manos rozaron suavemente sus pechos. Al trazar círculos alrededor de las areolas, sus pezones se pusieron erectos. Cerró los ojos y se pellizcó delicadamente los pezones. Abrió la boca y se lamió los labios con anticipación. Con una mano se acarició el vientre y con la otra continuó masajeándose los pechos y pellizcándose los pezones. Sintió un estremecimiento al ver cómo Alfonso se inclinaba hacia delante.

Contuvo el aliento cuando sus dedos encontraron el clítoris, y lo presionó suavemente.
Comenzó a temblar y se lamió de nuevo los labios. Se agarró la labia imaginándose que era Alfonso, mientras su otra mano bajaba lentamente por su cuerpo. Se abrió los pliegues con dos dedos, y continuó trazando círculo alrededor del clítoris.

Al introducir un dedo, notó lo húmeda que estaba. Jadeando, se metió otro dedo y sus músculos internos se retiraron ante la invasión.
Balanceando las caderas, se apoyó en el colchón con los talones a la vez que arqueada la espalda. Sintió la deliciosa sensación del orgasmo tomando forma dentro de ella. Cerró los ojos, pero Alfonso la interrumpió.

Mírame, kotyonok. Si no puedo estar contigo, al menos déjame ver la pasión en tus ojos- Anahí abrió los ojos y aceleró el movimiento de su mano. Metiendo y sacando los dedos, se frotó el clítoris con el pulgar, al tiempo que gemía.
Con ambas manos se masajeó los pechos, juntándolos tentadoramente. Arqueando la espalda, abrió las piernas aún más y continuó acariciándose. Contemplando la expresión de Alfonso, se imaginó que estaba en el cuarto con ella, sentado en la cama, viendo cómo se masturbaba para él.

Con un gemido, siguió acariciándose todo el cuerpo. Con una mano se abrió la vagina, mostrándosela, y con la otra encontró sus zonas más sensibles. Gimiendo sin cesar, miró a Alfonso y sintió cómo llegaba al orgasmo. Gritando su nombre, se revolcó en la cama frotándose el clítoris y metiendo y sacando los dedos continuamente.

Al calmarse un poco, creyó escuchar a Alfonso emitiendo ruidos parecidos. Sonriendo seductoramente, se metió los dedos en la boca. Alfonso gruñó con fuerza y gritó su nombre.
Extendiendo el brazo, Anahí tomó su copa de vino y le dio un sorbo.

-Oh, mi Anahí. No te puedes imaginar lo erótico que es esto. No veo el momento de que lo vuelvas a hacer cuando estemos juntos- Anahí se sonrojó y asintió con la cabeza, escondiéndose tras la copa de vino.
-Que duermas bien, mi amor. Hablamos mañana.
-Buenas noches, Alfonso. Te quiero.
-Yo también te quiero, kotyonok.

Sonriendo, Anahí desconectó la videollamada y apagó la tablet. Tras meterse bajo las sábanas, se tocó brevemente. No sabía que masturbarse para él la excitara tanto. Tendría que volver a hacerlo muy pronto.

Alfonso se detuvo en seco al entrar en la oficina del departamento de seguridad. No esperaba que Ivan estuviera en mitad de una reunión. Aún no tenía muy claro cuándo se celebraban las reuniones de los distintos departamentos. Tras saludarle con un gesto de la mano, se dirigió a la oficina privada de Ivan y se sentó a esperarlo. Diez minutos más tarde, el jefe de seguridad entró y le plantó una taza de café delante de él.

-Buenos días, jefe. ¿Qué te trae por aquí?- Ante la expresión de Alfonso, tomó asiento.
-¿Anahí?
-Por supuesto. ¿Has averiguado algo sobre la persona que le está siguiendo?
-Bueno, aún no sabemos si la están siguiendo- Levantó la mano al ver que Alfonso estaba a punto de protestar.
-Sin embargo, según la descripción que me dio, podría tratarse de alguien que trabaja para Nardiv, pero no tenemos pruebas. Hasta ahora, no he podido verlo en ninguna cámara.
-Pero ¿estamos seguros de que Nardiv está detrás de todo esto?
-Probablemente. Pero, como he dicho, no tenemos pruebas. Tú sabes mejor que nadie de lo que es capaz.
-Estoy tan sorprendido como tú. Cuando nos separamos, no esperaba saber nada más de él.
Al principio pensé que todo esto lo desencadenó el habernos encontrado por casualidad el año pasado.
Ivan sacudió la cabeza:
-Hemos averiguado que ya tenía a Marcus en el bolsillo cuando éste empezó a trabajar para ti. Probablemente mucho antes; estas cosas llevan su tiempo. No fue una decisión espontánea. Nardiv ha estado planeándolo durante algún tiempo. Parece odiarte.
-Y más ahora que el gobierno está involucrado. ¿Cuándo vuelve Anahí?
-Su vuelo sale esta tarde, llegará sobre las nueve.
-¿Quieres que envíe un coche para recogerla? o ¿vas a ir tú?
Poniéndose en pie, Alfonso sonrió a Ivan:
-Voy a ir yo.

enamorada de un millonario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora