Capítulo cuatro: ¡tengo que ocultarlo!

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Isabel

Después de pasar el resto de la tarde caminando entre los pinos y besar en varias ocasiones a Gael, decidimos regresar al castillo. Allí ambos actuamos como si nada y mi corazón no deja de saltar de la emoción, me gusta y yo le gusto, esperé más de dos años en dónde tuve fantasías con el caballero que hoy besé.

Él se encarga de mi Yegua y me güiña un ojo antes de partir. Me siento eufórica y no puedo ocultarlo en la sonrisa de tonta que mantengo en la cara mientras camino por los pasillos del castillo, la servidumbre me saluda y me reverencian y yo les sonrió, estoy de excelente humor.

—Princesa Isabel— mi doncella se me acerca con una sonrisa. Quiero llegar a mi habitación y sonreír como tonta mirando el techo mientras recuerdo los besos con el guardia.

—Luz, ¿Que sucede?.

—Su madre la espera en el cuarto de costura, necesitan diseñarle algo digno para la llegada del rey enemigo, disculpe, del rey Damiano.

Se me esfuma la sonrisa.

—No puede esperar, estoy cansada— miento.

—No, la necesita urgente.

Ruedo los ojos y me muevo en dirección contraria no sin antes escuchar un sonido de movimiento en mi habitación, voy a asomarme cuando Luz vuelve a llamarme y avanzo alejándome de mi habitación.

Madre me espera con el costurero quién le muestra las más hermosas telas traídas del extranjero.

—Esto se verá magnífico en usted, majestad— el hombre le dice a mi madre pero ella se mantiene seria mirándose al espejo.

Mis hermanas están sentadas esperando con aburrimiento.

—¿Dónde estabas niña?— habla mi madre mirándome a través del espejo — te estuve buscando.

—Salí a dar un paseo.

Hace una mueca.

—Si, te vieron con el caballero de tu padre— me mira directamente.

De inmediato todos mis nervios se alteran.

—Ese plebeyo no es amigo de nadie, cuídate de él.

—Es un caballero honrado por padre— le recuerdo — y es hijo de uno de los mejores amigos de padre.

—Si, pero es plebeyo al fin y aunque la mona se vista de seda, mona se queda. No lo olvides nunca.

No entiendo porqué le tiene tanto odio a los plebeyos, si ella fué una y de allí viene. Solo tuvo la suerte de toparse con la realeza y que mi padre se enamorara de ella.

—Esa tela está bien, tengo que irme a tomar mi té con las duquesas del reino— se baja del podio— solo faltas tú — me dice— ya elegí lo que usarás y el color, solo faltan las medidas.

Madre se va con mis hermanas y quedo con el costurero.

—No te va a agradar— me informa mostrándome el papel con el dibujo a carbón de un vestido con demasiado tul en las mangas y tan ancho como un vestido de novia. No me gusta y hago una mueca.

—Me prestas un carbón de color— le pido y me pasa el color rojo. Comienzo a trazar líneas sobre lo que hizo y hago algo completamente diferente, en vez de tul abundante lo reduzco en los hombros y no lo hago tan ancho.

—La reina se enojará.

—Se le pasará, lo tendré puesto y no podrá mandarme a cambiar.

—Lo haré, tienes hermosas ideas en esa cabeza tuya. Si no fueses princesa te haría mi aprendiz de modista.

—Tengo algunas ideas en mi habitación, puedo traerlas y lo haces. Podrías venderlas a las duquesas y marquesas del reino, les agradaría.

—Eres un tesoro, ahora quieta que te tomaré las medidas y no quiero pincharte con la aguja.

Le toma quince minutos tomar mis medidas y puedo irme en paz a mi habitación, apenas abro la puerta el mundo se detiene a mi alrededor al ver el desastre que hay en ella, los libros están caídos y esparcidos en el suelo, la sábana de la cama está tirada en el suelo y la chimenea está completamente apagada, es como si un desastre natural hubiese pasado solo en mi habitación, camino con cuidado y miro la chimenea y mi corazón se acelera al ver el huevo roto, las cáscaras está abierta en varios pedazos y noto la baba de color verde que abandona los restos del huevo y que salen en dirección a la cama.

Por los dioses del agua.

Voy a la puerta con el corazón acelerado y le pongo pestillo para que nadie entre. Miro por todos lados sin ver nada y escucho un pequeño gruñido que provienen del ropero.

Me acerco con sigilo, no sé lo que pueda encontrarme. Pero lo que había en el huevo ha nacido y puede ser un avestruz o una gallina grande, no lo sé.

Muevo las ropas  y me caigo soltando un grito cuando algo brinca sobre mí, me dan pequeños mordiscos y el olor a podrido me asquea, pero veo pequeñas alas y un rígido que lanza el animal soltando humo.

Es un dragón.

Un pequeño dragón bebé de color naranja el cuál me observa con curiosidad a través de sus ojos negros.

—Eres un dragón — le hablo— un dragón que huele horrible.

Lo tomo entre mis manos, aún estoy nerviosa y siento que en cualquier momento voy a desfallecer, mientras me levanto abre sus alas para mantener el equilibrio de sí mismo.

—¿Que pasará si te doy un baño?.

Lo hago con agua tibia y se deja acariciar cerrando los ojos y eso me hace reír. Se sacude y le acaricio la cabeza sintiendo las escamas que son como las que tenía el huevo.

—Si hubiese sabido que el fuego te haría nacer, lo hubiese hecho hace mucho— le hablo mientras lo envuelvo en una toalla de baño.

Tengo que ocultarlo. No hay un registro de un dragón en más de cien años y no puedo mostrarlo, eso llevaría a consecuencias las cuales pueden ser malas y no pienso arriesgar nada y mucho menos la de este bebé.

—Eres hermoso. Pero debes mantenerte oculto aquí — le hablo y no sé si me entiede.

Tocan la puerta y me pongo nerviosa.

—Princesa, la cena— luz habla al otro lado de la puerta, nunca la cierro y debe ser extraño para ella encontrarla así.

—Dame un momento— tomo al dragón que ya no huele mal y lo meto en el ropero — por favor, se buen chico y quédate aquí.

Siento que me entiende y cierro las puertas caminando como si nada a la puerta de mi habitación abriéndola.

—Dejala allí, quiero cenar sola.

—¿No quiere que le cepille el cabello?— pregunta.

—No, tengo dolores menstruales y quiero dormir.

—¿Quiere que le haga un té? Mi madre me enseñó uno muy bueno con té de...

—Luz— la interrumpo— no quiero ser grosera pero de verdad quiero estar sola.

Ella sonríe con vergüenza — lo siento, princesa, me retiro. Cualquier cosa que necesito no olvide tocar la campana.

Asiento y ella hace una reverencia antes de irse.

Es una buena doncella pero ahora mismo no confío en nadie para que vean al dragón que tengo en mi ropero.

—Sé buen chico y no dejes que nadie además de yo te vea.

Suelta un gruñido y se ve gracioso haciéndolo.

Esa misma noche me escabullo a la cocina para conseguirle algo de carne cruda al animal.

Corona de Lágrimas ✨Nueva Versión ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora