8 La salud de George

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Han pasado meses desde su diagnóstico y cómo lo decía el pronóstico médico, su salud empeoró, los medicamentos solo le sirven para evitarle un poco el dolor y el cansancio físico. Agnes no se despega un minuto de su lado y me alegra que mi abuelo la haya encontrado y la tenga en su vida, casi no habla sino que me escribe en la tablet, para no agitarse.

—¿Cómo está tu mamá?

—Cómo puede.

—Ten paciencia con ella. Nunca la ha tenido fácil y lo que sigue cuándo yo ya no esté, no va a ser nada sencillo de transitar. Tu mamá puede cerrarse demasiado, tiende a aislarse y los más grandes van a tener que ayudarles a salir a adelante.

—Abuelo —tomo su mano—, quédate tranquilo, que vamos a apoyar a mamá.

—¿Sabías que ella siempre soñaba con tener hijos y una familia? —niego con la cabeza—. El día que llegó a mí, contigo en brazos —sonríe—, te juro que la podía ver brillar, y mira que ama a su esposa, pero ella tiene un amor incondicional a sus hijos. Lo misma felicidad y luz presentó cuando nacieron tus hermanos. Pero contigo, su primer hijo, mi primer nieto —sonríe y me mira con los ojos brillantes—. Lamento no estar aquí para ver el hombre en el que vas a convertirte, o cuándo te gradues en la universidad o cuándo llegue tu primer hijo, quizás te vea desde otro lugar.

—Por favor abuelo —comienzo a llorar—, no lo hagas sonar cómo una despedida.

—Necesito que lo sepas muchacho. No quiero que mi partida te consuma. Estoy y estaré siempre orgulloso del hombre que eres, porque te crío mi hija y aunque no lleve mi sangre, ella siempre será mi hija, cómo tú y tus hermanos son sus hijos para ellas. Que no te quepa duda, que darían sus vidas por cualquiera de ustedes —me levanta el mentón y escribe, para que vea la pantalla—. Gracias por haberme hecho abuelo, por llenarme de felicidad, te amo a ti, a tu hermano y hermanas.

—Tambien te amo abuelo, eres el mejor abuelo que me podría haber tocado.

Me acuesto a su lado y él me acurruca en su brazo. Mis mamás y hermanos llegan a verlo, se suben a la cama y yo me salgo de la habitación para lavarme el rostro.

—¿Estás bien? —unos ojos cafés me miran desde el reflejo del espejo—. No tienes que ser el fuerte todo el tiempo —me seco la cara—. A veces te pareces demasiado a mamá, tratando de controlar todo, hasta sus emociones.

—Estoy bien —me apoyo en el lavamanos, ella intenta tocarme la espalda y la alejo—. Solo necesito algo de espacio. Iré a dar una vuelta ¿Puedes llamarme cuándo esté la comida?

—Sí.

Salgo del baño pasándole por al lado, tomo mi gorra y mi chamarra con capucha, coloco las manos en los bolsillos y salgo a caminar un poco para despejarme. Me siento en la puerta de una iglesia, cómo si Dios estuviera aquí, el Dios que lo está dejando morir, a él que ha salvado tantas vidas desde su trabajo cómo abogado. Tomo una piedra y la aviento furioso contra uno de los ventanales, no me doy cuánta de mi arranque de ira, hasta que veo lo vidrios rotos y a un cura gritarme, corro lo más rápido y lejos que puedo, me saco el buzo y lo tiro en un basurero, me coloco la gorra al revés y camino lo más tranquilo posible cuándo la policía pasa, voy llegando a la casa cuándo la patrulla para a mi lado.

—Oye chico ¿No has visto a alguien pasar corriendo con un buzo negro?

—No oficial ¿Pasó algo?

—Un hombre rompió el ventanal de una iglesia aquí cerca ¿No tienes frío?

—No, en realidad está es la casa de mis abuelos. Fui a dar una vuelta y cómo no iba a tardar mucho no llevé abrigo, adentro estaba sofocante el clima.

—¿Hijo pasa algo?

—Son mis madres —volteo a verlas—. No mamá, están buscando a alguien que rompió un ventanal aquí cerca de una iglesia ¿Ya está la comida? —mamá asiente— genial —veo a los oficiales—. Debo irme, la de ojos verdes es la más controladora y le gusta que todos estemos en la mesa para comer. Si llegamos a ver alguien corriendo de buzo negro, les avisamos —ellos se van.

—¿Qué pasó? —mamá se interpone a mi paso y me mira fijo, si se queda así, voy a confesar todo así que no la miro.

—Un hombre de buzo rojo, rompió un ventanal.

—¿Y tu buzo?

—No lo traje.

—¿En serio? porque juraría que te ví salir con un buzo negro de casa y hace demasiado frío para que salgas así afuera.

—¿Ahora no puedo salir sin buzo? ¿También me vas a controlar en eso? No sabía que te memorizabas la ropa que uso.

—Valentín —me toma del brazo—Dime que no fuiste tú, quién rompió esa ventana.

—Te dije que fue alguien con un buzo rojo ¿Me sueltas? —saco su mano de mi brazo.

Ella me mira aún algo desconfiada y me sorprende mi nuevo nivel de poder mentirle en la cara. Mamá tiene el poder de casi transpasarte con la mirada, a veces creo que puede leerme el alma con solo mirarme, pero en cambio está vez me deja ir y entra detrás de mí. Escuchamos a la policía pasar.

—¿Puedes acompañarme a la iglesia luego? —le pregunto a Al.

—No voy a ir a rezar, ni a mamarme una misa interminable.

—Solo ven conmigo, pero vamos en tu moto.

—Ok.

Llego a la iglesia y me acerco al cura. Le explico y le pido disculpas por mi accionar, aunque no me justifica lo de George y no tengo dinero para pagar por el ventanal roto, me ofrezco a trabajar en la iglesia en lo que sea para pagar lo que les va salir el ventanal roto. Cuándo le conté a Al, la muy tonta se alegró por que hice vandalismo y me regañó porque ella quería ser primera en hacer daño a la propiedad.

—¿Y entonces, cuántos padres nuestro tendrás que rezar?

—Tengo que venir a limpiar la iglesia todos los días de lunes a viernes por dos semanas. Menos mal que era un ventanal pequeño.

—Bueno me decepciona tu moral, eres demasiado correcto. Yo hubiera dejado el ventanal así y les hubiese tirado una bomba de olor.

—Y por eso es que ellas piensan que eres quién podría ir a la cárcel primero.

—Pero no fui la primera en hacer vandalismo, darle el dinero que le faltaba a la irresponsable de mi hermana menor para comprar su moto y hacerle frente a mamá. Estás hecho todo un salvaje. Cuándo lo más rebelde que habrías hecho antes, es tomarte un expreso doble, sin que ellas sepan.

—No soy tan aburrido.

—Yo más bien diría, predecible. Pero ya no lo eres.

La miro ofendido, predecible y aburrido están a medio casillero de distancia, y es un adjetivo calificativo, bastante ofensivo, no conozco ni a una sola persona que le gusta que le digan que es predecible ¿Así me ve mi familia? ¿Esa es la imagen que doy? Lo que Al, no sabía es que en el tiempo que se avecinaba sería de todo, menos predecible.

La favorita de la profesora 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora